En: Recibido por email
Alonso Moleiro
La
terrible situación que está atravesando el país no debería ser
obstáculo para convenir en la importancia de lo hecho hasta el
momento por la Mesa de la Unidad Democrática. Por mucho que sea cierto
que sus falencias más notables se están empezando a sentir ya con
alguna dosis de dramatismo.
El logro fundamental de la Mesa viene signado por los confines de
su propia existencia: la MUD es un espacio político legítimo, que asumió
con mucha seriedad las encomiendas propias del momento electoral
planteado, que pudo convenir un agudo mapa de acuerdos para honrar la
promesa de la Unidad. Su vocería mejoró notablemente con Ramón Guillermo
Aveledo y Ramón José Medina y su espíritu se apropió del espacio
político y cultural de la anteriormente fragmentada oposición
venezolana. La podemos criticar, pero lo cierto es que la realidad
política y el bastimento de la Oposición está en la MUD.
El trabajo programático hecho a partir de la presentación de las
"100 soluciones para la Gente" es digno de un aplauso. Todavía hoy
pienso que es uno de los más serios esfuerzos para repensar la
nación que se ha he hecho en muchos años. Constituye el mejor mentís a
aquel postulado tan caro del sifrinaje chavista y sus
encuestadoras portátiles, según el cual la Oposición venezolana
"no tiene proyecto que ofrecer".
El problema, y lo saben sobre todo los propios dirigentes de la
Unidad, está en la ejecución. No logra desprenderse la MUD de su
condición electoral. Sus mandos tienen un diseño demasiado
administrativo y su capacidad para colocar políticas en la calle y
temas en la opinión pública es muy modesta. La bancada parlamentaria
tiene algunas individualidades muy meritorias, pero su peso específico
sigue siendo poco relevante. No niego que las elecciones han sido
asumidas con responsabilidad y patriotismo. En algún momento, y cuando
nadie lo esperaba, la Unidad arañó genuinamente el poder político.
Sin embargo, la ausencia de la Oposición ante la dramática deriva
de la vida nacional puede producir un gravísimo daño en torno a la
posibilidad misma de poder reconstruir este país. Al chavismo le
está saliendo muy barato destruirlo todo: no hay forma de ponerle costo
político al estrepitoso fracaso del chavismo en todos los frentes de la
vida nacional. No es momento de ser tan prudente. Los venezolanos
podrían perfectamente acostumbrarse a que los maltraten; el entorno
nacional podría irse deteriorando a un ritmo que nos ponga a vivir
en algún confín surinamés sin que nadie, ni siquiera nosotros
mismos, nos hayamos dado por enterados. Venezuela está muchísimo peor
de lo que muchísimos venezolanos creen, y la Oposición no ha sido
capaz de explicar por qué.
La crisis cambiaria, la corrupción del alto gobierno; Rafael Isea y el Fondo Chino. Los negocios del control de cambios.
Las causas de la inflación, los responsables de la devaluación. Cadivi,
los privilegios, las fiestas, las fortunas súbitas. Los colectivos,
las motos, las armas. Las discotecas en las cárceles. Los raspacupos.
La crisis de un modelo económico y la pertinencia del nuestro. Son los temas, los grandes temas de este momento histórico.
Algunos no aparecen en las encuestas, pero están parados frente a
nosotros. El petróleo está encaramado en los 100 dólares y no hay
suficiente para repuestos ni medicinas. De nuevo una administración
irresponsable ha botado a la basura el futuro de muchos venezolanos
gracias al despilfarro y corrupción. Venezuela tiene una tormenta
perfecta: un sector de la población la está destruyendo, pero tiene el
dinero suficiente para convencernos de lo contrario. Lo dijo Alberto
Barrera. Todo está contra el gobierno, menos la Oposición.
La tesis de la "acumulación de fuerzas", con todo el respeto
que me merecen sus voceros, me luce en este momento muy
conservadora. La correlación de simpatías del país va a seguirse
alterando y muchos escenarios pueden precipitarse.
Se aproxima una crisis económica que es necesario cabalgar. A la
Oposición le arrebataron una victoria electoral en el pasado mes de
abril. Nadia habría podido preverlo siquiera dos meses antes. Existe en
este momento un país que hay que salir a buscar, hacerlo despertar,
explicarle lo que pasa. La crisis que vivimos tiene unos culpables,
responsables políticos, económicos y administrativos de una nación en
quiebra; tomada por la delincuencia y corrompida por los cuatro
costados. Hay mucha gente perjudicada, disgustada, agredida. Hay
muchas víctimas y mucho dolor. Ni siquiera los chavistas parecen saber
qué hacer, aparte de permanecer en el poder. No es impaciencia. No
estamos jugando ajedrez.
Porque si esperamos tranquilos hasta 2019, ese país incluso podría
ya no existir. Como soy de los que piensan que todavía existe, pienso
que la cosa no es para después.
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