ALBERTO
BARRERA TYSZKA
Se abre
el telón y aparece el candidato, vestido de rojo y rodeado de cámaras de
televisión, vociferando y manoteando, prometiendo que pulverizará a sus
contrincantes. Se cierra el telón. Vuelve abrirse y, en medio de una leve
penumbra, el candidato cuchichea y presiona a algunos funcionarios. El telón se
desliza suavemente. Y por supuesto que se abre de nuevo para dejar ver a los
mismos funcionarios anunciando que los contrincantes del candidato han sido
suspendidos, cancelados, prohibidos. Se cierra el telón. Dos segundos después
se abre otra vez el telón: aparece el candidato, vestido de rojo y rodeado de
cámaras, vociferando y manoteando, prometiendo que pulverizará a sus
contrincantes. El telón se derrumba definitivamente. ¿Cómo se llama la obra?
Estamos
asistiendo a un espectáculo grotesco y peligroso. El poder parece estar
entrando en estado de pánico. Pero su fragilidad no se transforma en
conciencia, en sensatez, sino en desesperada e histérica agresividad. Tal vez
se confiaron, pensaron que la herencia carismática de Chávez les duraría mucho
más. Tal vez creyeron que contaban con su popularidad eternamente, envasada al
vacío y sin fecha de caducidad. Vivieron tanto bajo su sombra, que ahora
descubren que no saben hacer política sin su rating. Y están aterrados. Al paso
que vamos van a querer inhabilitar también a la mayoría de los votantes.
Yo no me
siento políticamente cerca de María Corina Machado. Jamás he votado por ella.
Tampoco estuve de acuerdo con La Salida. Pienso que fue un error que todavía
estamos pagando. Muy caro, además. Pero pensar distinto no nos transforma
en delincuentes. María Corina Machado es una mujer que lucha, con valor e
inteligencia, por lo que cree. Y eso la ha convertido nuevamente en víctima de
un Estado que criminaliza la diferencia.
Resulta
un poco patético ver al contralor general de la República arañando detalles
para justificar la medida. Sin duda, la diputada ha debido cumplir con todos
los requisitos legales, pero también sin duda la jugada política es demasiado
obvia y vulgar. Está en el mismo contexto de la reciente inhabilitación a
Daniel Ceballos. Y se presenta como un acto con dedicatoria específica. La
Contraloría no investiga a ningún otro candidato. No presenta más informes. Más
que hacer su trabajo, pareciera que cumple con un encargo. Cometen el peor
error político que existe: subestimar al pueblo. Creen que ser ciudadano y ser
pendejo es la misma cosa.
La idea
de que “María Corina Machado está inhabilitada por no rendir sus cuentas al
Estado” genera un ruido enorme en un país donde, desde hace años, el Estado no
le rinde cuentas a nadie. Todo es parte de un mismo problema. También esta
semana, en el lanzamiento de Plan Nacional de Derechos Humanos, La fiscal
general propuso incorporar el “derecho a la verdad” en el proyecto. Para una
sociedad con escasos niveles de transparencia, y con un gobierno empeñado en
imponer su hegemonía comunicacional, se trata de una propuesta de alto
riesgo. ¿Cuál es la verdad para el poder? ¿Por qué necesita controlarla?
¿Acaso la verdad-Luisa Ortega Díaz no quiere que también exista la verdad-María
Lourdes Afiuni? Todos los venezolanos llevamos demasiado tiempo esperando que
el presidente y que el vicepresidente rindan cuentas y cumplan su promesa,
esperando que nos digan la verdad y nos entreguen la lista de las empresas
fantasmas que desfalcaron al país.
En su
novela sobre Limónov, Enmanuel Carrère narra brevemente una secuencia entre
Boris Yeltsin y uno de sus asesores. La popularidad del presidente ruso iba en
picada. Tanto que estaba evaluando anular los próximos comicios. Temía perder
de manera estrepitosa. Yeltsin se encontraba en el sauna cuando Koriakov le
dijo: “La democracia está bien, pero sin elecciones es más segura”.
Estamos asistiendo a un
espectáculo grotesco y peligroso. Podría llamarse “El culillo colorado”. La
oligarquía está asustada. Su revolución se está descascarando. El gobierno del
pueblo le tiene miedo al pueblo.
Vía
El Nacional
Que pasa Margarita
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