HÉCTOR
FAÚNDEZ LEDESMA
La
democracia es mucho más que un simple proceso para la toma de decisiones o una
mera fórmula matemática para designar a quienes nos gobiernan. Pero uno de los
ingredientes esenciales de la democracia es la celebración de elecciones
periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto.
Menciono lo anterior porque, el próximo 6 de diciembre, los venezolanos están
llamados a elegir a sus representantes en la Asamblea Nacional, con
competencia, entre otras cosas, para aprobar las leyes, elegir o remover a los
miembros del TSJ y ejercer el control político del gobierno y demás órganos de
la administración del Estado. Por lo que está en juego, estas son, tal vez, las
elecciones más trascendentales en la historia de Venezuela; por eso, todos
tenemos el deber moral ineludible de acudir a votar; tanto quienes apoyan a
este gobierno como aquellos que aspiramos a otro tipo de sociedad. Pero es
necesario observar que las condiciones en que se van a celebrar estas
elecciones no son propias de una democracia.
El
árbitro electoral, elegido por una de las partes en la contienda, ya ha comenzado
a trabajar en favor del triunfo oficialista. En primer lugar, se le ha restado
diputados a los circuitos electorales en los que tradicionalmente gana la
oposición y se les ha sumado a aquellos circuitos que se inclinan en favor del
gobierno. Además, aunque oficialmente aún no estamos en campaña electoral y,
por lo tanto, no está permitido hacer propaganda, este gobierno lleva años en
su cruzada electoral, utilizando para ello todos los recursos del Estado; es
obvio que eso no lo va a detener el CNE.
El PSUV
no tiene ningún impedimento para designar libremente a sus candidatos. Pero los
aspirantes de la oposición no son aquellos que decidan los ciudadanos, o la
MUD, sino los que finalmente determine el gobierno. Desde luego, Leopoldo
López, Pablo Pérez, María Corina Machado y todos aquellos que representen un
peligro para las pretensiones oficialistas están impedidos de poder optar a una
curul en la Asamblea Nacional.
En un
entorno en que el gobierno tiene el control casi absoluto de los medios de
comunicación social, sin que haya un solo canal de televisión independiente, y
en el que los medios escritos carecen de acceso al papel para periódicos, esta
será una lucha muy desigual. Los candidatos del PSUV no tienen excusa para
perder.
Estas
elecciones tendrán lugar en un clima de inseguridad y de violencia, marcado por
la presencia de las mismas bandas armadas que, en ocasiones anteriores, ya han
intentado sembrar el terror entre aquellos que no comparten el proyecto
político chavista. Esa es otra barrera que deben superar los candidatos de la
oposición.
No habrá,
como suele decirse, una “fiesta de la democracia”, con las puertas abiertas al
público, en la que los dueños de casa exhiban sus mejores galas para recibir a
los vecinos. A lo que asistiremos es a una orgía desenfrenada, de la que nadie
puede sentirse orgulloso y que, por lo tanto, se celebrará a puertas cerradas.
En este sentido, el presidente de la República ya ha anunciado que no se
permitirá la presencia de observadores internacionales.
En Venezuela
todavía no hay un partido único y aún no hemos llegado a las farsas electorales
en que los candidatos oficiales obtienen 99% de los votos. Pero lo que está
previsto es la celebración de elecciones sin plenas libertades públicas, sin
derecho de reunión sin permiso previo, sin libertad de expresión, con penas de
cárcel para quienes ofendan el honor de las autoridades del Estado, con el
chantaje económico y psicológico a los funcionarios y con el uso de todos los
recursos del Estado en favor de los candidatos del PSUV. Lo que está previsto
es la celebración de elecciones custodiadas por una FANB cuyos altos mandos se
autodefinen como chavistas, y con dirigentes opositores encarcelados o
inhabilitados para postularse como candidatos. El gobierno ha apostado a cara o
cruz, utilizando una moneda que tiene dos caras. De manera que, si no gana, es
porque su incompetencia es demasiado grande, o porque los venezolanos realmente
son un “bravo pueblo”.
En su afán de mantener el poder,
este régimen se ha valido de ardides y tretas inimaginables para torcer la
voluntad popular. Una cosa es que el 6 de diciembre esté prevista la
celebración de elecciones; pero otra muy distinta es que vayamos a tener unas
elecciones libres y justas.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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