Wednesday, September 9, 2015

La estafa de la masificación de la educación superior en Venezuela (I)

Nota del Blog: Por su longitud publicaremos este artículo en dos entregas sucesivas.

EN: http://prodavinci.com/2015/09/09/actualidad/la-estafa-de-la-masificacion-de-la-educacion-superior-en-venezuela-por-cesar-r-gallo-p/


César R. Gallo P.



La disminución de la desigualdad y la pobreza de ingresos en Venezuela, ocurrida particularmente entre 2004 y 2009, ha sido mostrada como uno de los logros más importantes de la llamada Revolución Bolivariana. Tanto ha sido así que se ha usado como bandera política de campaña en los numerosos procesos electorales a los que hemos asistido, arrojando una buena cantidad de votos a favor del gobierno. Desafortunadamente la tendencia no fue sostenible y a partir de 2010 comenzó un proceso de reversión de esa tendencia decreciente que podemos constatar oficialmente sólo hasta 2013, ya que durante los dos últimos años el INE no publica resultados en su página y por supuesto tampoco pone a disposición la base datos de la Encuesta de Hogares en la que nos basamos quienes trabajamos sobre este tema.

Si tomamos en cuenta la fuerte crisis económica que estamos viviendo, que se expresa en una gran escasez de productos básicos y en un nivel de inflación que no habíamos experimentado antes, no es difícil especular que los niveles de pobreza de ingreso deben haber alcanzado ya niveles sin precedente, así como es de esperar que la desigualdad haya igualmente revertido su tendencia. El gobierno actual responsabiliza de esta situación a una guerra económica que no ha podido demostrar, siendo este un argumento poco convincente aún para sus más fieles seguidores, guerra que según su parecer ha destruido en corto tiempo los “exitosos” resultados de las políticas sociales a favor de los sectores que, hasta la llegada al poder de la “Revolución”, habían sido excluidos de los beneficios del crecimiento económico.

Se mostró a Venezuela como un modelo exitoso en la lucha por reducir la desigualdad y la pobreza, presentándolo como inédito y ejemplo a seguir. No obstante, cuando se revisan las estadísticas del Banco Mundial y diversos trabajos sobre el tema, se constata que el decrecimiento de la pobreza y la desigualdad no se ha registrado exclusivamente en Venezuela. Todos los países de América Latina registraron en el mismo período tendencia decreciente de sus cifras de desigualdad y pobreza, incluso aquellos países de orientación ideológica opuesta a la del gobierno venezolano como fueron los casos de Chile, Colombia, Panamá, Paraguay y Perú (World Bank, 2013; Gasparini and Lustig, 2011; Lustig, López y Ortiz, 2012; Azevedo, Inchaust y Sanfelice, 2013; Ferreira, Firpo y Messina, 2014; Canavire y Rios, 2015).  El Banco Mundial (2013) reporta que hubo una mejora económica relevante en América Latina en la última década, la cual implicó un aumento de la prosperidad en todos los niveles de la sociedad, destacando que la ganancia de los grupos más pobres ha sido más rápida que la de los que ya estaban en mejor situación económica. Esto sin duda explica la reducción de la desigualdad que se registró en la mayoría de los países de la región, la cual, según el reporte, se ha dado en medio de una prosperidad que ha beneficiado a todos los grupos sociales. ¿Podemos afirmar que esto ha ocurrido también en Venezuela? ¿Podemos incluso afirmar que la reducción de la pobreza y la desigualdad registrada en Venezuela hasta 2009 fue realmente el resultado de políticas sociales eficaces? Es de hacer notar que el reporte del Banco Mundial no incluyó el caso venezolano en su estudio porque el gobierno no les suministró las bases de datos correspondientes, según me informaron los coordinadores del proyecto que produjo el referido reporte.

II


La efectividad de las políticas sociales implementadas por el gobierno venezolano a partir de 2003 para reducir la pobreza y la desigualdad es cuestionable no sólo por producir resultados no sostenibles en el tiempo, sino que además ni siquiera se les puede atribuir responsabilidad directa de la reducción registrada entre 2004 y 2009. Lustig y McLeod (2009, 2011) presentan evidencia econométrica de que la disminución de la pobreza y la desigualdad en los casos de Venezuela y Argentina puede ser explicada sólo por el aumento de los precios de sus productos de exportación (Petróleo en el caso venezolano) y ninguna conclusión se puede extraer en relación a la efectividad de las políticas de sus gobiernos.

En relación a la insostenibilidad es fácil concluir que al ser políticas populistas y efectistas, más que efectivas, que se apoyan en un crecimiento económico no sostenible, tampoco lo son sus resultados. Sin embargo, podría pensarse que esas políticas sí tuvieron responsabilidad indirecta en tales reducciones porque ellas representaron el canal a través del cual se transfirió parte del beneficio del crecimiento económico del país a la población en general y en particular a las más pobre.

Ahora bien, hay que tomar en cuenta que la desigualdad de ingresos puede disminuir por diferentes razones. La reducción puede ser el resultado de una mayor ganancia de los grupos más pobres, tal como destaca el reporte del Banco Mundial que ha ocurrido para el resto de América Latina, o por el contrario podría deberse a una mayor pérdida de los grupos más ricos ¿Qué ocurrió en Venezuela entre 1999 y 2013? También cabe preguntarse si cualquier reducción de la desigualdad es siempre un indicador favorable y deseable para la economía. Por ejemplo, la desigualdad de ingresos puede disminuir en medio de un ambiente de desmejora económica generalizada de toda la población en la que los grupos más ricos pierden más que lo que pierden los más pobres (todos pierden), llegando incluso a una situación extrema en la que todos sean igualmente pobres. En tal situación teóricamente el coeficiente de Gini reportaría valor cero. ¿Es esta una situación deseable? ¿Podría considerarse esto un éxito de política económica?

A lo anterior hay que agregar que aún existe un debate no concluido en torno a si cierto nivel de desigualdad de ingresos es favorable o no para impulsar el desarrollo económico. Algunos autores sostienen que la reducción de la desigualdad a través de favorecer más a los grupos de menores ingresos incrementa la demanda de productos básicos lo que incentiva la producción, esto a su vez trae un aumento del empleo y así se estimula el crecimiento. Pero otros argumentan que un cierto nivel de desigualdad a favor de los más ricos es conveniente, ya que estos son los grupos que están en condiciones de ahorrar e invertir lo que también genera empleo y crecimiento. El objetivo no es abordar este debate aquí. Lo que quiero destacar es que los gobiernos se plantean como objetivo la reducción de la desigualdad en la distribución del ingreso per se, sin importarles mucho cómo ni para qué. Sólo les interesa exhibirla como un logro de su política, cuando muchas veces podría ser más bien una muestra de su fracaso.

Los gobiernos populistas muchas veces requieren de aplicar políticas efectistas, no necesariamente efectivas ni mucho menos eficientes, que le den resultados rápidos que les sirvan para obtener el apoyo popular que les garantice mantenerse en el poder. Por eso sus políticas preferidas, cuando hay disponibilidad de recursos, son las transferencias de dinero. En salud se prioriza la construcción rápida de numerosos ambulatorios en los sectores populares, sin preocuparse mucho de mejorar la red de hospitales existentes, construir nuevos, dotarlos de personal médico bien formado y bien remunerado y dotarlos de los equipos modernos acorde con el desarrollo actual de la tecnología en medicina en el mundo. En lo que respecta a educación se recurre a la masificación, sin importar el efecto que ésta tiene en su calidad y en consecuencia en su función de ofrecerse como una opción para mejorar el nivel de vida de los individuos que reciben un mayor nivel de educación, ya que además se descuida el estado de la demanda de mano de obra calificada.

El presidente Chávez en 2003, en una de sus innumerables y largas cadenas, hizo un análisis bastante acertado en relación a la regresividad del gasto público en educación superior, fenómeno que no es exclusivo de Venezuela. Esta regresividad se da por el hecho de que los grupos de menores ingresos ven restringido su acceso a la educación superior debido al gran desbalance existente de calidad entre la educación pública y la privada. Los egresados del sector privado están mejor preparados y en consecuencia tienen ventaja para acceder a la educación superior pública. De esta manera el gasto público que se realiza en la educación superior tiende a favorecer a los grupos de mayores ingresos, tendiendo así a incrementar la desigualdad en la distribución del ingreso. Nos anunció el presidente en ese entonces la “gran solución” para revertir esa regresividad del gasto en educación superior, la cual consistió en la creación de la Universidad Bolivariana de Venezuela y a partir de allí se creó una red de universidades bolivarianas, la cuales dan acceso a los estudiantes que carecen de recursos económicos, pero sin exigirles mayores requisitos académicos para su ingreso. Es decir, como cantaba Héctor Lavoe, la política fue: “entren todos que caben cien”. Se exacerbó así una política populista de masificación de la educación superior que ya se había iniciado desde los primeros gobiernos de la llamada IV República. Se recurre al populismo en educación en lugar de buscar resolver la regresividad del gasto público en el nivel superior prestando la atención que demandan los deteriorados niveles primario y secundario de la educación pública, donde realmente se origina el problema y no en una expresa política de discriminación social por parte de las universidades, como lo da a entender oportunistamente el gobierno.

III


Como ha sido costumbre en estos gobiernos, se atiende al síntoma, a la consecuencia, no a la causa. La razón es que los resultados positivos de una política que atendiera la verdadera causa del problema dirigida a recuperar los niveles básicos de la educación pública se ven sólo a largo plazo, toma mucho tiempo, por lo que se prefiere el efectismo inmediato de ampliar el acceso a la educación superior sin restricciones académicas. Esto genera aplausos complacientes y gran cantidad de votos rápidos que son necesarios para seguir en el poder a costa de un gran daño, de una gran estafa que se le hace a la población de egresados de este nivel, quienes luego encuentran dificultad para insertarse adecuadamente en el mercado laboral acorde a la formación adquirida y ven así frustradas sus expectativas de lograr un mejor nivel de vida. Parte de ese mismo populismo en educación superior es la exigencia que se les está haciendo actualmente a las universidades autónomas en relación a sus mecanismos de ingreso.

Lo preocupante es que ese populismo en educación logra de hecho un efecto de reducción de la desigualdad en la distribución del ingreso, que se exhibe con orgullo como un logro en “revolución”. Pero esa reducción no necesariamente es reflejo de una mejora en el bienestar social ni de prosperidad en el caso de Venezuela, como al parecer sí lo ha sido para el resto de América Latina según lo destaca el reporte del Banco Mundial.

El efecto de la masificación en educación sobre la desigualdad se produce a través de los ingresos laborales. Alrededor de la mitad de la disminución promedio de la desigualdad en América Latina en la última década se debió a cambios en los ingresos laborales, mientras que las transferencias de dinero tuvieron un impacto mucho menor, siendo así el mercado laboral la principal fuente de igualación en la región (Azevedo, Inchaust y Sanfelice, 2013).  En el caso venezolano la educación y la ocupación resultan ser los factores con mayor poder explicativo de la desigualdad de ingresos laborales (Gallo, 2011).   Ambos factores están estrechamente vinculados ya que las ocupaciones de los individuos se asocian a su nivel educativo. La elevación del nivel de educación de la mano de obra junto a una distribución de la educación más igualitaria juegan un papel relevante en hacer a la distribución del ingreso laboral más igualitaria (De Gregorio y Lee, 2002). Pero como nos advierten Lustig, López y Ortiz (2012) en base a la experiencia de los Estados Unidos, mientras el logro educacional se ha hecho más igualitario en América Latina, lo mismo no puede decirse de la calidad de la educación y esto puede tener efectos adversos en el tiempo.

¿Cuál ha sido el efecto de la masificación de la educación superior en Venezuela en los ingresos laborales entre 1999 y 2013? Veamos primero cómo cambió el perfil educativo de la mano de obra ocupada y que recibe ingresos laborales en Venezuela entre esos dos años (Cuadro 1) [1].

Gráfico 1
Ocupados que reciben ingresos laborales en Venezuela. Fuente: INE, Encuesta de Hogares por Muestreo, segundo semestre (Cálculos propios)

Puede verse que ha habido un incremento muy importante del nivel educativo de la población ocupada y que recibe ingresos laborales en Venezuela entre 1999 y 2013.   El número de ocupados con educación media, así como el de egresados del nivel superior, se triplicó, mientras las correspondientes proporciones en la población total se duplicaron. Visto de otra manera, en 1999 el 62% de la población ocupada tenía a lo máximo educación básica, mientras en 2013 el 73% tenía como mínimo educación media. La mano de obra ocupada graduada del nivel de educación superior (con título) pasó de un 11.4% a ser casi 23% en 2013. Estas cifras por si solas revelan un logro cuantitativo importantísimo en materia educativa de la mano de obra ocupada, en un período relativamente corto, lo cual obviamente proporciona dividendos políticos.

¿Qué ha pasado con la calidad? Esta no es una pregunta fácil de responder, para la cual no se tienen datos de medición directa de la calidad que pudieran respaldar la respuesta. Se requiere de una investigación específica para obtenerlos y poder hacer esa evaluación. Sin embargo, partiendo del supuesto de que el mercado laboral remunera en base a la productividad del trabajador y asigna ocupaciones de acuerdo a su calificación, se podría tener una idea de cómo este mercado evalúa a los egresados del sistema de educación superior venezolano. Con este fin se puede revisar información que suministra la encuesta de hogares del INE que nos permite ver cómo han cambiado los ingresos laborales de los ocupados que reciben ingreso laboral según su nivel educativo y cómo se han distribuido estos en las diversas ocupaciones que ofrece el mercado laboral. El Cuadro 2 proporciona información sobre los ingresos laborales de la población ocupada según su nivel educativo, expresados en términos de la Canasta Alimentaria Normativa (CAN) del año correspondiente que con regularidad mensual suministró el INE hasta noviembre de 2014.

gráfico 2
Ingresos laborales mensuales en CAN de la población ocupada según su nivel educativo en Venezuela. Fuente: INE, Encuesta de Hogares por Muestreo, segundo semestre (Cálculos propios)

Una rápida mirada de las cifras sugiere una situación de desmejora importante entre 1999 y 2013 para la población ocupada. En primer lugar sorprende la reducción que registra el promedio del ingreso laboral de la población total de ocupados, ya que el ingreso total promedio per cápita mensual de los hogares aumentó de 3,6 CAN en 1999 a 4,3 CAN en 2013 (cálculos propios). Esto indica que la mejora del ingreso total de los hogares no provino de los ingresos laborales sino de otros ingresos entre los que se incluyen las transferencias de dinero. De hecho, con excepción del grupo de ocupados sin ninguna educación, cuyo ingreso prácticamente permanece igual, todos los grupos de educación lo reducen. Curiosamente las mayores reducciones de ingreso las sufren los trabajadores egresados del nivel superior de educación completa (con título). Para ambos años se constata que los ingresos son mayores para los niveles de educación más altos, pero se observa que las diferencias entre niveles para el año 2013 son muy pequeñas en comparación con lo que eran en 1999. Esto sugiere que tener un título de educación superior en Venezuela en 1999 era mejor remunerado de lo que era en 2013, lo cual indica una desvalorización importante de la educación superior. Nótese que los técnicos superiores con título pierden 4 CAN mientras que los universitarios con título pierden casi 9 CAN como ingreso laboral mensual.

No es difícil prever que un comportamiento como el reflejado en el Cuadro 2 tiene que conducir a un nivel de desigualdad menor en 2013 que en 1999. De hecho, al realizar el cálculo del popular coeficiente de Gini para los ingresos laborales en Venezuela, en ambos años, se obtiene un resultado de 0,427 en 1999 y de 0,338 en 2013. Esta es una reducción bastante relevante, la cual se ha exhibido como uno de los grandes logros de la “Revolución Bolivariana”. Sin embargo, se muestra que tal reducción no es más que el reflejo de una situación de desmejora generalizada en donde los de mayor nivel educativo han sufrido las mayores pérdidas. Obviamente, esta disminución de desigualdad en los ingresos laborales conduce también a la disminución de la desigualdad de ingreso total de los hogares venezolanos, que anualmente publicó el INE hasta 2012. Como se dijo al comienzo, más del 50% de los cambios en la desigualdad provienen de los ingresos laborales y si a este hecho se le unen las transferencias de dinero por parte del gobierno destinadas a elevar los ingresos de los hogares más pobres, obviamente da como resultado una caída de la desigualdad agregada. Según mis cálculos la desigualdad de ingresos agregada de los hogares venezolanos disminuyó de 0,490 en 1999 a 0,415 en 2013.

No comments:

Post a Comment