Hay frases o ideas que dejan al descubierto lo que realmente pensamos y lo que estamos dispuestos a hacer en determinado momento bajo ciertas circunstancias. Eso exactamente fue lo que le ocurrió al presidente Maduro cuando recientemente dijo que si la oposición dominaba la Asamblea Nacional, “gobernaría con el pueblo y con una alianza cívico-militar; pero la revolución no será entregada jamás”. Esta frase por donde se mire es una estupidez que incluso en cualquier país serio ameritaría un antejuicio de mérito o al menos un amparo constitucional contra la amenaza de violación de derechos y garantías constitucionales de los candidatos a diputados. Justificamos por qué se trata de una frase infeliz pero peligrosa.
Empecemos por lo más evidente. Al decir esto el propio Maduro deja ver su profundo temor a perder las elecciones. Decir que la revolución no será entregada, supone que será minoría y con ello valida todas las encuestas que están dando un amplio margen a la oposición en términos de intención de voto. Si tan seguro estuviera Maduro de la victoria del oficialismo el próximo 6 de diciembre, no mencionaría ni remotamente la posibilidad de entregar la revolución.
Otro punto que deja de bulto la estupidez que representa esta frase es la profunda contradicción en la que incurre el presidente al firmar un acuerdo para respetar los resultados electorales, pero al mismo tiempo señalar que desconocerá las competencias y funciones de los diputados electos para gobernar con una alianza cívico-militar. Por cierto, una alianza de este tipo suena a junta de gobierno o algo parecido lo cual implicaría una ruptura directa del orden constitucional.
Además, esta aseveración denota un profundo desconocimiento del funcionamiento de los poderes públicos. Sencillamente, Venezuela se rige por un sistema de gobierno presidencialista con sujeción parlamentaria, es decir, conforme a la Constitución, el presidente no puede desconocer al Poder Legislativo, el cual no solo es autónomo en su función legislativa, sino que tiene a su cargo precisamente el control del Poder Ejecutivo junto con el Poder Judicial.
Sencillamente, presidente, con la Asamblea Nacional no pueden aplicar la fórmula de crear un organismo paralelo para tratar de vaciar sus competencias y funciones al estilo “Corpomiranda”. La Constitución es muy clara y las funciones de la Asamblea Nacional, salvo que medie una ley habilitante, no pueden ser asignadas o delegadas a otros poderes públicos y, menos aún, a una instancia cívico-militar cuya existencia no tiene soporte ni reconocimiento constitucional.
En este contexto, dado que no es posible que ningún ente u órgano asuma las competencias de la Asamblea Nacional, es imposible imaginar cómo podría esa supuesta alianza cívico-militar, “gobernar”. ¿Será que desconocerán las leyes que dicte el Poder Legislativo nacional; será que no acudirán a las interpelaciones; o que no someterán el presupuesto nacional o los créditos adicionales a la aprobación de la Asamblea? El presidente tiene que explicar qué implica lo que dijo. Está obligado a retractarse o, por el contrario, decir claramente que en caso de ser derrotada la revolución en las parlamentarias, desconocerá la Constitución, por la cual parece no tener ningún respeto.
El otro aspecto muy importante en relación con esta infeliz afirmación es el mutis del ministro de la Defensa. Lo que pasó no es poca cosa. Esta declaración involucra de manera comprometedora y directa a la Fuerza Armada, y por aquello del que calla otorga, el ministro debe desmarcarse de semejante declaración y ratificar el compromiso de él y de toda la Fuerza Armada con la Constitución. Hay situaciones en las que el silencio no es una opción sino una respuesta, esta es una de ellas.
Finalmente, ante esta peligrosa estupidez, debemos recordar al presidente que la Asamblea Nacional es un órgano que por ser colegiado y conformado por representantes electos en cada región del país, presenta una legitimidad democrática nacional, mucho más contundente que la que pueda tener el mismo presidente. La Asamblea Nacional representa al pueblo y por ello el presidente no puede desconocerla ni atentar contra sus competencias legítimas, ello implica desconocer la Constitución y los principios más básicos de la democracia que es consustancial con nuestros valores republicanos.
En definitiva entendemos el terror electoral que invade al presidente, pero eso no lo habilita para que desde su cargo pueda soltar semejantes estupideces con semejante carga de peligrosidad. Esperamos que rectifique y que el ministro de la Defensa se desmarque.
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