Mucho se ha escrito y discutido sobre el tema del pecado y, por supuesto, también del perdón. Hay reflexiones ligeras que se dan a la luz de una conversación entre amigos y otras más profundas que se orientan en el campo de los estudios morales y teológicos. De ninguna manera pretendo entrar en esos terrenos. Mis palabras recogen una inquietud: la manera como últimamente se están dando los hechos y las acciones desde el gobierno hacia la sociedad, hacia los ciudadanos. Trato de ejercer el pensamiento en tanto crítica de lo visto, de la forma como se están ejerciendo las políticas públicas que deben ir orientadas a satisfacer las demandas sociales en pro de la felicidad y del bienestar.
Dentro de la narrativa cristiana, en su versión católica, el pecado tiene el significado de la mala voluntad de un ser libre. Hasta el mismo vocablo suena abominable. El pecado tiene que ver con la maldad. Es la trasgresión –nos dirá el humanismo cristiano– de la ley y “una ofensa libremente cometida contra el amor humano y divino, que el hombre no puede reparar”. Se nos dice también que el pecado no es más que un curso irregular de los acontecimientos.
¿El pecado, el mal, puede ser reparado? Aparece entonces el perdón. ¿Es posible reparar las consecuencias del pecado? Todo va a depender del tipo de pecado que se quiera perdonar. Para el evangelista Juan el perdón tendrá sus variantes: “A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengáis, les quedarán retenidos”. Todo pecado, aunque no sea muy grave, ocasiona daños al otro, al prójimo. Mucho más las acciones graves que involucran la vida del otro, su existencia, su desarrollo en cuanto ser humano, su futuro y el de todo un país… “No se trata principalmente de que el hombre haya pecado y esté corrompido. El hombre peca y se corrompe”, se nos dirá desde una cierta postura religiosa que el tiempo ha logrado conservar en casi todas las creencias.
El título de este escrito es la expresión que en ocasiones usaba mi padre para repudiar alguna acción pública o privada que se ejercía desde el poder en contra del país, o algún ciudadano en particular.
La reflexión, con la que arrancamos el texto y su título, viene a cuento porque en los últimos tiempos han aparecido un conjunto de resoluciones que emanan desde el poder, que involucran nuestras vidas presentes y futuras. Son decisiones que atentan gravemente contra la supervivencia del país. Determinaciones que vemos y sentimos como pecado porque sus consecuencias son mortales para la mejora moral y material de la sociedad. Así vamos…
1-Un país a la deriva
En el noticiero gubernamental (Noticiero de la Patria), difundido en todo el espectro radioeléctrico del país por disposición de la Ley de Responsabilidad Social en Radio, Televisión y Medios Electrónicos, el ministro para la Defensa, Vladimir Padrino López, anunciaba con voz marcial que el presidente de la República le había aprobado la cantidad de 480 millones de dólares para potenciar y alargarle la vida útil a los aviones Sukhoi. Porque “a pesar de la debacle de los precios petroleros, de toda la guerra económica contra el país, que es un hecho concreto y real, a pesar de eso, el presidente es consciente de la necesidad de nuestra FANB, para que esté equipada para cumplir su misión constitucional”. Seguía diciendo el ministro que de esta forma se garantizaba la protección a nuestro espacio aéreo, al igual que la soberanía e independencia.
Preguntas: ¿Cuál soberanía? ¿Cuál independencia? Respuestas: los anaqueles están vacíos; las colas para adquirir alimentos se multiplican por todo el país desde horas de la madrugada; aumentan las cifras de muertes por violencia e inseguridad; crece la impunidad; tenemos la más alta inflación del planeta; escasean las medicinas para todo tipo de dolencias y enfermedades, pero el ministro de Salud dice que “no hay escasez de medicamentos”; los pañales y las toallas sanitarias son un bien preciado por su inexistencia; estallan granadas contra sedes policiales a la vista de la Operación para la Liberación y Protección del Pueblo, se producen detenciones arbitrarias y allanamientos ilegales, pero la ministra Iris Varela declara que “somos campeones en derechos humanos”… También hemos sido sorprendidos por la huida y las declaraciones del ex fiscal nacional Franklin Nieves cuando dice que: “El 100% del caso Leopoldo López lo inventamos. Las pruebas y la investigación fueron inventadas. Todos los testimonios son falsos”.
Cuando vemos todo lo que está pasando y hacia dónde han llevado al país no podemos más que escribir aquello que nos recuerda el escritor José Saramago referido a Cicerón: “¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?”. Quiero pensar que el 6-D será el comienzo de la restitución democrática, no con armas; bastarán tan solo los votos.
2-Ilusiones perdidas
Hubo un tiempo en que cierta intelectualidad mundial se sintió atraída sobre lo que en Venezuela se quería instaurar con el llamado socialismo del siglo XXI. Este fue el caso, entre otros, del norteamericano Noam Chomsky, padre de la llamada gramática generativa y lingüista. Recientemente Chomsky declaraba que “el modelo de Chávez ha sido destructivo” y se pregunta el por qué: “Hubo varios cambios instituidos desde arriba, bastante pocos relacionados con la iniciativa popular, con algo de participación, pero no. Venían desde arriba principalmente… Pero en este momento, de nuevo, la tremenda corrupción y la incompetencia del país nunca lograron liberarse de la dependencia casi total de una exportación única, el petróleo”. Cuatro años atrás este intelectual de izquierda había marcado sus diferencias en carta pública pidiendo la liberación de la jueza María de Lourdes Afiuni.
La voz discordante del presidente se hizo notar: “Yo creo que Noam Chomsky no está bien informado… es bueno conseguir el contacto… y conversar con él un rato porque no está bien informado, porque de pronto solo se informa con CNN o con algunas publicaciones estadounidenses”. Vuelve a repetir: “Conversar para informarle sobre la nueva realidad del país”.
Hoy, todas las encuestas coinciden revelándonos esa nueva realidad: “76% cree que la situación económica de su familia es mala; a 75% no le alcanza lo que gana y 21% dice que vive con lo justo; 81% considera que la cosa está empeorando; 36% echa de menos todos los productos; 87% cree que las colas son injustas; 46%, que los saqueos se deben a que la gente tiene hambre; 68% cree que vivimos en dictadura; 71% cree que el hobierno es mentiroso…”. Esta es lanueva realidad en la vida del venezolano.
Es tal el des-orden que no tienen perdón. Aquel sueño nacido a finales de los años noventa, se convirtió en pesadilla.
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