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Gustavo Coronel
El
día de ayer, en acto celebrado en el Colegio de Ingenieros de
Venezuela, tuve el honor de recibir el Premio Gumersindo Torres, máxima
distinción que otorga esta sociedad a quienes, en su concepto, hayan
tenido una destacada labor en el sector petrolero venezolano. El premio
lleva el nombre de un insigne servidor público, como fue Gumersindo
Torres y ha sido recibido por destacados venezolanos, entre quienes se
encuentran Luis Pláz Bruzual, Efraín Barberii y Alberto Quirós Corradi.
Ayer el premio fue otorgado a Julio César Arreaza (post mortem), César
Quintini y el suscrito.
Gumersindo Torres
Sentí
mucho no estar físicamente presente en ese acto y recibir en persona
una distinción que me honra y me llena de orgullo. Fui representado en
el acto por mi querido amigo y colega Enrique Vásquez, quien tuvo la
gentileza de leer mis palabras de aceptación del premio. Le doy a
Enrique mis más sinceras gracias. He recibido noticias de que lo hizo
muy bien.
Transmito de seguidas mis palabras en ese acto
Queridos amigos y colegas:
Mi
gran deseo se ha cumplido con este premio de la Sociedad Venezolana de
Ingenieros de Petróleo. Nunca he tenido particular ambición de riqueza,
solo de lo necesario para tener una vida digna, modesta y sin apremios
mayores. La fama, entendida como notoriedad, tampoco me ha llamado la
atención. Al contrario, me parece que es algo que rápidamente se
convierte en una pesada carga. Lo que si quise tener siempre es
reconocimiento. He pasado toda mi vida tratando de ser digno de
reconocimiento, primero de mis padres, luego de mi esposa e hijos y
nietos y, luego de mis pares, de las personas con quienes he compartido
tareas y responsabilidades profesionales o comunitarias. Debo decir que
este premio Gumersindo Torres viene a satisfacer en buena parte ese
deseo de reconocimiento profesional y comunitario. Viene de una
institución venezolana de gran prestigio, bien justificado en base a sus
logros, especialmente los Congresos Petroleros que han tenido tanto
impacto sobre las políticas petroleras venezolanas durante la etapa
democrática. Me veo en buena compañía, al lado de grandes petroleros y
grandes venezolanos. Mis especiales recuerdos van hoy a Luis Pláz
Bruzual, Efraín Barberii y Alberto Quirós Corradi, tres gigantes de
nuestra industria, no solo por sus conocimientos técnicos y gerenciales,
sino – sobre todo – por su calidad humana e integridad personal. En
esto los tres fueron mis maestros.
Efraín Barberii
Alberto Quirós, inolvidable amigo y mentor
Al
final del día el gran denominador de estos hombres, el que los enlaza
con Gumersindo Torres y los hace merecedores del premio que lleva su
nombre, es la calidad humana y la integridad personal. Y estos atributos
son, en definitiva, los ingredientes fundamentales para una industria
petrolera floreciente, como la que debería tener Venezuela.
Cuando
estas cualidades humanas no están presentes sucede lo que nos ha
sucedido durante los últimos 16 años. No digo que antes todo fuera de
color de rosa. El estelar comportamiento de Petróleos de Venezuela
durante la primera década de su existencia comenzó a revelar algunas
grietas importantes a mediados de la década de los 80 y, más aún, en la
década de los 90. Ya durante la presidencia de Luis Herrera Campins se
había cruzado una línea fatídica, al sustraer a PDVSA su fondo de
inversión, restándole la auto-suficiencia financiera que era uno de los
pilares fundamentales de su éxito. Progresivamente se abriría una brecha
entre nuestra PDVSA y el grupo de sus competidoras mundiales en lo
referente a eficiencia operacional, como lo reveló un estudio hecho en
la década de los noventa por los consultores internacionales MC KINSEY.
El convencimiento de que PDVSA ya no era una empresa eficiente y que
poseía exceso de personal llevó a la fusión de las tres empresas
operadoras en lo que eventualmente se convirtió en empresa única.
Esa
conversión de PDVSA en empresa única representó el final de nuestro
sueño. ¿Cuál era ese sueño? : transformar a la administración pública
en una réplica de PDVSA, lo que el recordado Alberto Quirós llamó alguna
vez la “contaminación al revés”. No se dio. Ya antes de llegar Hugo
Chávez al poder estábamos llegando al final de este sueño.
Chávez
remató los restos de ese sueño de manera brutal. Le dio seis
presidentes a PDVSA en seis años. Eliminó de manera soez 22.000
técnicos y gerentes, la flor de la empresa. Convirtió la corporación
energética en una empresa “social” que cría cochinos y siembra yuca.
Desvió la exportación petrolera hacia países ideológicamente afines, en
términos no comerciales que le han costado al país unos $50 mil
millones. Cambió las condiciones contractuales con las empresas
internacionales en la Faja del Orinoco, produciendo el éxodo de las más
capaces. Llevó a cabo un brutal endeudamiento.
Como
resultado, hoy día las reservas petroleras venezolanas se encuentran
esencialmente en el subsuelo y comienzan a correr el riesgo de quedarse
allí de manera indefinida. La Faja ya sufre del síndrome de FLORINDA,
aquella joven del poema de Andrés Eloy, a quien le sobraban flores para
reírse de la primavera, pero a quien se le vino encima el otoño de su
soledad, mientras deshojaba la margarita de la juventud.
Hoy
la relación entre producción y reservas petroleras de Venezuela es la
más baja del mundo petrolero. Venezuela es un país segundón en la OPEP.
La credibilidad internacional de la empresa está por el suelo. Parece
evidente que el modelo gerencial y político existente se ha agotado o,
mejor dicho, ha colapsado y será necesario otro modelo.
Sin
embargo, no es del modelo de industria petrolera que podría existir
mañana del cual deseo hablarles, aunque sobre eso tengo ideas concretas.
Los modelos y los sistemas son el resultado de la calidad humana de
quienes los formulan y gerencian.
Deseo
hablarles de la necesidad de tener un tipo de venezolano íntegro y
decente manejando nuestro país y nuestra industria petrolera. El cambio
necesario no es tanto de modalidades de contratos con el sector
privado, de técnicas más eficientes de producción, de refinerías más
sofisticadas o de nuevas formas de comercialización. Todo ello sería el
inevitable resultado de inyectarle a la industria la calidad humana
necesaria, con gente como Pláz Bruzual, Barberii y Quirós, en lugar de
Rafael Ramírez, de Ali Rodríguez o Héctor Ciavaldini. No se trataría
simplemente de tener un líder sino de crear una masa crítica de gerentes
y técnicos íntegros, una masa crítica de decencia que mantenga la
industria petrolera haciendo su verdadero trabajo con eficiencia y
honestidad.
Una
vez tuvimos esta masa crítica. Recuerdo que el proceso de
racionalización que llevó a PDVSA a tener cuatro filiales fue hecho por
esta clase de hombres y mujeres, quienes pusieron los intereses de la
nación por encima de sus deseos personales. En ese proceso el presidente
Lindolfo se convirtió en el gerente Lindolfo, de manera desinteresada y
generosa, porque ello era necesario.
Lindolfo León, Presidente de la Sociedad, actor importante de la racionalización petrolera
Muchos
vieron desaparecer sus empresas, a las cuales querían como hijos, para
que surgiera un esquema organizativo racionalizado. La intervención de
Pequiven, liderada por Ramón Cornieles, fue hecha por hombres y mujeres
quienes no atendieron a los intereses sindicales o partidistas sino a la
necesidad de poner a trabajar la empresa con eficiencia.
Por
años tuvimos en PDVSA una gerencia que se ocupaba de la eficiencia
operativa y la planificación financiera y estratégica de la industria,
en lugar de estar llenándose los bolsillos en asociación con
contratistas corrompidos, como ha sido el caso de la PDVSA de los
últimos años. He denunciado a los hampones de la gabarra Aban Pearl, a
los bolichicos, a los contratos dados a empresas fantasmas de
perforación y a las empresas de familiares de gerentes. He denunciado a
Rafael Ramírez y a Ali Rodríguez y al tren gerencial de la PDVSA roja
por corrupción, porque la corrupción no existe como concepto abstracto.
La corrupción existe porque hay corruptos.
El
gerente íntegro que deberá existir de nuevo en la industria petrolera
nacional deberá considerar los siguientes aspectos al tomar decisiones:
1. Servir el interés público, no su propio interés;
2. Actuar reflexivamente, con atención a las consecuencias de su decisión;
3. Respetar las reglas y procedimientos establecidos;
En
estos tres componentes radica lo esencial de la buena gerencia. En un
momento tuvimos estos gerentes. Fue la época dorada de los Sugar, los
Tarbes, Aristeguietas, Prieto Wilsons, Rodríguez Erasos, Wilhems,
Graafs, Trinkunas, Volkenborns y Reimpells. Son centenares los honestos
gerentes no nombrados, pero la memoria de su conducta ejemplar siempre
estará con nosotros.
Venezuela
es capaz de producir una generación igual o hasta mejor. Lo que se
necesita en nuestro querido país es una revolución, pero… cuidado con
esa palabra. La revolución de la cual hablo es una revolución de la
honestidad, de la inteligencia, del verdadero amor por Venezuela. No la
revolución de quien arranca con promesas de dinero y bienestar y termina
360 grados y 16 años después en la más miserable y trágica realidad.
¿Tendremos esa verdadera revolución algún día?
Ese
es mi más ferviente deseo. Nadie puede predecir el futuro. Pero así
como estoy seguro de que algún día el hombre viajará a las estrellas,
así estoy seguro de que nuestro país se reincorporará a la comunidad de
países civilizados y que sus hijos andarán de la mano con los hijos de
los países más avanzados del planeta. Como dijo Martin Luther King,
guardando las distancias, no sé si lo veré, pero estoy seguro de que esa
Venezuela es la tierra prometida y bendita que nos espera al otro lado
de la montaña.
Muchas gracias,
Gustavo
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