Sunday, July 24, 2016

Al límite// La megacrisis no perdona

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Luis Garcia Mora

Ver de nuevo a Leopoldo López acudir al juzgado para apelar su condena a 14 años de prisión tras una caricatura de juicio por llamar a las protestas civiles y pacíficas generalizadas en 2014, indigna.
Protestas en las que mataron a 43 personas bajo una insólita represión sangrienta y por cuyas muertes acusan a López, como si por convocarlas las hubiese asesinado él y no sus verdugos.
Es algo tan abyecto, tan ruin, que sacude la fibra.
Y comienzo con él, con sus notas desde Ramo Verde al lado (recogidas en un volumen por la editorial Libros Marcados), porque al igual que los otros venezolanos detenidos, López es un “rehén”.
“Un rehén político” como carnalmente lo define Felipe González, al igual que Ledezma, Ceballos o el mismo Raúl Baduel. Piezas de un ajedrez despótico, víctimas privadas de su libertad y retenidas a la fuerza por sus captores, con el objeto de utilizarlas tras su detención para obligar al resto del país a escarmentar.
O como en Cuba, su equivocado espejo, a transigir, a ceder, a someterse, a rendirse, con su alto precio de muertos y heridos.
En el libro, López evoca al Sartre de La República del Silencio (“Nunca fuimos tan libres como durante la ocupación”) en el título de su libro Preso pero libre. Es justo, nos deja ver que Leopoldo vive la laceración de la tiranía en carne propia tras los barrotes con, como lo ha descrito Vargas Llosa, “un optimismo sereno”.
Como en las cárceles de Gómez, en La Rotunda, la Seguridad Nacional perezjimenista, el Fortín Solano o el San Carlos, de Jóvito, Pocaterra, Miquilena, Ramón Velázquez, Andrés Eloy, Caballero o Petkoff. Hilo púrpura de una experiencia abominable.
Por cierto, nada de esto lo sufrió Chávez con Carlos Andrés Pérez ni con el doctor Caldera, quien lo indultó.
Se conocen bien las condiciones que gozaron los golpistas del 92 cuando estuvieron detenidos.
Y no lo han tratado Maduro y Cabello peor, como Fidel o Pinochet o Jong-un, sus admirados congéneres, porque saben que este país y su gente son irreductibles, jodidos. Y como el agua mansa, peligrosos. Muy peligrosos. Ahora mismo, para ocuparnos del otro flanco, ese peligro se advierte donde se cocina su metabolismo basal.
En la calle y los cuarteles.
Desde la MUD y Miraflores, como desde la óptica de los tres expresidentes, UNASUR y Washington, esto se calcula en kilocalorías. Al término de la cumbre de líderes de Norteamérica, Obama  llamaba desde Ottawa al Gobierno y a la oposición “a entablar un diálogo significativo a la luz de la muy grave situación de Venezuela”.
Agregando que “los presos políticos deben ser liberados, el proceso democrático debe ser respetado, y eso incluye un referendo revocatorio que sea coherente con la ley venezolana”.
Con la Carta Magna.
Que es en las actuales circunstancias a lo único que podemos agarrarnos para sobrevivir.
Se acabó el “todo estaba permitido para ellos”.
Como acertaba el colombiano Fernando Londoño, el castrochavismo será recordado como autor del milagro económico a la inversa, “el de convertir en país miserable al más rico de América.”
Además de llevar a los despojos a una de las más organizadas, pujantes y serias empresas petroleras del mundo y llevar a la insolvencia a una nación ante laboratorios farmacéuticos, proveedores de material quirúrgico y hospitalario, líneas aéreas, y pare usted de contar.
Arruinaron el campo, la industria, el comercio y los servicios, la generación eléctrica, la ingeniería y las comunicaciones del país que tiene las mayores reservas petroleras del mundo, que ahora pasa inmisericordemente hambre.
Y es esto lo que eyecta a Maduro del asiento del piloto. Hacia fuera y con fuerza. Con un mundo militar en el que se advierten divisiones severas que no conocemos (multiplicidad de generales, mucha fuerza en los mismos niveles, y con una dinámica distinta).
Desde 1999, PDVSA y la Fuerza Armada se configuraron como las dos columnas de soporte de Chávez.
Hoy PDVSA está quebrada y, como advierte Carrera Damas, “el control militar ha fracasado rotundamente”.
Nuestra Fuerza Armada, por primera vez en 17 años, se confronta consigo misma y reflexiona con los ojos del mundo y de la sociedad venezolana sobre ella, como arbotante mayor de nuestra estabilidad como país, ante la quiebra de la nación y el desborde de los cauces institucionales.
Y como siempre que estos desbordes y requerimientos históricamente le exigen recobrar su espíritu de cuerpo, en medio de una transición constitucional del poder, el proceso le supone un reordenamiento interno para dirimir quien lleva la voz cantante.
Desde siempre y hasta hoy, prefirieron tutelar tras bastidores. Hoy les resulta difícil. Nicolás Maduro se les deshizo entre las manos y el país avanza en medio de la tormenta.
Maduro le endosa por necesidad institucional la solución de un problema que él no pudo solucionar.
Con lo que a Vladimir Padrino se le desea que no fracase, y que a falta de know how y el capital humano calificado, se abra, a la Venezuela democrática, junto al “febrerismo” que asume el país, y se salve a sí mismo y a la FFAA, para que el país retome el rumbo.
“Padrino es la referencia ética más importante que tiene el Gobierno”, afirma Alcalá Cordones. Que irradia confianza. “Como lo demostró el 6-D “cuando su comportamiento fue superior al de diferentes actores que llamaban a la calle ante una derrota que se dio producto de una situación de constantes errores”.
Afirme que él constituye hoy una “boya” para Maduro, pero Maduro le significa una pesada “ancla” a él, con una inmensa responsabilidad en la que tendrá que meterle el ojo a un larval obstáculo: la corrupción.
La palabra clave.
“Que es un eje central en la Administración Pública en este momento, lo que es público y notorio”.
Pues, para conjurar esta megacrisis, la actual situación exige normas y seguridad jurídica, pues “donde existan normas y seguridad jurídica se puede avanzar en cualquier modelo político que se establezca”.
“Con lo que no se puede avanzar en un modelo político es con una corrupción que permea todos los estratos”.
“Decidimos atacar a las empresas de alimentos para poder traer alimentos de afuera, porque eso traía una comisión”, y las empresas expropiadas y confiscadas, y las que no, dejaron de producir por falta de estímulo, porque se pensaba que “si le doy los dólares a esta empresa no los voy a utilizar yo”.
Y Maduro no ha podido con esto. Ha flotado como un corcho sobre el magma tectónico de este problema, cuya solución es uno de los mandatos más importantes.
“O ponemos presos a cien corruptos, que los vamos a ubicar rapidito, o podemos caer en una situación parecida a la de Chile de Pinochet”, concluye el general retirado.
Es una de las “líneas” trazadas.
¿Podrá llevarla a puerto Padrino López?
Ojo: si hay, como parecen haber, ondas expansivas civiles y militares, que corren paralelas y simultáneamente a las que propaga también el diálogo político civil en curso, uno piensa que es mejor que se encuentren y se armonicen entre sí.
Y pronto.
Porque en cuadros de esta complejidad nadie sale indemne.
La megacrisis ni espera ni perdona.
Hasta el hermano de Chávez, ante el asombro del país, increíblemente se acaba de morir por el estado de deterioro del sistema de salud.

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