Editorial El Nacional
Como ministro de la Defensa, el general Vladimir Padrino presidió la conmemoración del natalicio del Libertador y de la batalla del Lago de Maracaibo. No se advierte nada de particular en ese sentido, debido a que en esas celebraciones, normalmente manejadas por las fuerzas armadas, es habitual el papel principal de quien las encabeza desde el punto de vista institucional.
Tal vez llame la atención el hecho de la ausencia del presidente de la República, quien debía estar en la cabecera de las ceremonias, pero quizá algún inconveniente pasajero le sugirió descansar en casa sin los ajetreos del calor castrense. Nada digno de preocupación, por lo tanto.
Tampoco se pasó de la raya el general Padrino con sus patrióticas arengas. Hasta citó a Unamuno para elevar la figura del Padre de la Patria, según la pauta de la retórica acostumbrada. Después nadó en aguas más procelosas cuando se detuvo en la figura del comandante Chávez, cuya “claridad meridional” alabó para anunciarlo como el creador de una “Patria Nueva”. Ya caemos en el terreno de las demasías, por supuesto, pero tampoco estamos ante algo que no hayan escuchado nuestros oídos en los últimos tiempos.
Sin embargo, después soltó afirmaciones que no deben salir de la boca de un miembro del gabinete ejecutivo, porque deben ser de la exclusividad del primer mandatario. Dijo: “Al igual que en 1823, hoy a siete años para conmemorar su bicentenario nos corresponde enfrentar con ímpetu, determinación y gallardía un nuevo y complejo escenario de batalla, fraguado por los enemigos de la Patria que no descansan en sus pretensiones de socavar la estabilidad política, económica y social de nuestro Estado. Sin embargo, esos perversos ataques, intimidaciones y amenazas, con énfasis en el terreno económico, no podrán quebrantar el espíritu indómito y combativo del heroico pueblo revolucionario, el mismo que ha sido llamado –una vez más– a llenarse de gloria y sellar con una grandiosa victoria la definitiva firmeza de nuestro país”.
La extralimitación no pudiera considerarse como tal debido a que frases como estas abundan en el vocabulario de la “revolución”, pero llama la atención por el hecho de que la exhiba sin rubor un hombre a quien se ha ascendido a la calidad de gerente supremo de la patria, o a algo parecido. El hecho de que el general Padrino se permita este tipo de alarde remite a una comunicación de prepotencia, a través de la cual pudiera pensarse cómo nos está indicando que tiene la sartén del mango. Especialmente cuando Maduro no se encuentra presente y permite semejante arenga de un uniformado, a quien le toca hablar de la batalla de Maracaibo y de las hazañas de Bolívar sin meterse en camisa de once varas.
Pero lo hizo porque se lo permitió el supuesto jefe, o porque no quería dejar dudas sobre la trascendencia de su autoridad. También, en último caso, para abrir la puerta a un tipo de cavilaciones como las que ahora se expresan aquí. El general Padrino no habló como ministro de la Defensa, sino como conductor supremo.
No comments:
Post a Comment