Ramón Escovar León
Los antiguos, que habían comprendido casí todo, sabían que
puede existir poesía en el acto de legislar; no casualmente
muchos mitos expresan que los poetas también fueron
los primeros legisladores.
puede existir poesía en el acto de legislar; no casualmente
muchos mitos expresan que los poetas también fueron
los primeros legisladores.
Claudio Magris
La literatura constituye un valioso apoyo en la interpretación de los asuntos jurídicos complejos. Esto se advierte de la lectura de obras tanto de la literatura universal como nacional, de las cuales es posible extraer elementos jurídicos para reflexionar sobre la relación que hay entre ellos. De manera que en la enseñanza del Derecho se pueden utilizar novelas, cuentos, crónicas, poemas, teatro y ensayos literarios para ampliar la visión sobre los casos de estudio. Por ejemplo, de El mercader de Venecia, de Shakespeare, se pueden extraer elementos que permitan estudiar los temas de la interpretación de los contratos y de la confrontación entre la interpretación literal de la ley y la búsqueda de la justicia; de El proceso de Kafka, aquellos que permitan estudiar los enredos que ocasionan las visiones formalistas y burocráticas de lo jurídico; de Doña Bárbara, de nuestro Rómulo Gallegos, se puede estudiar el asunto de los linderos que se conecta con temas como los juicios de deslinde y la acción reivindicatoria. La lista es interminable, pero –por ahora- basta con lo señalado. En todo caso, y como puede notarse, hay una conexión entre literatura y ley más estrecha de lo que parece a primera vista.
La relación entre Literatura y Derecho se ha visto, en la doctrina nacional y extranjera, desde tres perspectivas: el Derecho como literatura, la literatura en el Derecho y el Derecho en la literatura. Esta manera de abordar el tema ha sido tratada, entre muchos, por James Boyd White, Richard Posner, Ronald Dworkin, François Ost, Claudio Magris, Pedro Talabera y, en Venezuela, por la profesora Cosimina Pellegrino, quien inició estos estudios en el postgrado de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela. De notable importancia en esta materia son las reflexiones de Martha Nussbaun plasmadas en su obra Justicia poética, en la cual destaca que la imaginación de los jueces y juristas se puede desarrollar por medio de la literatura, y que esta puede estimular la agilidad mental del abogado.
Ahora bien, estas tres maneras de ver la relación entre Literatura y Derecho consiste resumidamente en lo siguiente: el derecho “como” literatura sugiere una interpretación literaria de la ciencia jurídica. Y es en el ámbito académico norteamericano donde ha tenido su mayor desarrollo. La literatura “en el Derecho” se refiere, como enseña Pedro Talavera, a “la presencia de una importante dimensión narrativa, incluso mitológica, en lo jurídico, que viene propiciada por la trascendencia que ha adquirido en el Derecho los principios (a través de la Constitución) y la jurisprudencia creadora (a través de la interpretación)”, y es en Europa donde ha tenido su impulso. Y, finalmente, el Derecho “en la literatura” se refiere a las obras literarias con sustrato jurídico, como ocurre con el Quijote, donde se encuentran numerosos ejemplos de violaciones a la justicia que el “Caballero de la Triste Figura” se ocupa de enmendar.
Lo que planteo aquí está relacionado, más bien, con la tercera postura que funciona como un espejo que refleja temas jurídicos en la literatura y, por eso, permite reflexionar sobre cómo puede la literatura contribuir a ampliar la imaginación y los criterios de interpretación de jueces y abogados. No obstante, es oportuno destacar que las diferencias entre la literatura y el Derecho son sustanciales. En primer lugar, el discurso jurídico es formalista, dogmático y se fundamenta en hechos concretos, lo que no deja mayor espacio para la imaginación. El discurso literario, por el contrario, se ampara en la imaginación y la creatividad. En segundo lugar, el mundo jurídico se basa en las conductas concretas de las personas a quienes se les atribuyen derechos y deberes. En cambio, la literatura cultiva la ambigüedad de sus personajes. Así ocurre en Papá Goriot, el protagonista de Balzac, puede ser un débil ante las ambiciones de sus hijas, o, más bien, un padre generoso y desprendido, según el punto de vista desde el que se mire.
Existen numerosos trabajos literarios que han utilizado nociones jurídicas. Walter Benjamin, por ejemplo, reflexiona sobre la violencia como fuente del Derecho en su ensayo titulado Sobre los orígenes de la violencia, que no vaciló en calificar de seminal. También lo hace Sófocles enAntígona; Dostoievski en Los hermanos Karamazov, además de la señalada mención a Cervantes y su Quijote, donde uno de los temas fundamentales es la justicia y la libertad; esto solo por nombrar algunos de los casos más representativos de la literatura universal.
Mención particular merece para los venezolanos la citada obra de Kafka, El proceso, obra que recoge literariamente lo que ocurre en los tribunales, mientras narra la historia de Joseph K. Lo que sucede en la novela es paradójico y hasta inverosímil, porque en el juicio seguido al personaje principal se invierte la carga de la prueba y también la presunción de inocencia. Joseph K es culpable porque sí y todo su caso se desarrolla al amparo de estos enredos incomprensibles. En los sistemas de Derecho, bien sea del Derecho común o del Derecho civil, toda persona se considera inocente salvo que se pruebe lo contrario. Sin embargo, en esta obra de Kafka, la situación es al revés. Además, no puede haber un delito si no está previsto en la ley (nullum crimen, nulla poena sine legge), pero esto tampoco funciona para Joseph K. Ante tal situación, el personaje no ve otra opción que apelar a influencias y a procedimientos reñidos con lo jurídico. El asunto no se resuelve, entonces, con la recta interpretación de la norma jurídica. Algo así ocurre en las sociedades donde impera la arbitrariedad y el abuso de poder.
En el sistema judicial, K no encuentra otra cosa que una burocracia pesada, corrompida, y el proceso se convierte en el primer obstáculo para la realización de la justicia. En verdad, podemos leer la novela de Kafka como una metáfora del rostro sombrío, contradictorio y absurdo de la justicia. Y estas enseñanzas son las que permiten a los venezolanos entender los juicios que se siguen a los presos políticos de la era chavista: procesos sin pruebas y cargados de formalismos que sirven para perseguir y restringir derechos. Siendo así el asunto, los juicios seguidos a la juez María Lourdes Afiuni y a Leopoldo López permiten evocar a Kafka como evidencia que en los sistemas arbitrarios la ficción literaria se puede convertir en realidad.
Sobre la base de lo señalado, es posible concluir que estudiar asuntos jurídicos a partir de casos tomados de la literatura puede fortalecer la imaginación y la creatividad para mejorar la interpretación y comprensión del Derecho y la búsqueda de la justicia. Por eso es conveniente que los estudios de Literatura y Derecho se deben incluir en los cursos de pregrado de nuestras Facultades de Derecho para ampliar y mejorar la capacidad argumentativa y expresiva de los abogados.
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