EN:
Milagros Socorro
Esta imagen de Ramón José Velásquez Mujica, (San Juan de Colón, Táchira, 28 de noviembre de 1916 – Caracas, 24 de junio de 2014), es tan inusual que su propio hijo, José Rafael Velásquez Betancourt, quien aparece aquí en actitud de alborozado juego con su padre, no la había visto hasta que se la enviamos para recabar sus comentarios.
Debe haber sido tomada en 1962, por un fotógrafo del Palacio de Miraflores, en uno de cuyos pasillos tiene lugar la escena. Es un momento distendido. Probablemente, la esposa de Velásquez, Ligia Margarita Betancourt Goicoechea, habría salido esa mañana con su niño para llevarlo al odontólogo o al pediatra, y de regreso habrían pasado por la oficina de papá en un momento en que este hacía un alto en su comprometida agenda. O quizá era el cumpleaños del pequeño y lo llevarían a almorzar.
José Rafael Velásquez no recuerda ese día. Nació en octubre de 1955, de manera que debía tener siete años. Lo que sí tiene claro es que él y sus tres hermanos veían poco a su padre cuando eran niños. “Su trabajo era muy absorbente. Salía de la casa antes de las 6 de la mañana y regresaba muy tarde en la noche. Incluso, en muchas oportunidades pernoctaba en el Palacio, porque en esa época hubo muchas asonadas e inquietud en los cuarteles, y cuando no se estaba gestando algún golpe real, había fuertes rumores. Tenía que estar en vigilia permanente hasta que lograban sofocar los levantamientos”.
Rómulo Betancourt tomó posesión de la Presidencia en febrero de 1959. Y desde ese momento,Ramón Velásquez lo acompañó en la Secretaría General de la Presidencia, desde donde desplegó una admirable labor cultural e institucional. En manos de Velásquez, la naciente democracia se aprestó a crear, tal como ha consignado en su página web el Barcelona Centre for International Affairs, el Archivo Histórico del Palacio de Miraflores (sede oficial del Ejecutivo venezolano), el Boletín del mismo Archivo y una obra historiográfica y compilatoria monumental, el Pensamiento Político Venezolano del siglo XIX, enciclopedia de quince tomos. “Todo ello se vino a añadir a un bagaje personal como ensayista sobre historia política nacional”.
–A esa edad —sigue José Rafael Velásquez— uno percibía que su papá era una persona importante. Fuera de la casa había escoltas armados, vehículos oficiales… Eso no lo había en las casas de los amigos. En junio de 1960, cuando Betancourt sufrió un atentado, fui con mis padres a visitarlo. Aunque eso ocurrió antes que el día de esta foto, nunca he olvidado al presidente de la república con las manos vendadas.
El hijo dice que en la Secretaría de la Presidencia, Velásquez recibió miles de personas en audiencia. “Llevaba la cuenta de cuántas personas había recibido y cuáles eran sus requerimientos”. Según relata José Rafael Velásquez, el presidente Betancourt le advirtió a su amigo y colega escritor que no lo había llevado a ese cargo para que le escribiera los discursos. “Decía que a él no le había ido mal con su propio estilo”. Hombre de consensos, que siempre gozó del respeto de sus contemporáneos, Velásquez fue escogido para esa posición, y así se lo hizo saber Betancourt, para que le acercara a esa parte del país que no lo quería.
—Tú tienes amigos entre los militares, la iglesia, los sindicalistas, en los partidos. Atiéndelos a todos, incluso a quienes me odian. No quiero volver al exilio… —dice José Rafael Velásquez que su padre le contó.
Por cierto, Ramón J. Velásquez no es que estuviera sin trabajo. En las mismas elecciones en las que Betancourt se convirtió en jefe del Estado, el tachirense había sido elegido senador por su estado y diputado por Miranda. Pero Betancourt lo quería cerca, a pocas puertas de su propio despacho. “Lo que no perdonaría el país es el sectarismo, Ramón. Nosotros entramos al Salón de los Espejos, en el Palacio de Miraflores, y nos vimos multiplicados. Pero, en realidad, éramos cuatro gatos”. Este es un recuerdo que Ramón J. le confió a su hijo.
En 1963, unos meses antes de concluir el periodo de gobierno de Rómulo Betancourt, su valioso colaborador dejó la Secretaría de la Presidencia —que sería ocupada por Mariano Picón Salas— y se incorporó al Congreso Nacional. Defensor de la descentralización, quería estar en el parlamento para promover la creación de la Corporación de Desarrollo de Los Andes, Corpoandes, que comenzó a funcionar en diciembre de 1964.
Diez años después de que Ramón Velásquez abandonara esa oficina, en 1973, recibió el Premio Nacional de Literatura por su libro “La caída del liberalismo amarillo”. Y treinta años después de aquella fecha, quien fuera gran periodista e historiador, se convirtió en presidente interino, electo por el Congreso Nacional para el período 1993-1994. El 4 de junio de 1993, cuando Ramón Velásquez tenía 76 años y era senador independiente por AD, los diputados y senadores reunidos en sesión conjunta de las dos cámaras del Congreso pusieron en sus hombros la primera magistratura, hasta el 2 de febrero de 1994, cuando debía terminar del período presidencial de cinco años para el que Carlos Andrés Pérez había sido electo, en diciembre de 1988. Ese padre que en la imagen hace cosquillas a su muchachito había logrado preservar la línea constitucional, contra los vientos más bravos.
El hombre que está recostado en la pared es el entonces asistente de Ramón J. Velásquez, “el señor Ramones”, recuerda José Rafael. “Por mucho tiempo visitó nuestra casa porque mi papá era el padrino de su hija. Se hicieron, pues, compadres”. Y el otro, cuyo nombre desconocemos, es un escolta.
♦♦♦
No comments:
Post a Comment