Sunday, January 29, 2017

Gustavo Coronel: Híbridos culturales como agentes de cambio para Venezuela


Estoy en los Estados Unidos desde 2003. En total he vivido en los Estados Unidos por cerca de 25 años, ya que en varias otras etapas de mi vida he estudiado y trabajado en este país que nuevamente me ha recibido con suma generosidad y donde he sido muy feliz, una felicidad diluida por  la trágica situación en la cual se encuentra la Venezuela que amo y en la cual he vivido más de 50 de mis 83 años, el resto en otros países.  Soy un híbrido cultural, ya que siendo venezolano de nacimiento he recibido influencias de este maravilloso país donde vivo hoy y de países europeos y asiáticos donde he pasado algunos años de mi vida.  El difunto me hubiera llamado un “pitiyanki”, porque para él no había nada genuino venezolano que no tuviera que ver con Elorza o con Maisanta. O, al menos, así nos lo hacía creer. Yo me he liberado de ese parroquialismo extremo y, paradójicamente, se lo debo a haber vivido en una pequeña comunidad, como era Los Teques en la década de 1940.  Aquel Los Teques era un pueblo de maravillas, donde había retretas, neblinas, muchachas hermosas y un permanente olor a pino mojado, todo ello propicio para hacernos soñar, para leer a Mann y a Hesse, para escuchar ópera y cultivar nuestros deseos de integrarnos al mundo. Éramos aldeanos universales.  
Con el arsenal cultural obtenido en Los Teques pude irme a estudiar a Nueva York y a Tulsa, Oklahoma En Nueva York me encontré con las maravillas de las comedias musicales de Broadway: Kiss me Kate, South Pacific, Oklahoma y The King and I, cuyos finales generalmente felices  me hicieron pensar que en la vida real todo siempre termina bien, así como me encontré en Oklahoma con gente decidida a resaltar lo mejor de mi personalidad, hasta el punto de que aún  mi acento a lo Cisco Kid era considerado “atractivo”.
Lo que quiero decir con esto es que no es malo llegar a ser un híbrido cultural. El ser humano debe estar abierto a recibir influencias beneficiosas, no importa de donde vengan.   Es que acaso todos no somos  habitantes del planeta Tierra?   Mezclé mi modelo tequeño, sin temor, con los modelos imperantes en otras  comunidades, con otras culturas y ello me fue de inestimable provecho Me convirtió en un optimista incurable.   
Mi transculturización me generó algunos problemas a mi regreso a Venezuela. Me reencontré con un país que  tenía grandes obstáculos para progresar, obstáculos que ya habían sido, en gran medida, resueltos en otros países.  Pensé que era relativamente fácil llevar a cabo un simple trasplante de actitudes y costumbres,  a fin de sembrar en Venezuela lo que había aprendido en USA. Pero descubrí que sembrar y ver surgir nuevas actitudes y costumbres es un proceso más lento que sembrar y cosechar cotoperíes. Mi impaciencia de joven comenzó a prevalecer sobre la paciencia con la cual esos procesos toman lugar (si es que algún día toman lugar). El enfrentamiento con murallas de resistencia cultural me convirtió en un rebelde (con causa), en un agente de cambio social , no para destruir lo hermoso que tenemos sino para tratar de introducir actitudes y costumbres que nos harían mejores.
Esa ha sido prioridad en mi vida, ser un agente de cambio social. Donde he trabajado y donde he vivido en Venezuela  he tratado  de introducir actitudes y métodos que pudieran funcionar mejor que algunas de las costumbres y actitudes  que nos han mantenido en el atraso. Ya sé que esto no es soplar y hacer botellas pero también sé que no estoy solo, que hay miles de venezolanos empeñados en esta misma batalla por cambiar el rostro atrasado y dependiente de nuestro país.
En esa batalla hemos sufrido dolorosas derrotas y, en especial, los últimos 17 años han sido terribles. Y, sin embargo, es necesario que todos estemos seguros y confiados  que esta es una batalla que ganaremos. Venezuela será un país civilizado, de gente empeñosa, honesta, trabajadora y socialmente solidaria. La negra etapa que impera hoy,  caracterizada por la mendicidad como manera de sobrevivir, será superada. Seremos un país de gente mayoritariamente digna y trabajadora, dueña de nuestro destino, impermeable a las promesas necias de cualquier demagogo acomplejado.
Sin embargo, para llegar allá deberemos enfrentarnos con decisión a quienes hoy o mañana pretenden convertirnos en un país  de esclavos. Nunca deberemos coexistir pacíficamente con regímenes que combinan ineficiencia y corrupción con intentos de perpetuarse en el poder. Contra esos intentos no caben diálogos, negociaciones o acomodos que solamente tendrían el efecto de rebajarnos en el plano moral al nivel de las pandillas.
La diáspora venezolana de hoy, sin precedentes en nuestra historia, es triste pero tiene una potencial cualidad redentora. Los híbridos culturales tienen excelentes posibilidades de regresar a Venezuela convertidos en agentes de cambio social. Con su concurso el país podrá, algún día, dejar atrás la mediocridad y su visión cómoda de la vida para convertirse en un país de ciudadanos progresistas y responsables. Esa es mi apuesta de hoy domingo, mientras escucho música de Francis Poulenc, oír aquí:https://www.youtube.com/watch?v=GETFcTMU1JA

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