Adolfo P. Salgueiro
Tener en cuenta el pasado sirve para ayudar a entender el presente, y a su vez el análisis del presente puede ser útil para prepararse para el futuro. La reflexión viene a cuenta porque en estos días estamos terminando de leer un magnífico libro titulado Eisenhower-Los años en la Casa Blanca de Jim Newton y, paralelamente, en la prensa de las últimas semanas se ha reseñado –no como noticias de primera página– la situación que ocurre en Gambia, país en la costa occidental de África. Se preguntará el lector que tienen estos dos temas tan separados en tiempo y distancia que pueda ser de interés para los venezolanos. Veamos.
En 1954 el presidente de Estados Unidos era el general Dwight Eisenhower. Reinaba en aquel país una paranoia anticomunista liderada por el senador Joseph McCarthy (macartismo), era secretario de Estado John Foster Dulles (abogado de la United Fruit Co., la transnacional más grande operando en Guatemala y toda Centroamérica) el presidente del país era Jacobo Arbenz, un militar que había llegado al cargo en las elecciones de 1950. Arbenz no era comunista él, pero por circunstancias de la política había permitido que dirigentes de esa ideología adquirieran importancia en la conducción del Estado constituyéndose en el primer foco de penetración comunista en el hemisferio occidental, que los norteamericanos consideraban área de su influencia exclusiva en esos años de la Guerra Fría y, por tanto, no estaban dispuestos a tolerar.
Es en ese ambiente cuando se produce la expropiación de la United Fruit Co. a la que se le ofreció un pago irrisorio generándose tensiones que encendieron una luz de alarma en Washington que interpretó la acción como el posible inicio de un proceso de desestabilización comunista que pudiera extenderse al resto del continente en detrimento de sus intereses hegemónicos por lo que –como se estilaba entonces– la CIA planificó y financió en junio de 1954 la invasión de un contingente de soldados que respondían al mando del entonces capitán Carlos Castillo Armas, que en pocos días logró la caída de Arbenz y lo sustituyó por una junta, y finalmente la entrega de la presidencia a Castillo Armas, quien llevó a cabo un régimen destinado a retrotraer los tímidos avances sociales logrados durante los años anteriores. Castillo Armas fue asesinado en el palacio presidencial en julio de 1957 por un soldado de su guardia personal en confuso episodio aún no aclarado.
El segundo y actual episodio al que aludimos en el inicio de estas líneas es el que tiene lugar precisamente en estos mismos días en Gambia, pequeño país del África occidental de apenas 12.000 km2, que suele ser frecuente escala de tránsito para las drogas que salen de Venezuela rumbo a Europa. Durante 2 décadas mandó allí Yahya Jammeh, militar golpista aliado de Chávez, beneficiario de la construcción de viviendas con fondos venezolanos cuando Caracas se postuló sin éxito en 2010 para ocupar un puesto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y que logró hacerse reelegir varias veces hasta que tuvo que medirse otra vez en 2016 y perdió ante su oponente Adama Barrow. Pues, hete aquí que Jammeh decidió que tal resultado no era de su agrado, que el pueblo es a él a quien quiere y demás excusas que mucho conocemos en Venezuela. Barrow se juramentó en el exilio y los africanos de la organización regional que los agrupa resolvieron con muy poca dilación enviar 4.000 efectivos militares para exigir el respeto a la voluntad popular expresada por el voto. No terminaron los soldados expedicionarios de cruzar la frontera gambiana cuando los propios “enchufados” de Jammeh le expresaron que era mejor salvar el pellejo huyendo lo más rápido posible, lo cual ocurrió de seguidas.
Por eso dijimos al principio que la historia puede arrojar lecciones y que el acontecer presente también puede ayudar a esclarecer alternativas. Así como dicen las Escrituras y tal como lo citaba con frecuencia el Comandante Eterno, “el que tiene oídos que oiga y el que tiene ojos que vea”. Porsia…
No comments:
Post a Comment