El líder fundamental puede pasar de una rabia prebélica al abrazo cordial con su enemigo
ELIDES J. ROJAS L. | EL UNIVERSAL
miércoles 17 de agosto de 2011 12:00 AM
Las estrategias de micomandante para mantenerse en el poder han presentado infinidad de variantes en todos estos casi 13 años de fraude revolucionario. Todo depende de cómo se encuentren las encuestas, y, especialmente, en materia internacional cómo estima que está la percepción sobre su imagen.
Ya se sabe que tiene una base complicada en tiempos de modernidad democrática y de globalización, no solamente en el ámbito económico sino también en materia de instituciones multilaterales. Eso, aunque parezca mentira, sí influye en la forma de conducirse de micomandantepresidente. Habla mucho, es verdad, pero es de la boca para afuera. Que si nos vamos de la OEA, que aquí huele a azufre, que Interpol es una porquería, que la Corte Penal es de la burguesía, que las sanciones internacionales son agresiones del imperio. Y así. A la hora de la verdad recoge, siempre recoge.
La habladera termina el mismo día en que siente que pasó la raya amarilla y el vagón del metro viene a 200. Eso es automático. Salto atrás y a ponerse a buen resguardo. No más gamelote por un buen tiempo, aunque al final retoma la pose de aguerrido irreductible. Pero sobran ejemplos de dónde pueden terminar estos líderes con estos estilos de machos criollos, pelo en pecho, vernáculos de fuete en la derecha y revolver en la izquierda. Gadafi, por ejemplo. Mubarak, por ejemplo. Saddam, por ejemplo. Es decir, alfalfa pura, papilas en acción.
Es un asunto de sentido común. Si usted es militar, intentó llegar por la vía de un golpe al poder, hace lo que quiere con las instituciones, vuelve carne mechada la Constitución, usa al Poder Judicial como un dardo, manda a poner presos a jueces y opositores por televisión, confisca bienes, amenaza, se declara comunista, dice que Fidel Castro es su guía y padre, miente, manipula, y, para rematar, se junta con la escoria mundial, hace negocios con cuanto malandro y terrorista se le acerque; bueno, la pone difícil a la hora de explicarle al mundo que usted es en verdad un estadista, un demócrata, un custodio de la las leyes y las instituciones, un cultor del pluralismo. Es que ni la más grande corporación de comunicaciones del mundo, con todos los dólares que pueda pagar, podrá cambiar la imagen de dictador y tramposo que muy bien se está labrando. Esto en realidad no es un problema de relaciones públicas. Es un problema de hechos y acciones.
De allí que a veces, hable de amor, de democracia. O se ponga aterciopelado, capaz de hablar de diálogo, de vida. Manda a esconder el rojo, el socialismo y el disfraz de militar por algunos días. Es el retroceso estratégico. El brinco sobre la raya amarilla, no vaya a ser que el metro se lo lleve.
Ya se sabe que tiene una base complicada en tiempos de modernidad democrática y de globalización, no solamente en el ámbito económico sino también en materia de instituciones multilaterales. Eso, aunque parezca mentira, sí influye en la forma de conducirse de micomandantepresidente. Habla mucho, es verdad, pero es de la boca para afuera. Que si nos vamos de la OEA, que aquí huele a azufre, que Interpol es una porquería, que la Corte Penal es de la burguesía, que las sanciones internacionales son agresiones del imperio. Y así. A la hora de la verdad recoge, siempre recoge.
La habladera termina el mismo día en que siente que pasó la raya amarilla y el vagón del metro viene a 200. Eso es automático. Salto atrás y a ponerse a buen resguardo. No más gamelote por un buen tiempo, aunque al final retoma la pose de aguerrido irreductible. Pero sobran ejemplos de dónde pueden terminar estos líderes con estos estilos de machos criollos, pelo en pecho, vernáculos de fuete en la derecha y revolver en la izquierda. Gadafi, por ejemplo. Mubarak, por ejemplo. Saddam, por ejemplo. Es decir, alfalfa pura, papilas en acción.
Es un asunto de sentido común. Si usted es militar, intentó llegar por la vía de un golpe al poder, hace lo que quiere con las instituciones, vuelve carne mechada la Constitución, usa al Poder Judicial como un dardo, manda a poner presos a jueces y opositores por televisión, confisca bienes, amenaza, se declara comunista, dice que Fidel Castro es su guía y padre, miente, manipula, y, para rematar, se junta con la escoria mundial, hace negocios con cuanto malandro y terrorista se le acerque; bueno, la pone difícil a la hora de explicarle al mundo que usted es en verdad un estadista, un demócrata, un custodio de la las leyes y las instituciones, un cultor del pluralismo. Es que ni la más grande corporación de comunicaciones del mundo, con todos los dólares que pueda pagar, podrá cambiar la imagen de dictador y tramposo que muy bien se está labrando. Esto en realidad no es un problema de relaciones públicas. Es un problema de hechos y acciones.
De allí que a veces, hable de amor, de democracia. O se ponga aterciopelado, capaz de hablar de diálogo, de vida. Manda a esconder el rojo, el socialismo y el disfraz de militar por algunos días. Es el retroceso estratégico. El brinco sobre la raya amarilla, no vaya a ser que el metro se lo lleve.
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