ARGELIA RÍOS | EL UNIVERSAL
viernes 26 de agosto de 2011 12:00 AM
La coincidencia es funesta. El caso Libia y la infausta enfermedad del Presidente han convergido en un mismo vértice: el despropósito que significan las reelecciones indefinidas. La reacción del oficialismo no ha podido ser más axiomática: aunque suele desestimar al país, la cofradía roja teme a que los ciudadanos hagan inferencias lógicas alrededor de las desviaciones en que incurren los administradores del poder, cuando se prolonga el privilegio de detentarlo.
A Gadafi no se le hizo suficiente haber retenido el poder en sus manos durante 42 años: a cualquiera -hasta al observador más descuidado- debería llamarle la atención el modo como ha luchado, él y su familia, para conservar a Libia bajo su dominio. La tragedia de ese país no es distinta a la de otros que, teniendo sus propias particularidades, han sido expuestas a un verdadero baño de sangre, producto de la codicia de quienes, creyéndose "dueños y señores" de una hacienda, se niegan a aceptar que su tiempo histórico se ha extinguido.
Verse en el espejo de Libia es útil en nuestra circunstancia. El hecho de que una docena de generalotes psuvistas anden en plan de intimidación, no pasa desapercibido. De la misma manera en que Gadafi lleva meses atacando desde su línea de fuego, estos soles de nuestra FAN pretenden anunciarnos una violencia similar a la de Libia, si acaso se diera en Venezuela lo que ha dado en llamarse "una primavera criolla", ya sea antes, durante o después de las elecciones de 2012...
A todas luces, no es poca la inquietud de la familia Chávez ni de todos quienes representan a su congregación. Los exégetas de las escrituras bolivarianas se están viendo retratados en esa pintura coloreada en rojo en que se convirtió Libia, desde que las revueltas populares comenzaron a exigir la salida de quien una vez fue su líder indiscutible. Es obvio que se ven ese espejo: y es obvio también que lo que éste refleja es una terca dificultad para "potabilizar" la reelección del "hiperlíder" venezolano.
El afán por apropiarse de un país -de la manera como Gadafi, junto a sus hijos y toda su corte lo han hecho- ha quedado expuesto en las vitrinas nacionales: allí mismo donde se encuentra exhibida la ambición de un hombre enfermo negado a aceptar la sentencia dictada por la naturaleza... El veredicto que ella ha emitido contrasta radicalmente con la ambición de poder del presidente Chávez, quien desestima la inteligencia del Soberano al intentar mostrar una salud invulnerable a los designios del destino, que ya colocan a Venezuela en el camino hacia una inevitable transición. Esa transición, por cierto, no la impedirá la docena de militarotes cuyas amenazas sólo es reflejo de que la FAN institucional les detesta con iracundia.
A Gadafi no se le hizo suficiente haber retenido el poder en sus manos durante 42 años: a cualquiera -hasta al observador más descuidado- debería llamarle la atención el modo como ha luchado, él y su familia, para conservar a Libia bajo su dominio. La tragedia de ese país no es distinta a la de otros que, teniendo sus propias particularidades, han sido expuestas a un verdadero baño de sangre, producto de la codicia de quienes, creyéndose "dueños y señores" de una hacienda, se niegan a aceptar que su tiempo histórico se ha extinguido.
Verse en el espejo de Libia es útil en nuestra circunstancia. El hecho de que una docena de generalotes psuvistas anden en plan de intimidación, no pasa desapercibido. De la misma manera en que Gadafi lleva meses atacando desde su línea de fuego, estos soles de nuestra FAN pretenden anunciarnos una violencia similar a la de Libia, si acaso se diera en Venezuela lo que ha dado en llamarse "una primavera criolla", ya sea antes, durante o después de las elecciones de 2012...
A todas luces, no es poca la inquietud de la familia Chávez ni de todos quienes representan a su congregación. Los exégetas de las escrituras bolivarianas se están viendo retratados en esa pintura coloreada en rojo en que se convirtió Libia, desde que las revueltas populares comenzaron a exigir la salida de quien una vez fue su líder indiscutible. Es obvio que se ven ese espejo: y es obvio también que lo que éste refleja es una terca dificultad para "potabilizar" la reelección del "hiperlíder" venezolano.
El afán por apropiarse de un país -de la manera como Gadafi, junto a sus hijos y toda su corte lo han hecho- ha quedado expuesto en las vitrinas nacionales: allí mismo donde se encuentra exhibida la ambición de un hombre enfermo negado a aceptar la sentencia dictada por la naturaleza... El veredicto que ella ha emitido contrasta radicalmente con la ambición de poder del presidente Chávez, quien desestima la inteligencia del Soberano al intentar mostrar una salud invulnerable a los designios del destino, que ya colocan a Venezuela en el camino hacia una inevitable transición. Esa transición, por cierto, no la impedirá la docena de militarotes cuyas amenazas sólo es reflejo de que la FAN institucional les detesta con iracundia.
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