OSWALDO PÁEZ-PUMAR | EL UNIVERSAL
lunes 11 de febrero de 2013 12:00 AM
Un quebranto de salud tan repentino como breve me mantuvo en casa durante todo el día 4 de febrero, gracias a Dios, porque mi único contacto con la celebración de la efeméride fue el ruido de los aviones, que me hizo evocar la "efemeridita" del 27 de noviembre. Los golpistas celebran el golpe y acusan a sus adversarios de golpistas. Hay golpes buenos y malos.
En realidad cuando se le pone atención al discurso (por llamarlo de algún modo: Unamuno dixit) de Chávez pareciera que desde 1830 cuando se produjo la separación de Colombia hasta el 23 de enero de 1958 hubo una sucesión de gobiernos originados en "el golpe" contra Bolívar, por el que anatematiza a José Antonio Páez aunque le haya dado nacimiento a la República de Venezuela, de ahí su empeño en cambiarle el nombre; y no obstante que Castro, su mentor político, le destacó la importancia de Páez, pero sus prejuicios infantiles y juveniles de una historia mal aprendida le impiden reflexionar y salirse de sus clichés.
Esa continuidad de gobiernos en contra de Bolívar extrañamente se detiene el 23 de enero pero no porque no continúen rigiendo, sino porque en el discurso chavista a partir de ahí nace la IV República, la de los gobiernos civiles, división que los historiadores encuentran arbitraria y disparatada, pero que para mi gusto es deliciosa, pues la diferencia de la etapa de los caudillos que hablaron de democracia más por la necesidad de satisfacer al subconsciente colectivo que por gusto propio hacia ella, pero sobre todo permite diferenciarla de esta V, un disfraz de democracia con vocación antirrepublicana y totalitaria que se nutre de comunismo y fascismo.
A esa absurda celebración se le abrió la puerta el 4 de febrero de 1999 con un desfile de la FAN, que se había hecho tradicional para rendir honor al nuevo presidente y que por lo tanto debió ser el 2 y no el 4, cuando tampoco se juramentó para tomar posesión del cargo ya que el contenido del juramento lo establece la ley y no quien jura, aunque bien mirado, tratándose de un perjuro es poco lo que agrega.
Entre las infamias de las que da cuenta la historia de la humanidad y que Borges compendiara para solaz de sus lectores, ninguna como ésta tiene además la característica de estúpida. Quieren elevar a victoria la derrota. Es como si los franceses en su apología de Napoleón en lugar de conmemorar Austerlitz conmemoraran Waterloo; o que nosotros los venezolanos en lugar de celebrar Carabobo, celebrásemos los palos que nos dio Boves en La Puerta.
En realidad cuando se le pone atención al discurso (por llamarlo de algún modo: Unamuno dixit) de Chávez pareciera que desde 1830 cuando se produjo la separación de Colombia hasta el 23 de enero de 1958 hubo una sucesión de gobiernos originados en "el golpe" contra Bolívar, por el que anatematiza a José Antonio Páez aunque le haya dado nacimiento a la República de Venezuela, de ahí su empeño en cambiarle el nombre; y no obstante que Castro, su mentor político, le destacó la importancia de Páez, pero sus prejuicios infantiles y juveniles de una historia mal aprendida le impiden reflexionar y salirse de sus clichés.
Esa continuidad de gobiernos en contra de Bolívar extrañamente se detiene el 23 de enero pero no porque no continúen rigiendo, sino porque en el discurso chavista a partir de ahí nace la IV República, la de los gobiernos civiles, división que los historiadores encuentran arbitraria y disparatada, pero que para mi gusto es deliciosa, pues la diferencia de la etapa de los caudillos que hablaron de democracia más por la necesidad de satisfacer al subconsciente colectivo que por gusto propio hacia ella, pero sobre todo permite diferenciarla de esta V, un disfraz de democracia con vocación antirrepublicana y totalitaria que se nutre de comunismo y fascismo.
A esa absurda celebración se le abrió la puerta el 4 de febrero de 1999 con un desfile de la FAN, que se había hecho tradicional para rendir honor al nuevo presidente y que por lo tanto debió ser el 2 y no el 4, cuando tampoco se juramentó para tomar posesión del cargo ya que el contenido del juramento lo establece la ley y no quien jura, aunque bien mirado, tratándose de un perjuro es poco lo que agrega.
Entre las infamias de las que da cuenta la historia de la humanidad y que Borges compendiara para solaz de sus lectores, ninguna como ésta tiene además la característica de estúpida. Quieren elevar a victoria la derrota. Es como si los franceses en su apología de Napoleón en lugar de conmemorar Austerlitz conmemoraran Waterloo; o que nosotros los venezolanos en lugar de celebrar Carabobo, celebrásemos los palos que nos dio Boves en La Puerta.
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