LUIS OLIVEROS B. | EL UNIVERSAL
lunes 4 de febrero de 2013 12:00 AM
Al momento de escribir estas líneas no habían sido anunciadas las medidas más importantes del tradicional paquetazo a la venezolana que la revolución adoptará próximamente, y en donde la devaluación parece ser la estrella principal (existe una probabilidad bastante baja que no sea tomada esa medida y dependerá de la proximidad de las elecciones presidenciales).
En la casi totalidad de los casos, las devaluaciones se generan cuando un gobierno emprende erradas políticas económicas, ineficaces para mantener estable el valor de su moneda, promotoras de tasas de inflación superiores a las de sus socios comerciales y que a la larga generarán desequilibrios en el mercado de divisas. Prueba de esto, y guiándonos por un indicador tan sencillo como el índice Big Mac, nos encontramos con que Venezuela, según la Revista The Economist, cuenta hoy con la tasa de cambio más sobrevaluada del mundo, alcanzando dicha sobrevaluación un 108% (la mayoría de los países emergentes presentan niveles de subvaloración en sus tipos de cambio cercanos al 30%). Claramente estos niveles son insostenibles en el tiempo y todo indica que debe producirse una devaluación para ajustar esa brecha.
Llama poderosamente la atención que a la devaluación desde el Gobierno la llamen "ayuda al exportador". ¿Realmente una devaluación incentiva las exportaciones no petroleras (que son las que en teoría necesitan una ayudadita)?, veamos solo dos datos al respecto: 1- Las exportaciones no petroleras (No-Petroleras) en Venezuela pasaron de $5.529 millones en 1998 a $3.719millones en 2012, lo que representa una caída del 33% (y su peso dentro de las exportaciones totales cayó de 30% a 5%); 2- cuando llegó el presidente Chávez al poder (febrero 1999) la tasa de cambio estaba en Bs. 0,577/$, mientras que hoy está en Bs. 4.3/$, lo que significa un aumento de 645% (ese número es muchísimo mayor si comparamos el nivel de 1999 con la famosa tasa Voldemort). Lo anterior nos dice que en 14 años tuvimos una devaluación muy grande de nuestra tasa de cambio y una fuerte caída en las exportaciones no petroleras. Está más que demostrado que en Venezuela la devaluación NO ayuda al sector exportador no petrolero. Las devaluaciones en este país se hacen por motivos fiscales, para generarle más bolívares al Gobierno (por cada dólar que cambie recibirá más bolívares a una mayor tasa) y licuar deuda interna (valdrá menos en términos de dólares).
Si el gobierno de nuestro país es el principal beneficiario de la devaluación (junto con Pdvsa y las clases sociales más acomodadas), ¿quién es el más perjudicado?, como siempre será el venezolano promedio, el cual verá cómo su calidad de vida se desmejora al incrementarse la inflación y disminuir su poder de compra. La devaluación funciona como un impuesto, quitándoles en términos reales capacidad adquisitiva a quienes no tengan ingresos o activos en divisas.
Si bien es cierto que desde el punto de vista técnico-económico nuestra actual situación requiere con urgencia una devaluación, desde el punto de vista social esa acción es sumamente perjudicial, más si en el país existe un férreo control de cambio que no le ha permitido a la población diversificar sus ahorros con la compra de divisas. La devaluación tiene un único culpable, y pero aún es que la tardanza en su ejecución empeora el panorama.
En la casi totalidad de los casos, las devaluaciones se generan cuando un gobierno emprende erradas políticas económicas, ineficaces para mantener estable el valor de su moneda, promotoras de tasas de inflación superiores a las de sus socios comerciales y que a la larga generarán desequilibrios en el mercado de divisas. Prueba de esto, y guiándonos por un indicador tan sencillo como el índice Big Mac, nos encontramos con que Venezuela, según la Revista The Economist, cuenta hoy con la tasa de cambio más sobrevaluada del mundo, alcanzando dicha sobrevaluación un 108% (la mayoría de los países emergentes presentan niveles de subvaloración en sus tipos de cambio cercanos al 30%). Claramente estos niveles son insostenibles en el tiempo y todo indica que debe producirse una devaluación para ajustar esa brecha.
Llama poderosamente la atención que a la devaluación desde el Gobierno la llamen "ayuda al exportador". ¿Realmente una devaluación incentiva las exportaciones no petroleras (que son las que en teoría necesitan una ayudadita)?, veamos solo dos datos al respecto: 1- Las exportaciones no petroleras (No-Petroleras) en Venezuela pasaron de $5.529 millones en 1998 a $3.719millones en 2012, lo que representa una caída del 33% (y su peso dentro de las exportaciones totales cayó de 30% a 5%); 2- cuando llegó el presidente Chávez al poder (febrero 1999) la tasa de cambio estaba en Bs. 0,577/$, mientras que hoy está en Bs. 4.3/$, lo que significa un aumento de 645% (ese número es muchísimo mayor si comparamos el nivel de 1999 con la famosa tasa Voldemort). Lo anterior nos dice que en 14 años tuvimos una devaluación muy grande de nuestra tasa de cambio y una fuerte caída en las exportaciones no petroleras. Está más que demostrado que en Venezuela la devaluación NO ayuda al sector exportador no petrolero. Las devaluaciones en este país se hacen por motivos fiscales, para generarle más bolívares al Gobierno (por cada dólar que cambie recibirá más bolívares a una mayor tasa) y licuar deuda interna (valdrá menos en términos de dólares).
Si el gobierno de nuestro país es el principal beneficiario de la devaluación (junto con Pdvsa y las clases sociales más acomodadas), ¿quién es el más perjudicado?, como siempre será el venezolano promedio, el cual verá cómo su calidad de vida se desmejora al incrementarse la inflación y disminuir su poder de compra. La devaluación funciona como un impuesto, quitándoles en términos reales capacidad adquisitiva a quienes no tengan ingresos o activos en divisas.
Si bien es cierto que desde el punto de vista técnico-económico nuestra actual situación requiere con urgencia una devaluación, desde el punto de vista social esa acción es sumamente perjudicial, más si en el país existe un férreo control de cambio que no le ha permitido a la población diversificar sus ahorros con la compra de divisas. La devaluación tiene un único culpable, y pero aún es que la tardanza en su ejecución empeora el panorama.
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