ADOLFO P. SALGUEIRO| EL UNIVERSAL
sábado 25 de enero de 2014 12:00 AM
El título que usted acaba de leer no puede ser más improcedente. ¿Imagina usted al gobierno de Estados Unidos solicitando en una reunión del Nafta (área de libre comercio EEUU-Canadá-México) que se incluya o invite al Estado venezolano del Zulia a formar parte de aquella asociación de países? Definitivamente luciría no solo como producto de una alucinación patológica sino como una provocación política intolerable dentro de las reglas mínimas de convivencia internacional.
Pues bien, algo exactamente igual es lo que ha anunciado el Sr. Maduro, presidente de Venezuela, que piensa proponer en la próxima cumbre de la Celac que se llevará a cabo en La Habana hacia fin de este mes. Va a pedir que Puerto Rico sea admitido en dicha organización, que se le extiendan los privilegios de Petrocaribe y un poco de cosas tan insólitas que dejarían a uno con la boca abierta de no ser que hace tiempo ya que se ha agotado nuestra capacidad de sorpresa. Y -lo que es peor- parece que otro Gobierno, el de Argentina, desquiciado también por un delirio, es capaz de secundar tamaña insensatez lo que permite suponer que en la cumbre presidencial pudiera producirse algún otro apoyo aunque dudamos que la propuesta pueda aprobarse. Y si se aprobara no vemos cómo una entidad como Puerto Rico, que no es un Estado con personalidad jurídica internacional, pudiera adherirse.
No se trata aquí de pronunciarse acerca de si Puerto Rico merece o desea ser independiente. Ese tema ha sido suficientemente debatido y resuelto por los mismo puertorriqueños que una y otra vez, en votaciones absolutamente libres y democráticas, han expresado su voluntad de pertenecer a Estados Unidos en calidad de Estado Libre Asociado. El partido político que promueve la independencia participa en todas las elecciones y no supera el 5% de los votos.
De lo que se trata es de definir si nuestro Gobierno -o cualquier otro- tiene el derecho de intervenir en los asuntos internos de Estados Unidos promoviendo o fomentando actitudes reñidas con la soberanía norteamericana. Igual pudieran mañana fomentar la independencia de Florida, California o Nueva York donde los latinos constituyen parte importante de la población y -en todo caso- los habitantes de las jurisdicciones involucradas ni han solicitado ni existe en ellas asomo alguno de deseo ni necesidad de adherirse a esquemas económicos o políticos ajenos.
Anticipamos desde ya la catarata de emails y comentarios que estas líneas generarán acusando al autor de asalariado del "imperio", pitiyanqui y demás calificativos de los que hoy están de moda para descalificar a quienes piensen distinto cuando en realidad, una vida en la docencia universitaria, con varios lustros en la jefatura de la cátedra Derecho Internacional Público en la UCAB y suficiente experiencia política en la materia hace ver que la intervención en los asuntos internos de otros estados -salvo en la materia de Derechos Humanos o causas humanitarias- es ilícita y universalmente rechazada. Más aún, nuestro Gobierno es y ha sido desde el principio un celosísimo guardián de ese principio. ¿O no?
Pues bien, algo exactamente igual es lo que ha anunciado el Sr. Maduro, presidente de Venezuela, que piensa proponer en la próxima cumbre de la Celac que se llevará a cabo en La Habana hacia fin de este mes. Va a pedir que Puerto Rico sea admitido en dicha organización, que se le extiendan los privilegios de Petrocaribe y un poco de cosas tan insólitas que dejarían a uno con la boca abierta de no ser que hace tiempo ya que se ha agotado nuestra capacidad de sorpresa. Y -lo que es peor- parece que otro Gobierno, el de Argentina, desquiciado también por un delirio, es capaz de secundar tamaña insensatez lo que permite suponer que en la cumbre presidencial pudiera producirse algún otro apoyo aunque dudamos que la propuesta pueda aprobarse. Y si se aprobara no vemos cómo una entidad como Puerto Rico, que no es un Estado con personalidad jurídica internacional, pudiera adherirse.
No se trata aquí de pronunciarse acerca de si Puerto Rico merece o desea ser independiente. Ese tema ha sido suficientemente debatido y resuelto por los mismo puertorriqueños que una y otra vez, en votaciones absolutamente libres y democráticas, han expresado su voluntad de pertenecer a Estados Unidos en calidad de Estado Libre Asociado. El partido político que promueve la independencia participa en todas las elecciones y no supera el 5% de los votos.
De lo que se trata es de definir si nuestro Gobierno -o cualquier otro- tiene el derecho de intervenir en los asuntos internos de Estados Unidos promoviendo o fomentando actitudes reñidas con la soberanía norteamericana. Igual pudieran mañana fomentar la independencia de Florida, California o Nueva York donde los latinos constituyen parte importante de la población y -en todo caso- los habitantes de las jurisdicciones involucradas ni han solicitado ni existe en ellas asomo alguno de deseo ni necesidad de adherirse a esquemas económicos o políticos ajenos.
Anticipamos desde ya la catarata de emails y comentarios que estas líneas generarán acusando al autor de asalariado del "imperio", pitiyanqui y demás calificativos de los que hoy están de moda para descalificar a quienes piensen distinto cuando en realidad, una vida en la docencia universitaria, con varios lustros en la jefatura de la cátedra Derecho Internacional Público en la UCAB y suficiente experiencia política en la materia hace ver que la intervención en los asuntos internos de otros estados -salvo en la materia de Derechos Humanos o causas humanitarias- es ilícita y universalmente rechazada. Más aún, nuestro Gobierno es y ha sido desde el principio un celosísimo guardián de ese principio. ¿O no?
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