CARLOS
BLANCO
Cuando
Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado plantearon el Acuerdo
Nacional para la Transición, no faltó el desacuerdo, el prejuicio y la
descalificación. Por su parte, los voceros del régimen, con ciertas
manifestaciones de pánico, asociaron como de costumbre tal planteamiento a la
idea de un golpe. El tiempo ha hecho su oficio y hoy en día hasta los más
prejuiciados admiten aunque solo sea en sus conciliábulos que se está en
transición.
Hay
transición, porque dentro del régimen se busca un reacomodo de fuerzas. El
correo de las brujas transmite la noticia de las fuerzas emergentes que
intentan condicionar lo que hace o deja de hacer Maduro, o que pudieran
eventualmente sustituirlo con un nuevo elenco rojo. El papel estelar que ha
asumido Diosdado Cabello no solo está ligado a su defensa sino que ahora define
la política del régimen más allá del ámbito doméstico. El general Miguel
Rodríguez Torres también parece andar en la línea de promover la
reestructuración del régimen con la bandera de la eliminación de los colectivos
armados paramilitares, aunque no las tiene todas consigo por haber sido el
autor de la brutal represión de 2014. Maduro, por su lado, se desliza en el
tobogán del desamparo, cuando se ha convertido en el culpable de todo, tanto
para opositores como para chavistas, aunque no deja de resultar notable la
zanganería de quienes absuelven a Chávez para condenar a Maduro. Esta
descomposición interna del régimen también se expresa en las sucesivas caídas
de Jorge Giordani y del grupo de izquierda que lo acompañaba, así como la de
Rafael Ramírez y su corte de querubines, diestros en exuberantes juegos
contables.
Hasta el
machete de Negro Primero sabe que el proceso está enderezado hacia un cambio
inevitable. Si es rojo, azul o morado, nadie lo puede predecir, pero de que
viene, viene.
El solo
anuncio de las elecciones es un catalizador del proceso. A precios de hoy el
régimen vuelve –como otras veces– a estar en minoría, pero –a diferencia de
otras veces– todo el mundo lo sabe y lo admite. A precios de hoy lo que viene
es una rotunda victoria opositora y el régimen solo se ve con probabilidades de
ganar mediante un colosal fraude. No es de negar que la magia de medidas
populistas pueda tener algún efecto, pero hoy se ven como difíciles dada la
crisis económica.
La perspectiva electoral acelera
la transición hacia la democracia. Por eso es tan importante derrotar
políticamente al régimen antes –impidiéndole el fraude y el ventajismo– para
poder derrotarlo electoralmente.
Vía
El Nacional
Que pasa Margarita
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