A estas alturas mucha gente –entre ellos Maduro y Cabello– debe ser consciente de que la oposición le va a dar una tunda al chavismo el día 6. Los conocedores hacen cálculos que van desde los dos tercios hasta una diferencia de unos treinta diputados de más a favor de la MUD. Eso sin contar los narcosobrinos y las locuras que anda vociferando la desesperación (“Lorenzo Mendoza es el diablo”, Nicolás Maduro). La sobriedad y el silencio opositor, a ratos excesivos, potenciados por la hegemonía comunicacional (el uso ilegal del aparato mediático estatal sumado a la sumisión perruna de los medios privados comprados o domesticados), esa parquedad, decimos, a lo mejor es un buen antídoto al desafinado estruendo gubernamental. Esas cosas pasan y pesan, ¿se sabe que la alegría derrotó la sordidez criminal de Pinochet?
Pero a la vez también todos estamos al acecho de los zarpazos del animal herido. Podrían ser feroces. En especial, diría yo, el día mismo de las elecciones en que multipliquen la delincuencia electoral: motos amenazadoras, colectivos armados, presiones sobre los votantes retrasados o díscolos, eliminación violenta de testigos y máquinas a disposición, votantes cedulados para suplir los ausentes crónicos, manejo inescrupuloso del Plan República, sobre todo en las zonas de excepción, etc. Todo lo cual poco puede con tamaña diferencia entre las partes, pero a toda costa hay que tratar de neutralizar.
No pareciera que se le vaya a dar una patada a la mesa, suprimir o postergar las elecciones, no pareciera digo. Pero si algo así ocurriese sería precipitar un final violento y abrumador, lamentablemente más doloroso para todos, del rey ya desnudo, condenado nacional e internacionalmente.
Es mi opinión que respecto al 7 y siguientes habría que esperar el 6. Las cifras que pueden implicar diferencias tácticas y las reacciones del gobierno derrotado son decisivas. Esto, que pudiera parecer obvio, no lo es tanto. Ya se han dicho cosas, algunas indiscretas e innecesarias. Falcón le gruñó a Chúo Torrealba por rechazar una oferta de diálogo de Maduro. Ramos Allup sienta coherente cátedra sobre el futuro, apacible y sensato, sin que sepamos si es él quien habla o la MUD. Chúo se maneja con las dos manos, diálogo sí, pero cuidado si el Ejecutivo se alebresta. Y sabemos que hay sectores duros e importantes que no quieren tener como intrelocutores a los que solo conciben como violadores de los derechos humanos y saqueadores de los dones de los dioses petroleros, los que han destrozado el país. Y que apuntarán hacia el revocatorio, la renuncia o alguna reforma parcial de la Constitución. De manera que, más que el 6, el 7 hay que hacer política, buena y eficiente. Ese es el gran desafío para rehacer este caos que nos aplasta. Mejor hacerlo con calma y racionalidad.
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