Thursday, November 5, 2015

El pueblo del 7D

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Hay maneras de despreciar adulando, de humillar elogiando. La revolución bolivariana ha sido la más acrisolada expresión de tal oxímoron. Si el chavismo se ha jactado, por un lado, de ser la más depurada y vernácula expresión del pueblo, de representar la inteligencia y la voluntad del pueblo venezolano, por el otro lado, siempre ha tratado al pueblo como si fuera atrasado mental. No solo ha sido el movimiento político que más ha invertido en herramientas y técnicas de manipulación de masas, mucho más que los partidos de la democracia en los tiempos estelares del populismo adeco, sino que acude a manejos que revelan la más baja opinión de la gente que supuestamente defiende y venera. La manipulación de los circuitos electorales es una manera común de alterar la voluntad de los votantes, pero pretender ganar votos acudiendo a triquiñuelas de bajo nivel como colocar una tarjeta MIN Unidad al lado de la tarjeta de la Mesa de la Unidad o inscribiendo candidatos homónimos a los candidatos opositores es apostar por la más elemental torpeza de los electores. Jugar a comprar votos con un nuevo dakazo o llenando los estantes de los mercados el último mes antes de las elecciones con mercancía acabada de importar, después de prolongados meses de escasez, es tener una opinión bien baja de los venezolanos. Es atribuirle al pueblo un déficit serio de memoria, una capacidad de retención mental de pocas semanas y una voluntad política particularmente voluble.
El peso emocional de las elecciones del 6 de diciembre sobrepasa la capacidad de acción política efectiva de la Asamblea que ese día será elegida. Todo el país tiene los ojos puestos en los resultados electorales de diciembre, sea para la toma de decisiones trascendentes en la vida personal, como la determinación de iniciar un emprendimiento o de emigrar, o sea para resolver pequeños asuntos intranscendentes. Hay grandes peligros en la sobrecarga de expectativas sobre los resultados electorales, pero lo que sí aparece como meridianamente claro es que el 7 de diciembre el país será radicalmente otro. Y será otro porque bien el gobierno permite que los mecanismos democráticos funcionen como eficientes vehículos de cambio, que sirvan para expresar las transformaciones ocurridas en estos 17 años de desencanto, para dar forma a una nueva relación entre el Estado y la sociedad, o bien la sociedad venezolana entrará en una fase de descomposición y caos solo comparable con la desintegración de algunas naciones en guerra civil.
@axelcapriles

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