Gustavo Coronel
En
la Venezuela de hoy es muy difícil establecer quiénes son los aliados y
quienes los adversarios. Los enemigos
ya los conocemos: son los miembros del régimen chavista, el régimen que
ha arruinado al país y con ellos no debería existir coexistencia
pacífica. Pero quienes parecerían ser nuestros aliados con frecuencia
cambian de posición y se transforman en adversarios.
Me
sucede con porciones de la MUD y, ahora, con analistas políticos de la
oposición. En la MUD hay grupos
que poseen diferentes maneras de ver la situación venezolana. Ello es
comprensible y no pecaminoso, siempre y cuando las diferencias se
mantengan dentro de la posición esencial de oposición al régimen y no
obedezcan a maniobras personalistas diseñadas para
ocupar un espacio de privilegio en el confuso arroz con mango político
que prevalece hoy en el país. Por ejemplo, hay líderes de la MUD
pidiendo un gobierno de Unidad Nacional, pero no integrado solamente
por la amplia gama de oposicionistas sino incluyendo
a la gente del chavismo, lo cual representaría una validación de
quienes han arruinado al país. A pesar de los esfuerzos del vocero
principal de la MUD, Chúo Torrealba, por establecer la posición de la
organización hay voces discordantes sobre las condiciones
para sentarse a la mesa de negociación con el régimen. Si bien
Torrealba dice claramente que sin revocatorio y sin libertad para los
presos políticos no puede haber diálogo, otros miembros de la MUD
parecen haber dejado de establecer esas condiciones, como
se desprende de las actitudes de Timoteo Zambrano, Edgar Zambrano, Luis
Florido y otros.
Para
confundir más la situación se nos presenta Rafael Poleo pidiendo que el
pueblo venezolano apoye
al general Vladimir Padrino López abiertamente en su nueva posición de
Zar supra-constitucional para “poner orden en el país”, ya que este
personaje - piensa Poleo – parecería representar la transición hacia
“una forma civilizada de gobierno eficaz y tolerante”.
Para Poleo sería “criminal” negarle la cooperación a Vladimir Padrino
López si este “presenta una sincera disposición a unir y reconciliar a
todos los venezolanos”. Es decir, si se decide a ser un dictador militar
bondadoso y paternal. Para Poleo, esta versión
moderna de Roberto Casanova o de Abel Romero Villate, quienes fueron
inaceptables para la democracia venezolana en 1958, parece representar
la tabla de salvación para el país. López Padrino sería un nuevo
Wolfgang Larrazábal, también con sus aspiraciones presidenciales
y Poleo parecería dispuesto a afiliarse a ese movimiento. “Vivimos un
momento” dice Poleo un tanto pomposamente, “en que el destino de un
pueblo queda en manos de un hombre. Dios nos ilumine”. De nuevo, el
llamado al hombre providencial, al hombre fuerte,
a la cachucha que imponga orden.
¿Hasta
cuando este arroz con mango? ¿Por qué no nos apegamos con fidelidad y
decisión a la búsqueda acelerada
de la salida del régimen y a la celebración de una nueva elección
presidencial? ¿Por qué debemos reducir dramáticamente nuestras
expectativas de democracia, libertad y dignidad para aceptar a un hombre
que simplemente “pueda poner comida en la mesa para
los venezolanos” a costa de principios que deben ser sagrados? ¿Un
hombre quien es copartícipe del desastre que nos ha llevado al nivel de
una sociedad indigente? ¿Es que Padrino López no ha sido acaso el gran
defensor del chavismo-castrismo y simplemente
aspira ahora a montarse en la silla, a expensas del pobretón de Maduro,
sin pretender darle un verdadero vuelco democrático a la situación
venezolana?
Que arroz con mango, amigos. Como preguntaba el conductor del bongo que llevaba a Santos Luzardo: ¿con
quien vamos?
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