Sunday, December 4, 2016

Fidel Castro

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George Friedman Stratfor Noviembre 26, 2016
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Fidel Castro murió a los 90 años durante el fin de semana. En cierta forma, fue su desgracia haber vivido tanto tiempo. Un anciano Fidel estaba en marcado contraste con el revolucionario de 33 años que arribó a La Habana el día de Año Nuevo en 1959, en última instancia horrorizó al liderazgo de Estados Unidos y capturó la imaginación de muchos baby boomers (la generación de los niños nacidos durante la guerra y la postguerra, entre 1933 y 1960) emergiendo después en la conciencia política. No era su política lo que los excitaba tanto como la visión de un hombre más viejo que ellos mismos protagonizando una aventura digna de Hollywood, tomando el control de un país y haciendo cosas buenas y geniales. Transformó en paroxismo los peores temores de la generación de la Segunda Guerra Mundial y las mayores fantasías que tenían sobre sí mismos. Pero esto fue hace ya mucho tiempo, cuando Dwight Eisenhower era presidente de los Estados Unidos, Nikita Khrushchev gobernaba la Unión Soviética y Josef Stalin había muerto seis años antes. Entonces Fidel gozaba de relevancia. Hoy en día, es recordado con cariño por los viejos e ignorado por los jóvenes, que llevan camisetas con la foto impresa dle "Che" Guevara, sin el menor asomo de saber quién era. La vejez no le sentaba bien a Fidel. Quizás su impacto más significativo, aparte de lo que representaba en Cuba, fue que inspiró a una generación de líderes en el Tercer Mundo. Le eran fieles. Lo cual era desafortunado porque escondido bajo su mitología, Fidel era un furibundo comunista. Ha habido mucho debate sobre si realmente era comunista cuando tomó La Habana. El mito que le crearon sus admiradores no comunistas en Occidente era que fue obligado a ser comunista debido a la hostilidad de los Estados Unidos.
El hecho que abriga tal teoría era que el gobierno de Eisenhower estaba más perplejo por él que atemorizado. La administración no hizo ningún intento de bloquear su llegada al poder, en gran parte porque no tenía ningún provecho que sacarle al hombre que derrocó, Fulgencio Batista. Las alarmas que dispararon la atención de la administración de Eisenhower fue cuando Fidel comenzó a confiscar las propiedades de los estadounidenses en Cuba, bajo la premisa de que estas propiedades pertenecían al pueblo cubano y representaba la explotación imperialista.
Fidel era un comunista confeso desde el principio, y la afirmación de que se convirtió en tal solo porque los Estados Unidos le obligó a ello, fue falsa. Su gente más cercana, su hermano Raúl y Guevara (un argentino que se unió a Fidel mientras ambos estaban en el exilio en la Ciudad de México), eran comunistas del ala dura. Algunos partidarios de su movimiento no eran comunistas. Camilo Cienfuegos no lo era. Se cree que murió en un accidente de avión poco después del triunfo de la revolución. Su muerte pudo haber sido un accidente, pero las ejecuciones que dirigió personalmente Guevara no fueron accidente, y Fidel conscientemente los apoyó. Él impuso un reinado de terror en el espíritu, aun cuando no en el detalle, de cómo lo hizo Lenin para garantizarse el control del país. El éxodo desde Cuba que duró décadas fue proscrito por sus partidarios occidentales como un simple hecho protagonizado por la burguesía que huía porque ya no se les permitía continuar chupándoles la sangre a los pobres. Pero los aproximadamente 1,5 millones que dejaron no eran sólo los ricos.
Cuba no tenía 1,5 millones de personas ricas. Las personas que primero emigraron fue la clase profesional y seguida más tarde por los pobres. Es importante tener en cuenta que mientras se mantuvieran los vuelos, el régimen trató la mayor parte del tiempo de bloquear el éxodo, y hubo castigos para quienes intentaran huir. Una característica de los estados comunistas es que tienen cercas y guardias, no para impedir que la gente entre, sino para impedir que la gente salga. A diferencia de los muros soviéticos, las trabas de Fidel eran ineficientes. Lo más grandioso que hizo fue derrocar a Batista. El resto era una historia de miseria y fracaso.
Pocos años después de la revolución, Fidel afirmó que por primera vez todos los cubanos tenían atención médica y educación. La calidad de ambos era cuestionable, pero al menos todos los cubanos tenían acceso a ellos. Cincuenta años después, todavía persiste como base fundamental de Fidel para justificar la revolución. Su afirmación básica era que Cuba era pobre debido a la explotación que hacían de ella los estadounidenses. Cuando los Estados Unidos rompieron los lazos económicos con Cuba, afirmaba que Cuba era pobre porque los Estados Unidos no comerciaban con ella. Sus partidarios no vieron ninguna ironía en estos argumentos. Y a pesar del hecho que toda Europa y América Latina siguieran comerciando con Cuba no cambió en nada su afirmación de que la razón de la disfunción y la pobreza cubanas eran los estadounidenses. Nunca consideró la posibilidad de que la razón fuera comunismo.
Fidel era un símbolo importante para los revolucionarios de cafetín y los revolucionarios del Tercer Mundo que aspiraban a convertirse en dictadores. Pero su verdadera importancia fue que ayudó a abrir la puerta a los soviéticos, que estaban tratando de lograr la igualdad estratégica con los EE.UU. Después de la Segunda Guerra Mundial, los EE.UU. desarrollaron una fuerza de bombarderos estratégicos que podrían golpear a los soviéticos con armas nucleares. Los soviéticos no desarrollaron una fuerza igual, centrándose en cambio en el desarrollo de una capacidad misilística capaz de contraatacar. En 1962, se habían desplegado los primeros misiles balísticos intercontinentales, pero eran pocos y poco fiables. En cualquier intercambio nuclear, los Estados Unidos demolerían a la Unión Soviética. Esto bloqueaba cualquier evento que los soviéticos se propusieran realizar en cualquier parte del mundo.
Con la creación de un régimen comunista en Cuba -en 1959, cuando los soviéticos eran aún más débiles- surgió la posibilidad de colocar misiles de corto alcance cerca de los Estados Unidos. Los soviéticos tenían más y mejores misiles de corto alcance. Si lo materializaban, neutralizaría la ventaja americana y liberaría el poder convencional superior de los soviéticos para desplazarse. Para los soviéticos, el glamour de Fidel era mucho menos impresionante que su ubicación geográfica. La KGB se convirtió en guardián del régimen de las amenazas extranjeras, advirtiendo a Fidel sobre la Bahía de Cochinos, por ejemplo, y cerrando las operaciones de inteligencia estadounidenses en Cuba. La lucha de clases fue una cosa. Pero la geopolítica lo era todo.
Fidel se convirtió en dependiente de los soviéticos no sólo para la ayuda, sino también para la seguridad. Los soviéticos dependían del territorio cubano para un intento desesperado de alcanzar la paridad nuclear. El resultado fue la crisis de los misiles cubanos, en la que los estadounidenses amenazaron una guerra nuclear si los soviéticos no retiraban sus misiles del territorio cubano. Se llegó a un acuerdo. Los soviéticos retirarían misiles de Cuba, los Estados Unidos retirarían misiles sin importancia de Turquía y los Estados Unidos garantizarían no invadir Cuba ni intentar derrocar al régimen comunista allí instalado. Fue este acuerdo el que permitió a Fidel vivir 90 años como líder de la revolución.
Al final, no fue el éxito del régimen lo que garantizó su supervivencia, sino un arreglo hecho por los soviéticos y los estadounidenses. Fidel se convirtió en un sobrante de la Guerra Fría. Y después de que la Unión Soviética se derrumbó, sobrevivió en parte porque a los Estados Unidos no le preocupaban, y en parte porque países como Venezuela lo socorrieron. Murió sin haber hecho de Cuba un paraíso, y culpó a todos excepto a sí mismo. Pero lo peor de todo para Fidel, murió un anacronismo de una era que terminó hace 25 años. El mito Fidel vive entre los simpatizantes radicales que todavía fantaseaban al ir a las Montañas Rocosas cuando Fidel se entronizaba en la Sierra Maestra, pero esos radicales eran pocos para empezar, y hoy incluso sus fantasías quedan limitadas por la vejez.
Tal vez lo peor que le pudo haber pasado a Fidel, era que las camisetas que portan la gente mostraba la cara del hombre que dirigió las ejecuciones, Guevara, y no la del propio Fidel. Y, que como ironía final de esta farsa, las personas que visten las camisetas probablemente se oponen a la pena de muerte, pero glorifican a un hombre que la impuso con tanta avidez. Fidel está muerto, y para aquellos que se preocupan por lo que vendrá después de él, no les resta sino encogerse de hombros. Lo que él creó después de su sangrienta revolución no fue más que miseria. Tardará una generación para recomponer lo que hizo. Pero al final, la época de Cuba como centro de atención global queda en el pasado. Dicen que todavía fascina, pero lo que se quiere decir es que su pasado fascina, y que el resto de su vida, de poca importancia tendrá.

Traducción de Sergio Sáez.

George Friedman (Budapest, 1949). Graduado en Ciencias Políticas por el City College de Nueva York y con Postgrado en Gobierno por la Universidad de Cornell. Hijo de una familia que sobrevivió el holocausto. Experto en Juegos de
Guerra. Friedman fue Director del centro de estudios geopolíticos que cofundó en Louisiana State University en 1994. Pasó los veinte años anteriores como profesor de ciencia política y profesor de filosofía política y estrategia militar en varias universidades y colegios en el noreste de Estados Unidos. Es el Director Ejecutivo de STRATFOR, una compañía que fundó en 1996 y ahora es líder en el campo de inteligencia global.
Autor del bestseller de The New York Times bestseller "La próxima década: donde hemos estado…y a dónde vamos" que pronostica los grandes acontecimientos y retos que pondrán a prueba a Estados Unidos y a su Presidente en el transcurso de la próxima década. El libro anterior de Dr. Friedman, "Los próximo 100 años: Un pronóstico para el siglo XXI" también fue un bestseller del New York Times y fue publicado en más de 20 idiomas. Sus otros libros sobre guerra e inteligencia han incluido "La Guerra Secreta de los Estados Unidos" "El futuro de la guerra" y “El borde de inteligencia".
Grandes cadenas de radio y televisión, como CNN, Fox News y NPR invitan regularmente al Dr. Friedman a que aparezca como experto en inteligencia de asuntos internacionales. Ha aparecido en la revista Time, The New York Times Magazine y The Wall Street Journal y es frecuentemente citado en USA Today, The New York Times, Fortune, Newsweek, International Herald Tribune y muchos otras publicaciones locales e internacionales.

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