Sunday, December 4, 2016

Steve Coll: “El ambiente está contaminado por noticias falsas”

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El decano de la Escuela de Periodismo de la Universidad de
Columbia reflexiona sobre el papel que han jugado los medios en la
victoria de Trump y la responsabilidad ética de las redes sociales

Entrevista a Steve Coll por Andrea Aguilar
El País
Noviembre 27, 2016
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/11/25/actualidad/1480091889_943811.html

Terminó el recuento de papeletas electorales en Estados Unidos el
pasado 8 de noviembre, y surgió una incómoda pregunta: ¿qué papel
han jugado los medios en el ascenso y victoria de Donald Trump? Desde
el anuncio de su candidatura en 2015 quedó claro que los titulares con
las salidas de tono del millonario aumentaban los cliqs en la web, y que
sus mítines subían la audiencia en las televisiones. No por nada Trump
era una estrella de la telerrealidad. Pero la tensa y ambivalente relación
que los medios han mantenido con él durante la campaña no ha estado
exenta de vitriolo: algunos periodistas fueron vetados y humillados,
otros que cubrían los mítines eran señalados para recibir el escarnio de
la multitud. Y ahora el examen de conciencia ha llevado a muchos,
retrospectivamente, a subrayar la prevalencia de noticias falsas
fabricadas por medios de la llamada “alt-right" (derecha alternativa),
que se han difundido sin freno en las redes sociales. En los últimos tres
meses de la campaña las noticias falsas que tuvieron mayor eco en las
redes superaron con creces a las de los medios tradicionales.
Periodista de la revista The New Yorker, ganador de dos premios
Pulitzer y autor de Los Bin Laden, una familia árabe en un mundo sin
fronteras, Steve Coll (Washington, 1958) es decano de la Escuela de
Periodismo de la Univeridad de Columbia. La semana pasada
reflexionaba en su despacho de la séptima planta sobre el pasado
reciente y el acuciante futuro que aguarda a la prensa.
Trump ha roto el mantra de que quién más gasta en anuncios gana las
elecciones.

¿La cobertura de su campaña le ha hecho el trabajo gratis?
Al principio de la campaña el valor de entretenimiento que algunos
ejecutivos de las cadenas televisivas vieron en Trump y los altos niveles
de audiencia que él claramente generaba, crearon un ciclo en el que
Trump comprendió que podía copar mucho tiempo de emisión gratis
simplemente accediendo a dar entrevistas. Las cadenas estaban tan
dispuestas, incluso sin una agenda crítica o seria, a rellenar espacio con
Trump, que llegaron a saltarse sus propias normas y aceptaron
retransmitir entrevistas telefónicas, y no frente a la cámara. Los
directivos tardaron un tiempo en comprender que la candidatura de
Trump iba en serio y que su uso de los medios era parte de la campaña.
Se produjeron algunos cambios, pero en la televisión por cable ha
habido cierta complicidad al permitir que Trump y su organización
moldeasen su comunicación en cadenas como la CNN.

Esa búsqueda despiadada de audiencia, ¿es un síntoma de la fragilidad
financiera de los medios o algo que ha ocurrido siempre?
La debilidad económica de las medios es parte del dibujo. Hay muchos
más canales que hace 30 años, pero todos ganan dinero, son altamente
rentables. Esto no significa que no quieran más audiencia, más
preponderancia, mejor posicionamiento. Antes de la llegada de la
televisión por cable había rivalidad y también se tomaron decisiones
erróneas por motivos comerciales, pero hoy el nivel de ansiedad y
competición es mucho más alto.
Según el Pew Research Center un 60% de estadounidenses dice haber
obtenido información sobre las elecciones vía Facebook.
Es de lejos la red social que más se usa. En EE UU tiene 200 millones de
usuarios únicos al mes, y el total de población es de 300 millones, así
que prácticamente todos los adultos interactúan con su plataforma. Esta
ha sido una campaña muy controvertida para Facebook. En verano
algunos republicanos se quejaron de que un equipo de personas de la
compañía seleccionaba las noticias. Si algo así hubiera se esgrimiera
contra The New York Times, The Wall Street Journal o incluso
Breitbart, uno diría “claro eso es lo que hacen los editores”, pero
Facebook defiende que es neutral, que no funciona como una
organización editorial. Presionados por estas quejas de la derecha, en
Facebook despidieron a ese equipo y retomaron el proceso de
automatización. Ahora es evidente que ciertos grupos ideológicos y
comerciales lograron explotar el sistema para difundir un alto número
de noticias falsas. Un ejemplo notable, documentado por un profesor
de la Universidad de Carolina del Norte, es el de una historia que
aseguraba que el Papa Francisco apoyaba a Trump, y que fue
compartida más de un millón de veces.
Los programas de radio de la derecha radical y los medios de la llamada
alt-right han diseminado este tipo de información desde hace tiempo.

¿El problema es que con Facebook acceden a un canal mainstream? ¿Un
cambio en el algoritmo realmente hará que desaparezcan esas
informaciones?
Una de las medidas que Facebook y Google han anunciado es que van
a intentar identificar las noticias falsas e impedir que sean distribuidas.
Esto al menos terminará con la motivación económica que parece guiar
a algunos de los actores implicados en el tema. Hay gente fabricando
historias falsas por el dinero de los anuncios y otros que lo hacen por
motivos políticos. Eliminar la información falsa de Google y Facebook
no soluciona el problema, pero es un paso en la buena dirección.
Los medios estadounidenses presionan al renuente Mark Zuckerberg
para que tome medidas.
Facebook es una empresa privada no un ágora, pero el problema es que
es tan dominante que funciona como una plaza pública. En los años 60
el ágora pública informativa era principalmente la televisón, y las
cadenas que elegían las historias, las reportajeaban y editaban, estaban
sujetas a una licencia gubernamental que les exigía que trabajaran en
aras del interés público. Ese sistema también planteaba problemas, pero
hoy Facebook va por su cuenta a la hora de decidir qué reglas deben
aplicarse en este ágora de facto. Cuando te das de alta en su red firmas
su pliego de condiciones. Hay muchas normas, por ejemplo, no se
pueden usar términos pornográficos. Pero su código no afecta a la
distribución de artículos informativos que son falsos. Facebook debe
asumir esta responsabilidad como un asunto ético, como un tema
comercial, porque no ha lugar a una reclamación legal. Voluntariamente
nos juntamos como sociedad en Facebook pero, dada su escala, ésta y
otras compañías deben conectar sus modelos de negocio con un sentido
de responsabilidad pública. Facebook está en negación respecto del
papel público que juega. Algunas de sus reacciones desde las elecciones
apuntan a que reconocen que hay un problema, pero lo acotan como
un tema muy cerrado que concierne solo a las noticas falsas, y yo creo
que el problema es más amplio.

La comunicación directa de los políticos con el electorado, obviando el
papel de mediación que tradicionalmente tenía la prensa, no es algo
nuevo. Howard Dean u Obama se valieron de las redes sociales. ¿Con
Trump esto ha explotado?
La estrategia de elevar la voz por encima de los periodistas para dirigirse
directamente al público no ha crecido exponencialmente en esta
campaña. Pero realmente fue Ronald Reagan quien fraguó el modelo
para los presidentes modernos y sobre cómo hablar directamente al
público. Era actor antes de dedicarse a la política y se rodeó de expertos
productores televisivos, ocupó las ondas igual que Trump ha usado la
televisión por cable, y fue capaz de dar forma al relato de su presidencia
y de limitar la actuación crítica de la prensa. Todos los presidentes han
intentado seguir su ejemplo, pero no todos han sido tan hábiles. Obama
controlaba sus cuentas en las redes sociales. Trump ha hecho lo mismo,
no veo un cambio, sino una continuación de la misma estrategia.

¿La pérdida del rol de mediador ha restado peso a la prensa?
Sería un error concluir de esta estrategia de los políticos y de la
prevalencia de las noticias falsas, que el público ha perdido interés en el
trabajo periodístico independiente realizado por organizaciones
mediáticas fiables. Las cifras no dicen esto, los principales medios tienen
una audiencia nacional muy grande: la cadena de periódicos del grupo
Gannet tiene aproximadamente 100 millones de visitas únicas, (la mitad
que Facebook, pero es un número enorme) y la CNN tiene una cifra
parecida solo en su web, el Washington Post tiene 70 millones.
Podríamos sumar otros medios con 50 o 60 millones. Estas
organizaciones gastan mucho dinero para que reporteros
independientes salgan ahí fuera y recaben información, y hay un
considerable número de estadounidenses que recurren a estos medios en
busca de algún filtro, algún orden, una explicación fiable.

¿Cual es su análisis?
Una mezcla. Hay un periodismo aún bastante robusto, pero el ambiente
está contaminado por noticias falsas, y los medios atraviesan una crisis
financiera que pone en peligro los recursos necesarios para realmente
poder seguir el paso a la actualidad con reporterismo serio, y combatir
las mentiras de la máquina de propaganda del alt-right. Incluso en este
periodo de transición los nombramientos que el presidente electo está
haciendo son un reto. Por ejemplo, en el caso del fiscal general debe
salir a la luz su historial en temas raciales. Medios como The New York
Times, The Washington Post, la CNN, o la radio NPR se crecen y echan
el resto. Pero hay otro nombramiento que se sale de la norma, y otro, y
otro más. Sencillamente, según mi experiencia como periodista político
que se remonta a la administración de Reagan, la escala del reto que
plantea esta administración para los reporteros, no tiene precedente.
Más allá de la financiera, ¿hay una crisis de fe en el periodismo?
Se escuchan muchas preguntas de este tipo cada cierto tiempo. Pero lo
que yo he visto desde las elecciones ha sido a los periodistas corriendo a
la llamada de los tambores de la batalla. Esta es la hora del periodismo,
y creo que es algo obvio para cualquier reportero de Washington.
Incluso si dejamos a un lado el carácter particular de Trump, siempre
que la presidencia y las dos cámaras están en manos de un mismo
partido, el periodismo se convierte, bajo nuestro sistema, en el principal
canal de disentimiento. Esto exige que los reporteros trabajen aún más
duro, y es algo que reconoce el público: ha habido 45.000 nuevas
subscripciones a The New York Times en la última semana, y 10.000
más a la revista The New Yorker. Clinton ganó el voto popular, el país
está muy dividido.

Casi unánimemente los editoriales de la prensa apoyaron a Hillary, y
condenaron a Trump, sin embargo él ha ganado. ¿Pone esto en cuestión
el poder de influencia o la relevancia de la prensa?
La confianza en la prensa ha caído de forma sostenida en los últimos 30
o 40 años. No sé cuando fue muy alta, pero ahora es claramente muy
baja. Esto no significa que la gente no busque o priorice la información
que obtiene de medios fiables. Pero Trump construyó el relato de su
campaña como una rebelión contra el establishment. Que más de un
centenar de periódicos apoyaran a Clinton era una prueba más de la
conspiración del establishment. Y evidentemente, en un sentido
estructural, Trump no estaba equivocado: los ejecutivos de más de 500
corporaciones, los editoriales, el establishment de política exterior de los
dos partidos, y muchos otros miembros de las élites pensaban que
Trump era peligroso. Él usó esto como carburante para su campaña. Les
dijo a sus seguidores, “veis, van por nosotros, pero yo hago campaña
por vosotros”.

¿Populismo triunfante?
Este es un cuento viejo en la política estadounidense, pero hasta ahora
nunca había resultado en la elección de un presidente. El populismo es
parte del paisaje de EE UU, ha habido muchos candidatos populistas
desde el siglo XIX.

¿Por ejemplo Andrew Jackson?
Jackson llegó al poder en la era pre industrial y hacer estas
comparaciones es complicado cuanto más atrás te remontas. Están
William Jennings Bryan, ciertos sectores del movimiento progresista, o
los populistas de los años 30. Todos usaron estrategias similares: el
nativismo, la oposición a los inmigrantes, algunos un racismo explícito,
y también ese revolver a la gente contra el establishment de la costa
Este (ahora tenemos un establishment que abarca las dos costas). Ese
tipo de arenga del corazón del país contra los bancos, los medios, los
grandes políticos, para limpiar la ciénaga de corrupción de Washington,
ha tenido un potente atractivo durante décadas, pero nunca había
desembocado en una presidencia. Es un nuevo día, pero una vieja
historia.

Steve Coll (Washington, 1958). Graduado en periodismo
por el Colegio Occidental. Fue parte del equipo de guionistas
de la revista California, de la cual fue editor colaborador.
En 1985, comenzó a trabajar para el Washington Post como
escritor en general función de asignación para la sección de
Estilo del diario. Dos años más tarde, fue ascendido a servir
como corresponsal para el periódico financiero, con sede en
la ciudad de Nueva York. En septiembre de 2005, Coll se
unió al equipo de guionistas de la revista The New Yorker.
Ganador dos premios Pulitzer Awards, dos Overseas Press
Club de Premios, el Centro Estadounidense del PEN John
Kenneth Galbraith Awar , un Premio del Libro de Arthur
Ross, un premio de Livingston, una F. Kennedy Premio de
Periodismo Robert, un Financial Times y Goldman Sachs
Negocios Libro del Año y el Premio Lionel Gelber. En 2012,
fue elegido miembro de la Junta del Premio Pulitzer.
Desde 2012 hasta 2013, fue miembro con voto de la Junta
del Premio Pulitzer.
Actualmente es el decano de la Escuela de Graduados de la
Universidad de Periodismo de Columbia, donde también es
Profesor de Periodismo en la Cátedra Henry R. Luce. Se
desempeñó como presidente y CEO de la Fundación New
America 2007-2012.

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