Andrés Cañizales
Le invito a un ejercicio de política-ficción. Imagine usted que Lorenzo Mendoza, el presidente de Empresas Polar, decide en este 2017 lanzarse a la arena política. Ese hecho solamente, ¿no estaría provocando un cambio de envergadura en el escenario político venezolano? En mi opinión sí, pero eso no dependerá de usted o de quien escribe, sino de una acción personal de esta figura pública que nos ha dicho a los venezolanos que no se imagina en una posición distinta que dirigiendo las empresas de su estirpe familiar.
Es un mero ejercicio de política-ficción. Debo aclarar que no tengo ningún vínculo ni con este empresario ni con sus empresas. Tampoco recibí un encargo de una encuestadora. Estoy, como muchos otros venezolanos, pensando en cómo podría encontrarse política y democráticamente una salida a la crisis venezolana. Cualquier escenario que imagino requiere de líderes que tengan capacidad de amalgamar a los venezolanos en su descontento y presentarle a la sociedad un proyecto de cambio.
Tal como ocurrió hace casi dos décadas, la crisis del sistema abre oportunidades. Los actores políticos tradicionales (y en esta categoría caben tanto el PSUV como la MUD, en este momento) no tienen capacidad de darle respuestas a la sociedad en el anhelo de cambio. Esta situación de deterioro puede prolongarse, abrirle la puerta a otro mesías (como ocurrió en 1998) o sencillamente entenderse como una oportunidad para que líderes de otros ámbitos incursionen en la vida política.
La incursión de empresarios en la carrera política presidencial es amplia. Donald Trump no es el mejor ejemplo de empresario, pero a fin de cuentas debe entenderse como el outsider ante el desgaste de las opciones tradicionales. Del mundo de los negocios han salido, entre otros, Mauricio Macri (actual presidente de Argentina), Sebastián Piñera (ex presidente de Chile) y Juan Manuel Santos (el jefe de Estado colombiano proviene de una de las familias empresariales de su país).
En Venezuela –en cambio– se ha entendido la incursión directa de los empresarios en la política como un tema tabú. Hasta ahora. Muchas cosas están cambiando en el imaginario político de los venezolanos, producto de esta crisis. Las encuestas recientes arrojan cambios importantes en la necesidad, por ejemplo, de que la economía no esté estatizada, de que haya sinergias entre empresariado y Estado, y lo más importante: una franja muy importante de venezolanos no le dan crédito ni al gobierno ni a los partidos de oposición actuales.
Muchos aseguran que es la antipolítica. Yo creo que es lo contrario. La politización de los venezolanos los hace seres críticos con el liderazgo político. Estamos ante un mar de descontento, en todos los ámbitos sociales y en todos los rincones del país, y con actores sencillamente apoltronados. Unos en su posición de poder y otros en su posición de oposición, de estos últimos no pocos han limitando su acción política a poner mensajes en Twitter.
Nadie está convocando, ahora, en el peor momento de la crisis que haya conocido al país, a una cruzada por el cambio. ¡Con éxito! Es decir, logrando que la gente les siga. De eso se trata el liderazgo. No solo de trazar una línea, sino de que lograr efectivamente que otros te sigan y se sumen.
Lorenzo Mendoza podría encarnar un liderazgo político en Venezuela. Cumple con diversas de las condiciones ideales que, en este momento, percibe la gente como necesarias para conducir el país.
Una sola vez he visto en persona a Lorenzo Mendoza. Hubo un acto a mediados de 2016 en la Universidad Católica Andrés Bello con diversos obispos de la Conferencia Episcopal. Él estuvo allí. Luego del acto hubo muchísimas personas que se acercaron a estrechar su mano. En general escuché a la gente decirle Lorenzo, con familiaridad. Pasado el furor una señora bien humilde se le acercó. No supe qué le dijo la señora, pero ella rompió a llorar. Mendoza la abrazó. No se trataba de un acto para las cámaras, percibí compasión genuina ante el dolor de aquella señora.
Mendoza asegura que su prioridad son sus empresas, y ello es legítimo. Pero no estamos en un país de condiciones políticas normales. Tal como van las cosas, es posible que la existencia en sí de Empresas Polar necesitará de que ocurra un cambio político en el país.
Tal vez para “salvar” a Empresas Polar (como otras tantas empresas aguerridas que sobreviven en el país) será necesario en primer término lograr el cambio en Venezuela. Por ello me pregunto: ¿se atreverá Lorenzo?
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