Enrique Viloria Vera
Incesantemente buscaron EL Dorado conquistadores españoles, piratas ingleses, gobernadores alemanes, poetas y escritores, y no lo consiguieron. A Manoa o a Guatavita fueron frecuentes los viajes emprendidos por los más variopintos personajes de allende y aquende para descubrir y apropiarse de ese inmenso reservorio de oro que un desconocido cacique amerindio poseía y disfrutaba.
Muertes innecesarias, confesiones de ocasión, disimulos, traiciones, engañes, mentiras y embauques, expediciones frustradas signaron la incesante y frustrada búsqueda de El Dorado.
500 años después de esa afanosa pesquisa, la Revolución Bolivariana descubre que El Dorado está a la vuelta de la esquina bancaria y decide apropiárselo para conservarlo en bóvedas rojas y cajas fuertes revolucionarias.
No le bastó al proceso con el oro negro ni con el hierro, la bauxita, el acero, el aluminio, el cemento, la leche, la carne de res, las medicinas, el pollo, las toallas sanitarias, los insumos médicos y las camas de los hospitales, reducidos todos a su mínima expresión. La cosa ahora es más seria y compleja, de lo que se trata es de darle el palo a la verdadera alcancía de la Nación , al oro que respalda las reservas del país entero.
No nos serán extrañas las noticias según las cuales, EL LÍDER decidió regalar lingotes de oro a sus panas del ALBA. En efecto, como fruto de la ineptitud y de la ineficiencia pedeveca los barriles de petróleo son cada día menos, los gestos de solidaridad revolucionaria se expresarán ya no en la escuálida onza troy sino en quintales largos de verdadero amor revolucionario.
Preparémonos pues a contemplar al LÍDER vestido de oro, recubierto su cuerpo de polvo oro, navegando por el Orinoco en una barcaza dorada, pregonando la austeridad y prohibiendo el lujo a sus camarados y camaradas, mientras firma la carta en la que obsequia lingotes de oro en vez de barriles de petróleo o espadas de Bolívar.
Muy capaz será sin dudas nuestro Cacique Mayor de reparar el daño que los españoles le infligieron al Inca Atahualpa y, en un bello arrumaco de solidaridad continental, le envará pronto al Inca Ollanta la mitad de nuestro oro recuperado de las arcas del Imperialismo.
¡Viva el oro nacional y el rublo ruso!
¡Con el uranio nuestro no te metas que ya dueño tiene!
No comments:
Post a Comment