Saturday, August 13, 2011

El indiscreto encanto del poder

En: http://www.lapatilla.com/site/2011/08/13/karl-krispin-el-indiscreto-encanto-del-poder/

Karl Krispin

Durante la Junta Revolucionaria de Gobierno, entre 1945 y 1948, Rómulo Betancourt y los integrantes de la misma adquirieron un compromiso ético: ninguno de ellos sería candidato en las elecciones que relegitimarían el Poder Ejecutivo. En 1964 Betancourt al entregarle la Presidencia a Raúl Leoni, tomó la determinación de alejarse del país y residenciarse en Berna para que no se le acusara de estar gobernando en la trastienda.
Para las elecciones de 1978, estando habilitado constitucionalmente para optar por la candidatura, el guatireño decidió que daría paso a las nuevas generaciones. Esta era la visión de un estadista con sentido de grandeza que entendía la perversión a que arrastra el poder. De cuánto no nos habríamos librado en nuestro país si Caldera y Pérez se hubiesen abstenido de concurrir a las segundas elecciones que ganaron. Los políticos de hoy abjuran de esa visión sensata y afirman que el poder les pertenece y que son ontológicamente imprescindibles.
Lo que cuentan no son las individualidades sino los proyectos. Ahora para circunvalar las limitaciones legales, que el malhadado referéndum de la reelección indefinida absolvió, plantean sus candidaturas con criterio de eternidad. O se da el caso de esposas, hijos y los etcéteras de la filiación como si los sistemas hubiesen dado paso a monarquías electivas y nepóticas.
Si la Corte Suprema de Justicia de Colombia no le hubiese expedido el alta político a Álvaro Uribe, este seguiría en la presidencia. Afortunadamente Colombia es un país con un funcionamiento histórico de la división de los poderes y el Judicial, en particular, ha tenido una independencia comprobada en sus 200 años de vida republicana. Tan sólo los regímenes de Mariano Ospina y Rojas Pinilla conculcaron esto pero nuestra hermana nación en su historia apenas ha tenido diez años de interrupción en la autonomía de los poderes.
Uribe se haría un gran favor a sí mismo leyendo alguna de las biografías de Betancourt. Pero no: en su papel de ex presidente no ha aprendido a callar y promete pasar a la oposición a partir de octubre. ¿Acaso no lo está ya? La compañía anónima de responsabilidad limitada Kirchner y asociados demuestra que la presidencia argentina es un asunto de familia. Evo, Lugo, Correa y Daniel Ortega se atornillan en la silla. Qué habría pensado el patriota grande de Sandino de la Rosarito que manda más que una turbina eléctrica.
Sin mencionar a los tiranos árabes donde los Assad y los gadaffitos demuestran con creces que superan la crueldad de sus padres o la oxidada dictadura de los Castro. Por lo menos los británicos en 1689 con el Bill of Rights, uno de los supremos momentos del constitucionalismo moderno, obligaron al monarca a someterse a la voluntad del Parlamento. En nuestro país, Adán Coromoto aparece como el Delfín. Su agradecimiento debe ser inmenso.
Si Hugo no se hubiese asomado a la historia, probablemente estaría despachando como subdirector de un liceo en Barinas. Y la dinastía de Carabobo prueba que es más sólida que la monarquía inglesa. Los gobernantes tienen a sus juniors preparados y nada de esto se compadece con la participación democrática a que aspiran los pueblos en este ancho universo.
En este abigarrado siglo XXI que intenta consolidar sistemas de mayor inclusión y derechos globales, el poder más que nunca debe ser controlado y monitoreado. Esto pasa por el hecho de que los electores reconozcan a los impostores y que los sistemas legales garanticen sin ambages la alternabilidad. Qué sabio fue don Venustiano Carranza en aquel México devorador y sangriento de la Revolución mexicana cuando impuso en la constitución de 1917 la prohibición absoluta de reelección. A los imprescindibles de oficio los mandó a la chingada.

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