Saturday, August 6, 2011

Gobierno, empresarios buenos, los de afuera

En: http://www.lapatilla.com/site/2011/08/05/alonso-moleiro-gobierno-empresarios-buenos-los-de-afuera/

Mientras trabaja con esmero para desmantelar la producción nacional en el nombre de la clase obrera y la gestión colectiva, el gobierno venezolano desarrolla un sibilino plan para apuntalar su socialismo favoreciendo a poderosas corporaciones capitalistas internacionales.
Los acuerdos comerciales que la nación formaliza con las administraciones amigas están apalancados con el empresariado de cada uno de estos países. Salvo la visible excepción del caso cubano, en ninguno de ellos existen gobiernos socialistas.  La razón es muy sencilla: el socialismo que el puñado de lunáticos que nos gobierna le quiere imponer a la nación, no existe. Hace rato dejó de existir.
Argentina, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Brasil, Bielorrusia, Irán, Siria, Uruguay, Rusia. Todos, incluyendo a China, y agregando a Vietnam, visitan Venezuela con un lote de empresarios que escuchan problemas, prestan asistencia técnica, esbozan planes de trabajo, acuerdan proyectos, intercambian datos, anotan observaciones y hacen sugerencias. No pasan por Miraflores para repetir besitos o desarrollar jornadas de solidaridad por la liberación de los pueblos. Vienen a hacer negocios. Son sociedades mercantiles con nóminas tradicionales, que buscan márgenes de rentabilidad en sus gestiones, exigen seguridad jurídica para proceder y aspiran a llevarse una tajada del acuerdo para seguir engordando. Así de sencillo
Podríamos hacer abstracciones de dictaduras o teocracias como las de Irán y Siria, naciones con Constituciones en las cuales queda establecido que la soberanía de sus pueblos reside en Dios, y que tienen reservadas penas como la ahorca para cualquier teorema en el cual se insinúe una sociedad laica o un programa de emancipación basado en la consulta o la cogestión.
Pensemos en Brasil: gigantes corporativos como Odebretch y Braskem, socios del gobierno nacional, que adelantan en el país ambiciosos proyectos de infraestructura y agroindustria. No podría Elías Jaua mostrar alguno de los avances que adelantan, que artificialmente son presentados como propios, si sobre la actividad que desarrollan estuviera pesando la espesa jerigonza marxista diseñada para hacerle al emprendimiento nacional la vida imposible. Si a la directiva de Odebrecht se le fiscalizara, se le hostilizara, se le amenazara, se le acosara, como, por ejemplo, acostumbran hacerle a Polar, pues apaga y vámonos. Habría que olvidarse del Metro y de los Puentes sobre el Orinoco.
No digamos demasiado de Ecuador y Bolivia y Nicaragua: naciones pequeñas, con estamentos empresariales que se benefician de los acuerdos comerciales venezolanos, entre otras cosas porque encuentran acá mercados que el gobierno libera asfixiando la producción venezolana.
Pensemos, por ejemplo, en Rusia. El Presidente Chávez no lo dice, pero lo cierto es que en Rusia muy poca gente anhela o imagina el regreso del socialismo marxista. El leninismo tiene para la determinante mayoría de los rusos el mismo significado que el legado de los zares: es una etapa superada de la historia, destinada a no regresar jamás.
El Partido Comunista de Rusia, hijo directo del disuelto PCUS, por el cual lloran tardíamente ignorantes como Aristóbulo Istúriz, Cilia Flores o Diosdado Cabello, escasamente sobrepasa el 20 por ciento de los votos en las elecciones de ese país. Su líder, Gennady Zyuganov, por cierto, es un duro adversario de Nuestra Casa Rusia, de largo la principal formación política de esa nación, acostumbrada a ganar los comicios con holgados márgenes que sobrepasan el 60 por ciento de los sufragios, y que controla a placer la Duma, el parlamento de la Federación.  Esta es la formación que lidera Vladimir Putin y su delfín, el actual presidente Dimitri Medvedev.
Las empresas energéticas rusas –las gasíferas y las petroleras, que son varias-, presentadas de forma fraudulenta por Miraflores y los medios estatales como bravías corporaciones antinorteamericanas que braman por un mundo en el cual se imponga la solidaridad de los pueblos, de acuerdo a los antojados esquemas de la izquierda clásica, son multinacionales que dominan el tráfico de combustible y el duro mercado europeo. No son variantes del Foro Social Mundial: juegan en la Bolsa de Valores de Moscú, y en otras poderosas existentes en Europa.
No hablemos de China. El salto cualitativo que dio China a la muerte de Mao habla de la existencia de dos naciones. Es la potencia emergente del siglo XXI. Lo dijo Deng Zhiao Ping: el asunto no es el color del gato, sino que cace los ratones. Con sus empresarios, adscritos al férreo control del Partido Comunista, producen celulares, carros y cohetes.
Estos países se desarrollaron combinando programas sociales y ensayos mixtos de propiedad con un flexible esquema para hacer posible el emprendimiento. Ellas vienen a Venezuela, expanden mercados, venden sus productos, hacen negocios y consolidan sus intereses bajo una fórmula que es universal. Para ellas no hay Indepabis, ni el Sitme, ni extorsiones de autoridades, ni invasiones, ni amenazas de expropiaciones invocando la existencia de una nación “en revolución”.
Mientras hacen su trabajo y obtienen lo que quieren, el gobierno sigue metido en un espejismo, discutiendo sobre el significado de la plusvalía, orgulloso porque, de varias decenas de empresas estatizadas llevadas a la quiebra a fuerza de impericia y corrupción, tiene una empresas de Aceites y otra de Leche, emblema del advenimiento de una nueva Venezuela, que a este país, iremos a ver en unos 17 mil años.

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