ADOLFO P. SALGUEIRO| EL UNIVERSAL
sábado 8 de febrero de 2014 12:00 AM
En esta semana se celebró un nuevo aniversario del fallido golpe liderado por Chávez con el propósito de derrocar al gobierno democrático y legítimamente constitucional de la época. Así como vienen las cosas en esta Venezuela bizarra esos acontecimientos se pintan afirmando que aquel golpe era heroico y bueno, mientras que el del 11 de abril de 2002 fue malo. Otra vez más queda claro que la historia la escriben los vencedores.
La incongruencia no se limita a la precedente afirmación sino que ha permeado a todos los estratos de la vida nacional con el agravante de que tanta insensatez repetida y continuada ha ido agotando la capacidad de sorpresa de la población.
Ya decía el agudo autor argentino Enrique Santos Discépolo en su celebrado tango "Cambalache" que en ese siglo XX que le tocó a él vivir, los valores se habían trastocado tanto que "es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o choro, malandrín o estafador" agregando que "da lo mismo el que labura (trabaja) como un buey que el que mata o el que cura, el que vive de las minas (mujeres) o está fuera de la ley".
Pues bien, a veintidós años de la fallida intentona los acontecimientos nos han puesto ante el alucinante discurso en el que los que apuestan a Venezuela y producen son llamados parásitos, oligarcas y demás. Las divisiones territoriales que consagra la Constitución hecha a la medida de los vencedores ya no existen, unos tales consejos comunales concentran poderes y recursos cuyo fundamento jurídico no aparece en ninguna parte. Lo que antaño se llamó Guardia Nacional -respetada por todos- hoy se desdobla en una tal Guardia del Pueblo sin que podamos precisar cuál es el cambio.
Lo insólito llega a tal punto que el joven ministro de Turismo, el inefable Izarrita, afirma sin enfado alguno que acaba de cuadrar para que turistas chinos y japoneses se desplacen en cantidades nunca vistas para visitar nuestras bellezas naturales, aprovechar la infraestructura y cambiar sus dólares a Bs. 11,30.
El súper ministro Ramírez -el Pinocho criollo- acabando de anunciar el fantástico nuevo esquema de control en el que cuarenta mil millones de dólares asegurarían el fin de la escasez, suspende la primera subasta del Sicad en la que los primeros billetes verdes aparecerían para aliviar nuestras penurias. Habrá que estar pendientes a ver si le crece la nariz por mentiroso como el famoso muñeco de madera y a qué guerra económica se atribuirá la consecuencia.
Desde el Ministerio de la Defensa nos tranquilizan avisándonos que nuestro territorio es "inexpugnable" ante un posible ataque extranjero mientras desde Miraflores y la Cancillería se abandona la reclamación del Esequibo en la que está en juego el 16% del territorio patrio. Pero "tenemos patria".
El pueblo elige con ochocientos mil votos al alcalde Metropolitano de Caracas y acto seguido le nombran un funcionario paralelo al que se le adjudican los recursos que por Constitución corresponden a la Alcaldía. En Miranda gana Capriles y entonces nombran a Jaua como "protector" de aquel estado. ¡No entiendo, necesito que me expliquen!
La incongruencia no se limita a la precedente afirmación sino que ha permeado a todos los estratos de la vida nacional con el agravante de que tanta insensatez repetida y continuada ha ido agotando la capacidad de sorpresa de la población.
Ya decía el agudo autor argentino Enrique Santos Discépolo en su celebrado tango "Cambalache" que en ese siglo XX que le tocó a él vivir, los valores se habían trastocado tanto que "es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o choro, malandrín o estafador" agregando que "da lo mismo el que labura (trabaja) como un buey que el que mata o el que cura, el que vive de las minas (mujeres) o está fuera de la ley".
Pues bien, a veintidós años de la fallida intentona los acontecimientos nos han puesto ante el alucinante discurso en el que los que apuestan a Venezuela y producen son llamados parásitos, oligarcas y demás. Las divisiones territoriales que consagra la Constitución hecha a la medida de los vencedores ya no existen, unos tales consejos comunales concentran poderes y recursos cuyo fundamento jurídico no aparece en ninguna parte. Lo que antaño se llamó Guardia Nacional -respetada por todos- hoy se desdobla en una tal Guardia del Pueblo sin que podamos precisar cuál es el cambio.
Lo insólito llega a tal punto que el joven ministro de Turismo, el inefable Izarrita, afirma sin enfado alguno que acaba de cuadrar para que turistas chinos y japoneses se desplacen en cantidades nunca vistas para visitar nuestras bellezas naturales, aprovechar la infraestructura y cambiar sus dólares a Bs. 11,30.
El súper ministro Ramírez -el Pinocho criollo- acabando de anunciar el fantástico nuevo esquema de control en el que cuarenta mil millones de dólares asegurarían el fin de la escasez, suspende la primera subasta del Sicad en la que los primeros billetes verdes aparecerían para aliviar nuestras penurias. Habrá que estar pendientes a ver si le crece la nariz por mentiroso como el famoso muñeco de madera y a qué guerra económica se atribuirá la consecuencia.
Desde el Ministerio de la Defensa nos tranquilizan avisándonos que nuestro territorio es "inexpugnable" ante un posible ataque extranjero mientras desde Miraflores y la Cancillería se abandona la reclamación del Esequibo en la que está en juego el 16% del territorio patrio. Pero "tenemos patria".
El pueblo elige con ochocientos mil votos al alcalde Metropolitano de Caracas y acto seguido le nombran un funcionario paralelo al que se le adjudican los recursos que por Constitución corresponden a la Alcaldía. En Miranda gana Capriles y entonces nombran a Jaua como "protector" de aquel estado. ¡No entiendo, necesito que me expliquen!
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