Tuesday, February 11, 2014

La bancarrota

En: http://www.lapatilla.com/site/2014/02/11/armando-duran-la-bancarrota/

Armando Durán

Desde sus más remotos orígenes la opacidad ha marcado cada paso del régimen. Mientras menos se sepa lo que realmente pasa, mayor será el poder de los jefes del proceso. Aún no hemos llegado al punto de ver el sueño totalitario hacerse realidad, pero lo presumimos cercano. Solo falta la tarea revolucionaria de silenciar los medios de comunicación para siempre. Con la radio y la televisión neutralizadas, si consiguen liquidar la prensa escrita, nadie se enterará de nada. Ni siquiera de lo qué pasó de veras con la subasta del Sicad prevista para el pasado lunes 3 de febrero.
La implementación de un nuevo régimen cambiario para sustituir Cadivi, anunciada el año pasado por Rafael Ramírez, persigue 2 objetivos claros. Primero, la devaluación encubierta del bolívar de 6,30 a 11,36, la tasa de la última subasta del Sicad; segundo, sustituir la tasa fija de Cadivi, por una tasa variable (léase, devaluación progresiva), mediante subastas de 220 millones de dólares semanales.
He aquí, sin embargo, que el BCV informó la víspera que se suspendía la primera subasta del mecanismo. Acostumbrados a los beneficios que brinda la nocturnidad habitual, el régimen no explicó los motivos de la súbita decisión y de inmediato estalló el peor de los rumores. En Venezuela y en la comunidad internacional: al gobierno venezolano se le acabaron los dólares. Lo que pasó después era inevitable. El precio de los bonos venezolanos se desplomó y el dólar innombrable subió. Los argumentos empleados por el BCV para tratar de rehacer el desaguisado fue que se habían detectado algunas inconsistencias en la documentación presentada por ciertas empresas solicitantes. Por supuesto, no se dijo qué inconsistencias ni cuáles eran las empresas culpables, y nadie creyó media palabra de la versión oficial del suceso. Está previsto que hoy lunes se lleve a cabo la suspendida subasta, que en esta ocasión será de 440 millones de dólares. ¿Para demostrar que al régimen le sobran los dólares?
No parece factible que este recurso de última hora les devuelva a los mercados internacionales su confianza en el bolívar. Posponer la subasta, sumada a la reciente declaración de Nicolás Maduro de que a “los empresarios les llegará su hora”, es una señal de lo que quizá se avecina. Uno más de los avisos que desde noviembre se multiplican con gran estridencia. Comenzando por la inmensa deuda con el sector privado de la economía, incluidas en el paquete las líneas aéreas internacionales, que en la práctica han cancelado sus vuelos desde Venezuela. Por otra parte, es preciso insistir en la creciente escasez de productos de primera necesidad, en la imposibilidad de reponer los inventarios de artículos importados que el gobierno obligó a vender a precio de gallina flaca como primera acción oficial contra la especulación y la usura de la burguesía apátrida, la reducción del monto anual de dólares a tasa preferencial para viajeros y la casi anulación de los dólares para compras electrónicas. La repentina suspensión de la subasta sencillamente fue la gota que colmó el vaso de la desconfianza en Venezuela.
¿Qué pasa, entonces, en el mundo de nuestras finanzas públicas? ¿Nuevas medidas, aún más represivas, para terminar de pulverizar al sector privado de la producción y el comercio y acelerar así el tránsito hacia una economía del todo socialista? ¿Ineficiencia de funcionarios que son nombrados y quitados de aquí para allá, sobre la marcha, teniendo en cuenta solo los caprichos de alguien, como acaba de ocurrir con el cese de José Khan, ex presidente de Cadivi, a los 15 días de haber sido nombrado ministro de Comercio, y su sustitución por Dante Rivas, designado una semana antes mandamás del Poliedro? ¿O, tal como se pensó al conocerse la suspensión de la dichosa subasta, porque el régimen sencillamente se ha quedado sin dólares?
Algo sí resulta indiscutible. Para ocultar esta gran bancarrota nacional el régimen necesita cerrar a cal y canto las pocas rendijas de libertad de prensa que quedan en Venezuela. Con la mayor urgencia. O aceptar el colapso por venir.

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