MIGUEL BAHACHILLE M.| EL UNIVERSAL
lunes 17 de febrero de 2014 12:00 AM
La frase "lo tengo encarrilado" esgrimida por Maduro para referirse a Capriles, más que un artilugio burlesco común en la jerga política, revela la estrechez prudencial del cacique parroquial que hoy "administra" nada menos que los asuntos del Estado. Si Maduro cree tener pleno escrutinio sobre los ámbitos relevantes del país, que es lo que incumbe a los presidentes autocalificados como democráticos, debería estar "encarrilando" los asuntos que mantienen en jaque a la sociedad venezolana. Mientras deniega de los álgidos conflictos que afectan a la mayoría, vive absorto por los pasos de Capriles a quien supone lo tiene "por el carril".
¿Por qué no encarrilla a la delincuencia desatada que a diario asesina y aterroriza a los vecinos de todos los estratos sociales? También podría valerse de ese hado mágico venido del más allá para encarrillar la inflación que condena, sobre todo al más humilde, a la pobreza perpetua. La providencia divina de Maduro no debería perderse en los chivatazos aburridos que con cansona repetición divulga a través de los medios en cadena nacional. Bien podría valerse de ella para encarrillar a los colectivos violentos que controlan "zonas de excepción" como fueros propios. También a los anárquicos motorizados; ¿y por qué no a los pranes?
Asimismo debe preocuparse por encarrillar a quien en su ausencia asume funciones constitucionalmente reservadas para el Jefe del Estado. El recién ascendido a Capitán, acompañado por la ministro de la Defensa y por el jefe del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional, encabezó un acto militar en el estado Zulia disponiendo sobre tópicos que no le corresponden como presidente de la Asamblea General.
Ciertamente se requiere de encarrilamientos urgentes pues el país está descarrilado por la anarquía, corrupción, escasez, abandono de la infraestructura, delincuencia, etc. El principio de elevación del bienestar que nos habíamos puesto como meta a partir de 1958 al inicio de la era democrática, se ha depravado y ahora apuntamos hacia el Tercer Mundo, desde donde el régimen pretende que pernotemos como pueblo atrasado. El itinerario nada ingenuo, es aumentar paulatinamente la distancia con los países prósperos. En términos simples, la ruta elegida se inscribe en el modelo cubano.
En el fondo predomina un inmenso prejuicio oficial respecto del progreso. Los izquierdosos impasibles de siempre (tipo Giordani) están persuadidos que no conviene el bienestar material pues con ello se incrementan la comprensión de la realidad y el juicio crítico y, bajo esa condición, se dificulta el control social. La tarea es más fácil en ambientes paupérrimos generalizados. Tal obsesión, a pesar de los desmentidos oficialistas, continúa teniendo preponderancia en el grupo caverna del régimen.
Es inentendible para el común, pero no para los carcamanes del Gobierno, cómo se incrementan día a día las colas para adquirir aceite o harina mientras el petróleo se cotiza a un promedio de 100 dólares por barril. Sería ingenuo pensar que ello es accidental y que nada tiene que ver con el control social. Todo lo contrario. Es política que obedece a un estricto plan que el régimen persiste en sostener a través del monopolio de las divisas. ¿No es acaso lo que ocurre con el papel periódico?
Los Castro tuvieron éxito al encarrillar al pueblo desde 1958. Hoy, los cubanos hasta visten con un mismo modelo de traje y se alimentan con lo que se les provee "desde arriba". ¿Será esa la meta para Venezuela comisionada por el finado? Así pues todo el mundo debe avistar cuál es el corolario de una experiencia marxista que ha arruinado a su pueblo luego de 50 años de encarrilamiento.
¿Por qué no encarrilla a la delincuencia desatada que a diario asesina y aterroriza a los vecinos de todos los estratos sociales? También podría valerse de ese hado mágico venido del más allá para encarrillar la inflación que condena, sobre todo al más humilde, a la pobreza perpetua. La providencia divina de Maduro no debería perderse en los chivatazos aburridos que con cansona repetición divulga a través de los medios en cadena nacional. Bien podría valerse de ella para encarrillar a los colectivos violentos que controlan "zonas de excepción" como fueros propios. También a los anárquicos motorizados; ¿y por qué no a los pranes?
Asimismo debe preocuparse por encarrillar a quien en su ausencia asume funciones constitucionalmente reservadas para el Jefe del Estado. El recién ascendido a Capitán, acompañado por la ministro de la Defensa y por el jefe del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional, encabezó un acto militar en el estado Zulia disponiendo sobre tópicos que no le corresponden como presidente de la Asamblea General.
Ciertamente se requiere de encarrilamientos urgentes pues el país está descarrilado por la anarquía, corrupción, escasez, abandono de la infraestructura, delincuencia, etc. El principio de elevación del bienestar que nos habíamos puesto como meta a partir de 1958 al inicio de la era democrática, se ha depravado y ahora apuntamos hacia el Tercer Mundo, desde donde el régimen pretende que pernotemos como pueblo atrasado. El itinerario nada ingenuo, es aumentar paulatinamente la distancia con los países prósperos. En términos simples, la ruta elegida se inscribe en el modelo cubano.
En el fondo predomina un inmenso prejuicio oficial respecto del progreso. Los izquierdosos impasibles de siempre (tipo Giordani) están persuadidos que no conviene el bienestar material pues con ello se incrementan la comprensión de la realidad y el juicio crítico y, bajo esa condición, se dificulta el control social. La tarea es más fácil en ambientes paupérrimos generalizados. Tal obsesión, a pesar de los desmentidos oficialistas, continúa teniendo preponderancia en el grupo caverna del régimen.
Es inentendible para el común, pero no para los carcamanes del Gobierno, cómo se incrementan día a día las colas para adquirir aceite o harina mientras el petróleo se cotiza a un promedio de 100 dólares por barril. Sería ingenuo pensar que ello es accidental y que nada tiene que ver con el control social. Todo lo contrario. Es política que obedece a un estricto plan que el régimen persiste en sostener a través del monopolio de las divisas. ¿No es acaso lo que ocurre con el papel periódico?
Los Castro tuvieron éxito al encarrillar al pueblo desde 1958. Hoy, los cubanos hasta visten con un mismo modelo de traje y se alimentan con lo que se les provee "desde arriba". ¿Será esa la meta para Venezuela comisionada por el finado? Así pues todo el mundo debe avistar cuál es el corolario de una experiencia marxista que ha arruinado a su pueblo luego de 50 años de encarrilamiento.
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