Gustavo Coronel
Lo
que estamos viendo en este momento en Venezuela es un acto de
resistencia abierta, no violenta, por parte de venezolanos dignos,
hastiados de ser humillados y oprimidos por una pandilla ignorante,
inepta y corrupta. Admiro y apoyo a estos venezolanos quienes han
tomado la calle para protestar contra la pandilla que está en el poder,
una pandilla castro-ada, con vinculaciones al narcotráfico, inepta en el
manejo de los bienes y politicas públicas y muy corrupta. Estoy
convencido de que la única alternativa digna para la Venezuela que desea
ser democrática, próspera y libre es tomar la calle para acelerar la
salida de la pandilla podrida del poder. No se cuantos centenares, miles
o millones de venezolanos piensan de la misma manera pero, aun cuando
nadie más pensara así, seguiríamos aferrados a nuestra postura.
El
núcleo principal de los manifestantes está representado por el
estudiantado venezolano aunque líderes democráticos como Leopoldo López,
María Corina Machado, Diego Arria y Antonio Ledezma están plenamente
identificados con el movimiento de protesta, así como sociedades
profesionales, organizaciones empresariales y sindicales, en suma, una
buena parte de la sociedad civil.
Aunque
digo que quienes apoyamos este movimiento de protesta abierta y no
violenta lo seguiríamos haciendo aunque no advirtiésemos a nuestro
alrededor apoyo significativo, está claro que tal apoyo existe, tanto en
Venezuela como en el exterior. El coraje y la decisión de los jovenes
manifestantes ha ido generando una toma de posiciones cada vez creciente
entre muchos venezolanos que estaban viendo los toros desde la barrera.
Porque solo la acción puede estimular acción. Durante algun tiempo la
inercia de nuestro liderazgo ha estimulado la inercia de quienes los
seguimos, pero lo que estamos viendo en este momento es una acción por
parte de venezolanos que están decididos a rescatar nuestra dignidad
como pueblo.
Se
oyen voces que tienden a descorazonar a los manifestantes, quizás de
buena fé. Argumentan estas voces que no es posible “tumbar” un gobierno
armado hasta los dientes como el de la pandilla. Que los pobres “no
están con nosotros”, que hay que “tener paciencia”. Y estos argumentos
que suenan diferentes tienen el solo propósito de desmontar la
protesta, de lograr que todo siga igual, permitiendo que el régimen que
acogota a Venezuela siga siendo la verguenza del mundo libre y la
población venezolana se acerque cada vez más a la categoría de esclavos
de una ideología fracasada.
Muchas
voces se están levantando cada hora que pasa en apoyo de la protesta y
en crítica al régimen hamponil: Oscar Arias, la Union Europea, John
Kerry, las organizaciones internacionales de Derechos Humanos, acusan al
régimen de represión, de asesinatos, de prisiones y torturas, de
supresión de la prensa. Se pide la activación de la Carta Democrática
Interamericana. Maduro es visto hoy en muchos círculos democráticos del
mundo como un delincuente, como lo fué Gadaffi, como lo fué Hussein,
como lo es Asad. Quienes lo apoyan están escondidos detrás de la Cortina
Bananera: Castro, Ortega, Morales, Fernández de Kirchner y algunas
individualidades y organizaciones mercenarias en varios sitios del
mundo, todos quienes han sido beneficiados con el dinero que era
nuestro, de todos los venezolanos.
Quienes
se sientan descorazonados deben pensar en lo siguiente: El régimen
actual está profundamente fracturado internamente. El sátrapa a cargo es
un analfabeta ridiculizado hasta por sus mismos seguidores (lean www.aporrea.org
). Su apoyo descansa en los llamados Colectivos, grupos urbanos
semi-anárquicos, con lazos estrechos con el hampa común y en un sector
de las fuerzas armadas que ha recibido enormes sumas de dinero y otras
prebendas para comprar su lealtad, especie de Janízaros tropicales que
pueden voltear los calderos en cualquier momento, cuando la satrapía no
tenga más dinero que darles. El alto mando militar está con el régimen
porque tiene muchos crímenes por los cuales responder y están usando a
los soldados para protegerse. Pero los soldados, quienes deberían saber
cual es su deber constitucional, no tienen por qué hacerlo y no todos
lo harán.
Mientras
tanto, hay un país que está a la expectativa, porque la batalla no es
entre el pueblo chavista y el pueblo opositor. En Venezuela no hay
guerra civil. No, la batalla es entre la mafia que está en el poder y
los ciudadanos que están protestando abiertamente. Y cada minuto que
pasa la atrocidad de la represión debilita al régimen y actúa a favor de
quienes desean vivir en una Venezuela decente y digna.
Estoy
con la protesta no violenta pero en la calle, abiertamente, sin tregua,
hasta que la pandilla agarre sus bártulos y deje de acogotar al país,
hasta que el último castrista se haya ido de regreso a su cueva y deje
de ensuciar nuestro suelo con su presencia.
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