Monday, February 3, 2014

Sin papel no hay libertad

En: http://www.lapatilla.com/site/2014/02/03/armando-duran-sin-papel-no-hay-libertad/

Armando Durán

Puro Perogrullo. El ingrediente físico esencial de un medio de comunicación impreso es el papel, de modo que si no lo hay, no hay periódico. Y como el régimen es dueño exclusivo de las divisas existentes en el país, si no las entrega, les arrebata a los periódicos su derecho de comprar papel y al ciudadano su derecho de estar informado. O sea, que Miraflores, aunque se autocalifica de democrático a todas horas, estos días se apropia, porque ese es su carácter antidemocrático, del derecho de todos a la libre circulación del pensamiento y la opinión.
De este modo sinuoso, si el régimen insiste en la decisión de condenarnos al silencio y la oscuridad negándoles a los periódicos los dólares para importar papel, en la práctica nos amenaza con despojarnos de nuestra libertad y someternos por completo a su obsesiva voluntad imperial. Es decir, que al fin vencida la resistencia de los medios radioeléctricos con la compra de Globovisión, último reducto rebelde de la etapa de lucha oficial contra los medios después del cierre de Radio Caracas Televisión en 2005, ahora Maduro inicia una nueva y más peligrosa fase de sus relaciones con los medios. El principio del fin definitivo de la prensa libre en Venezuela.
Lo sabemos. El cierre de RCTV fue el primer paso en la construcción de este perverso control comunicacional hegemónico. Después vino el desarrollo expansivo de dos políticas complementarias, el sistema estatal de medios de comunicación y el anestésico que se le aplicó sin piedad a estaciones de radio y plantas de televisión que no quisieran correr la misma triste suerte de RCTV. Un círculo vicioso que se cerró con la compra de Globovisión y su inmediato y radical cambio de línea editorial. Con el argumento, por supuesto falso, de querer contribuir con su imparcialidad a la reconciliación de los venezolanos.
En este cautivo universo comunicacional desentonaba, sin embargo, la autonomía crítica de la inmensa mayoría de los periódicos. ¿Qué hacer contra ellos, pues? ¿Recurrir de nuevo a las banderas de la guerra desatada por Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992, o emprender el camino de la rectificación táctica adoptada inteligentemente en 1997 para poder llegar a Miraflores en olor de multitudes electorales, sin derramar una gota de sangre adicional?
Del mismo modo que en 2005 se utilizó el recurso legal de renovar o no las licencias de transmisión a estaciones de radio y plantas de televisión para neutralizar o liquidar a los medios radioeléctricos insumisos, alguien, en Venezuela o en Cuba, pensó ahora en el dispositivo también legal pero igualmente ilegítimo de administrar la asignación de dólares para importar papel como instrumento disuasivo o penal para recompensar o castigar la posición de los medios impresos frente a un régimen que no tolera ni la más leve vacilación dialéctica. Tal como les ofreció Maduro en su reunión con alcaldes y gobernadores de oposición elegidos en los comicios regionales: colaboraré con ustedes, pero solo si reconocen mi autoridad presidencial y se comprometen a ejecutar el Plan de la Patria al pie de la letra. Si no lo hacen, tomen otro camino.
Hay quien aún sugiere que la crisis del papel es fruto de la incapacidad gerencial de algún funcionario o un simple contratiempo administrativo. Una vez más me parece oportuno señalar que este problema no es culpa de ninguna errada política pública, ni de la insuficiencia burocrática de los funcionarios encargados de aplicar, pongamos por caso, el control de cambios. Todo lo que ocurre actualmente en Venezuela, incluido el secuestro del papel periódico, crimen en plena ejecución por parte del régimen, constituye una indiscutible e implacable política de Estado. Sin necesidad de añadirle cómodos adjetivos cuya única finalidad consiste en suavizar la naturaleza totalitaria del régimen. Políticas que en realidad no son para nada equivocadas, como sostienen esos pocos pobres espíritus de la oposición para tratar de continuar vivos políticamente hasta que puedan, sino acciones muy bien diseñadas para alcanzar, mediante recursos no abiertamente dictatoriales, el propósito dictatorial de permanecer en el poder hasta el fin de los siglos.
En esta hora difícil de la historia nacional, lo que más importa es tener en cuenta lo evidente. Sin papel no hay libertad. Y que, ante esta situación, la duda y la aceptación de las condiciones que impone el régimen, amparado en la arbitrariedad de un poder más agresivo y violento a medida que se acrecientan sus temores, es un simple acto de complicidad con el mal. Sin ninguna excusa posible.

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