Editorial El Nacional
Al señor Maduro le ha dado por hacerse el loco ante el serio compromiso constitucional que tiene como presidente de la República de mantener un clima de paz, estabilidad y confianza para que los comicios del 6 de diciembre lleguen a feliz término y los venezolanos voten de manera pacífica.
Usted, Maduro, se imagina como un dictador, un hombre predestinado por la historia. Pues no, señor Maduro, usted está demasiado equivocado, se pasa de equivocado, le quedan anchos los pantalones y las mangas muy cortas. Los venezolanos hemos tenido y sufrido una larga lista de dictadores y, por más que le damos vuelta al asunto, no logramos encontrar por ningún lado una razón de peso que nos indique que usted calza las medidas de un dictador tropical, de esos que meten miedo hasta cuando están ausentes. Bájese de esa nube, quítese ese pajarito de la cabeza que, además, lo pone en ridículo ante los venezolanos.
Si usted quiere reclamar un sitio en la historia de este país, aunque sea un sitio pequeñito situado por allá atrás, deje que los venezolanos chavistas y opositores ejerzan sus derechos en paz, que se ganen sus votos decentemente, a puro esfuerzo y sudor, pateando calle como siempre han sido las campañas electorales en esta Venezuela moribunda. ¿Dónde reside la fortaleza y la pasión electoral de un futuro diputado si se gana su curul encaramado en una montaña de lavadoras, neveras, televisores y billetes, montones de billetes birlados al tesoro de la nación?
¿Cómo hace ese angustiado candidato chavista para decir con sinceridad y sin que se le caiga la cara de vergüenza ante los votantes, que su triunfo se lo debe a la revolución, a la fuerza de las ideas de Hugo Chávez, al “ejemplo” del Che Guevara o a la lucidez incierta del masca agua de Fidel Castro? ¿Acaso los guerrilleros de la Sierra Maestra en Cuba lograron que los campesinos se pasaran para su bando regalándoles neveras y televisores? ¿Por casualidad los militares del dictador cubano Fulgencio Batista se rindieron porque Fidel les regaló unos carros chinos?
La conquista del poder por las armas, la dura lucha por llevar adelante una revolución y consolidarla por años exige hombres y mujeres excepcionales, tanto por su valor y constancia como por la lucidez de sus ideas, sin importar la clase social de donde vengan sino su firme compromiso con un proyecto y los valores que ello lleva consigo.
Lo lamentamos, señor Maduro, pero usted no clasifica. No llena los requisitos mínimos, y no es su culpa. Allá quienes lo usaron y lo usan hoy para ganar tiempo, medir fuerza y definir cuál de los dos bandos va a resultar ganador en la batalla interna. Luego su futuro será incierto porque nadie lo va a querer de nuevo como candidato a presidente y menos cariño le tendrán como ex presidente.
Los consejos de la cúpula que lo rodea van impregnados de veneno contra usted mismo. Cuando lo ponen a decir: “Yo me iría a las calles a luchar con el pueblo y la revolución pasaría a otra etapa”, se ríen por lo bajo. Las serpientes le rondan.
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