Maduro y su combo nos han demostrado que son capaces de cualquier locura para continuar en Miraflores. El adefesio írrito de un parlamento comunal, que se traduce en una Asamblea paralela a la electa con mayoría calificada, es parte de la anunciada radicalización, que no es otra cosa que el desconocimiento olímpico de las leyes. Pretenden neutralizar a la Asamblea como hicieron con la Alcaldía Metropolitana y con su alcalde, Antonio Ledezma, preso arbitrariamente, convertido hoy en ícono de firmeza y referente moral. Pretenden negarle a la oposición hasta el derecho de existir.
Ignoran la realidad que es contundente. Ni las dádivas, ni los regalos, ni el miedo torcieron la voluntad popular; allí están los votos obtenidos por la oposición que a regañadientes tuvo que aceptar el CNE, y ahora el chavismo es minoría, pero se aferran al poder para protegerse y no rendir cuentas, ni dar explicaciones cuando la Asamblea Nacional comience a hacer su trabajo contralor y se destapen todas las ollas, empezando por esa caja negra que es el Banco Central, en cuyas bóvedas deberían estar las reservas de oro que Chávez trasladó sospechosamente desde bancos confiables del exterior hasta la esquina de Carmelitas. Se conocerán los responsables de las corruptelas en Pdvsa, Pdval y de cómo tomaron las rutas para blanquear capitales y su tránsito hacia el narcotráfico.
Todas las bravuconadas y barbaries no se pueden seguir aceptando resignadamente como antes lo hacía la dirigencia opositora; ahora los diputados electos están obligados a defender “como sea” el triunfo y a realizar el mandato de cambio que el pueblo les ordenó en las elecciones.
El 6-D fue una fecha de contención, si Maduro y Cabello persisten en someternos a un modelo de Estado y de sociedad fracasados, con el que solo está de acuerdo una minoría, armada hasta los dientes pero montada en el aire, los ciudadanos dejarán de ser espectadores pasivos. A la Fuerza Armada Nacional le toca darles un parao constitucional e impedir que la minoría oficialista siga atropellando, facilitar una transición pacífica, para que la civilidad reine en una sociedad que ha sido sometida a combate permanente. El gran fin de fiesta “robolucionaria” llegará en 2016. Un poco de calma.
La antinavidad
En este diciembre tendremos la última Navidad socialista, ¡para no olvidarla!, la celebramos con mucha discreción: donde hubo escocés, si acaso habrá ron; la masa no está ni para los bollos, no hay dinero que rinda para rellenar las hallacas; la crisis por falta de alimentos y el encarecimiento de todos los productos de esta temporada han hecho imposible que la mayoría de los venezolanos pongan el arbolito y adornen su casa; tampoco llegará el Niño Jesús a muchos hogares con los regalos para los niños.
La Nochebuena, que reúne a la familia en torno a la gran cena, tiene sus excepciones: hay hermanos, hijos, amigos entrañables, que se vieron en la necesidad de irse del país por falta de oportunidades o huyendo de la inseguridad, otros son perseguidos políticos, familias enteras están desmembradas a causa de una sórdida revolución empobrecedora. Sin embargo, se presenta un nuevo horizonte y ese muro instalado como el de Berlín, difícil de saltar, ahora se derrumba. Han sucedido demasiados desastres en nuestro país; pese a todo, en medio de la ruina general, no se nos negaron ciertos momentos de felicidad, como el de la madrugada del 6-D. No hay máquina más perfecta que el calendario, ¡feliz 2016!
Tic tac
Esta columnista se tomará un receso hasta el miércoles 13 de enero cuando tendremos instalada una nueva Asamblea Nacional. ¡Mis mejores deseos!
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