Trino Márquez
El régimen fue cercado por las fuerzas democráticas y obligado a realizar unos comicios a los que no quería concurrir porque desde hace mucho tiempo todas las encuestas de opinión, incluidas las de su entorno, daban números muy negativos. La estrategia de la MUD –basada en eludir las provocaciones y la violencia para llegar a las elecciones- y la vigilancia y presión internacional, formaron una tenaza que terminó acorralando al gobierno.
A Nicolás Maduro solo le ha quedado apelar al terrorismo de Estado y a la intimidación para tratar de evitar que la avalancha de votos opositores lo sepulte. Ha amenazado con desconocer los resultados, salir a la calle a defender la revolución, desatar una intifada y convertirse en yihadista, si los números lo desfavorecen. Pero, también en este terreno, el piso se le movió. Su ministro de la Defensa, general Vladimir Padrino López, en abierta línea de colisión con el Comandante en Jefe, ha dicho que en Venezuela no habrá golpe, ni autogolpe, y que la consulta se efectuará bajo la mirada atenta de la Fuerza Armada. En respuesta al comunicado de la MUD y de otros voceros que han exhortado a la FAN a preservar la paz, ha dicho en repetidas oportunidades que no hay que recordarles a los militares su obligación de cumplir y hacer cumplir la Constitución.
Esta actitud de Padrino López no parece un mero gesto o las líneas de un libreto que debe seguir para aparecer como el policía bueno, frente al malo representado por Maduro y el combo civil que lo rodea. El general sabe que los golpes de Estado no son aceptados en América Latina y que sobre el país, especialmente la institución castrense, se concentran las miradas de todo el mundo democrático. Los oficiales también están enterados de que en Argentina ganó el opositor Mauricio Macri, y en Myanmar, en el lejano sudeste asiático, la Liga Nacional para la Democracia, adversaria de ese régimen militarista y gorila, arrolló ampliamente hace pocas semanas, sin que hubiese violencia. En esa cita los militares arriesgaban el poder, pues el Parlamento es la instancia que elige al nuevo Jefe de Estado. Admitieron los cómputos, a pesar de ser cruciales para ellos.
Maduro y compañía jugaron a crear temor. Desarrollaron una amplia campaña fundada en el engaño, la manipulación y la extorsión. Pintaron a los candidatos de la alternativa democrática como unos desalmados que desprecian a los ancianos, los niños, las mujeres embarazadas. Hablaron hasta la saciedad de la “guerra económica” y de radicalizar la revolución. Convirtieron el Sistema Nacional de Medios Públicos en un paredón de fusilamiento contra los aspirantes opositores. Sin embargo, la nación se les impuso. Más pudo la sabiduría de la MUD y la fibra democrática nacional, fortalecida desde hace más de ochenta años, cuando murió Juan Vicente Gómez, que las ansias desmedidas de poder de la camarilla gobernante.
La jornada del domingo, que debería ser perfectamente normal, y no cataclísmica tal cual la proyecta el gobierno, transcurrirá en un ambiente artificialmente tenso fomentado por la desesperación de Maduro, quien -sin que nadie se lo pidiera- convirtió los comicios en un plebiscito, por cierto muy particular, pues el centro de la campaña publicitaria no es él, sino Hugo Chávez. Hay que imaginar que se ve a sí mismo como un submarino, y no como un portaaviones.
La noche de domingo a lo mejor veremos hechos de violencia aislados. Algún colectivo armado que se alzó por aquí, un grupo de motorizados desadaptados que sembró miedo por allá, o algunos radicales que desataron disturbios en unos centros electorales. Pero, apuesto: la jornada transcurrirá y culminará normalmente. El país y la comunidad internacional les impusieron la paz a los rojos. Para estos será igual que tragarse un purgante, pero no tendrán más remedio.
Así es que a votar sin miedo y con optimismo abajo y a la izquierda. El camino del cambio entrará en una pendiente ascendente.
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