Tuesday, July 19, 2016

Hay un proceso de transición en Venezuela? Tres expertos analizan el tema

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Víctor Salmerón

El foro ¿Democratización? La dinámica del cambio político en venezuela, organizado por el Centro de Estudio Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello, incluyó un conversatorio donde tres especialistas internacionales debatieron sobre las lecciones que se desprenden de procesos de transición experimentados por otros países y la coyuntura venezolana.
El conversatorio, moderado por Benigno Alarcón, director del Centro de Estudio Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello, contó con la participación de Abraham Lowenthal, primer director general de América del Centro Woodrow Wilson y fundador de Diálogo Interamericano, experto en transiciones democráticas; Sergio Bitar, político e intelectual chileno, presidente del Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia, y exministro de Allende, Lagos y Bachelet; y José Woldenberg, ex presidente del Instituto Federal Electoral de México durante la transición mexicana, sociólogo y doctor en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Características comunes
Abraham Lowenthal y Sergio Bitar son autores del libro Transiciones democráticas / Enseñanzas de líderes políticos en el que registran el testimonio y las experiencias de trece expresidentes y primeros ministros de nueve países —dos de África, dos de Asia, dos de Europa y tres de América Latina— que contribuyeron al éxito de las transiciones desde regímenes autoritarios hacia un sistema más democrático. Abraham Lowenthal mencionó características comunes en estos procesos:
“En ninguno de los casos que estudiamos la transición fue fácil. No fue inevitable, costó mucho esfuerzo, fue lenta, hubo reveses importantes, movimientos de zigzag para lograr el objetivo. Hubo la participación de distintos sectores de la sociedad, de la masa popular, partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil, sindicatos, Iglesia, el liderazgo político fue un factor bastante importante”.
Abraham Lowenthal añade que:
“Un reto fue cómo unificar la oposición al gobierno autoritario y marginar a partidarios de la oposición que, por su forma de hacer oposición, podrían descarrilar la posibilidad de una transición y, al mismo tiempo, inducir a algunos miembros del régimen autoritario a abrirse hacia una transición pacífica”.
Sergio Bitar considera que un factor esencial es la negociación.
“Todas las transiciones tienen algo en común y es que, en la medida en que sea por la vía electoral y pacífica, hay negociación. No hay ninguna en la que un bando saque al otro y se ponga solo. Siempre se conversa y se acuerdan formas para que todos queden adentro y tengan derechos. Que a quienes van a cambiar no se asuste y piense que lo van a perseguir”.
Al analizar qué ocurre a lo interno de los gobiernos Sergio Bitar indica:
“En todos los casos, dentro el gobierno, algunos comienzan a preguntarse ¿cómo salgo de aquí? Porque se dan cuenta de que el camino que han seguido no lleva a una solución. Hay otros que se atrincheran”.
José Woldenberg menciona la combinación de movilización social y negociación.
“Es a raíz de la Revolución de los Claveles en Portugal que se comenzó a hablar de cambios políticos que no se producen por la vía de las armas, que no son asonadas o revolución sino procesos capaces de desmontar regímenes totalitarios dictatoriales o autoritarios y dar pie a la creación de nuevos o reeditados regímenes democráticos. Son procesos donde la movilización social y la negociación se conjugaron de manera virtuosa. No fueron solamente operaciones desde la élite sino acompañados de una cierta movilización social. Las negociaciones no hubiesen sucedido si no hubiese habido esa manifestación en las calles solicitando cambios sustantivos”.
José Woldenberg indica que el tipo de movilización social es una característica relevante:
“Se trata de cambios de carácter pacífico donde las oposiciones subrayaron una y otra vez que su vía era la de la participación y las reformas para generar un nuevo marco normativo, institucional que diera paso a la expresión de la pluralidad política”.
Otro elemento a considerar es la incertidumbre. José Woldenberg destaca que:
“Son procesos que se pueden llamar transicionales a la democracia una vez que terminan, no antes. Por ejemplo, hoy es un lugar común señalar que a la muerte de Franco se inicia la transición española, creo que es correcto. Pero quienes estaban en España el día de la muerte de Franco, lo que vieron fue un escenario de incertidumbre y posibilidades donde había diversas propuestas sobre la mesa. Ese primer día nadie podía garantizar que el proceso iba a llegar a buen puerto. Esa es una característica de las transiciones, genera esperanza, posibilidades, pero en un marco de gran incertidumbre porque mucho de los intereses que usufructúan el estatus quo están presentes y forman parte del juego”.
La coyuntura venezolana
Sergio Bitar aborda la situación venezolana con una precisión que considera necesaria:
Mirado desde el Sur, esto no es una transición. Siempre entendimos por transición la lucha porque hubiese elecciones para sacar a un gobierno autoritario. Aquí hay elecciones, las condiciones para llegar a las elecciones son totalmente desiguales en dinero, acceso a los medios pero hay elecciones. No hay que confundir imperfecciones serias y retrocesos en el equilibrio de los poderes con dictadura. No lo calificaría como la transición de un gobierno dictatorial hacia la democracia”.
Dicho esto, Sergio Bitar considera que hay signos incipientes de que podría comenzar una negociación:
“Lo que veo acá (Venezuela) —desde un punto de vista optimista— es que está comenzando a darse una fórmula negociadora, es mi intuición, es como un pequeño rayo de luz, pero las cosas tienen  que marchar en el sentido de que haya piso para que quien gobierne pueda gobernar. La situación económica venezolana no se va a arreglar en cinco minutos porque cambie el gobierno, esto va a ser muy largo, el desajuste que existe es gigantesco. Si a eso le agregan lo que podríamos llamar una economía pospetróleo, es evidente que Venezuela tiene que hacer un cambio en la estructura productiva que va a tomar mucho tiempo. Entonces avanzar en una fórmula de diálogo inteligente, con unidad. Es clave”.
Sergio Bitar advierte sobre el riesgo de idealizar los beneficios de una transición:
“Hemos visto que en muchas transiciones se idealiza el proceso al punto de que se va a avanzar hacia una democracia perfecta y se van a resolver los problemas de la pobreza, la desigualdad, y eso genera una frustración que estamos viviendo en muchos países de América Latina y Europa. No hay que idealizar lo que se puede hacer. Una mirada realista con los problemas, con esperanza, es lo mejor”.
José Woldenberg detecta dos factores que han cambiado la situación venezolana:
Para quien llega a Venezuela lo primero que surge es una situación de polarización muy aguda y dos grandes bloques: la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y el Gobierno. Cuando una conversa con miembros de la MUD se da cuenta de que allí palpita una pluralidad política muy grande y que lo que está hoy en acto es el eje autoritarismo-democracia, ese es el conflicto fundamental que se da en un marco diferente a hace cuatro o cinco años por dos razones: por la muerte del presidente Chávez y una presidencia que no tiene sus carisma y sus relaciones. Y por el contexto internacional cambiante en relación a Venezuela, que tiene mucho que ver con la caída de los precios del petróleo”.
El flanco electoral
Las condiciones electorales son clave, señala José Woldenberg:
“Lo que me ha llamado más la atención es la centralidad que el asunto electoral tiene para la eventual transición venezolana. El peor momento para el pluralismo venezolano fue cuando la oposición decidió no acudir  a las urnas en 2005 y quizás uno de sus mejores momentos las elecciones de diciembre pasado. Si este diagnóstico no es del todo equivocado, buena parte de los esfuerzos de las corrientes democratizadoras tienen que ver con apuntalar y ensanchar el espacio electoral. Si eso se apuntala y por esa ruta se avanza, la democratización venezolana tiene buenos augurios. Si esa avía se tapona entonces la situación sería muy complicada”.
José Woldenberg explica que el proceso de México puede aportar lecciones a Venezuela:
“Tiene sentido caracterizar a Venezuela como un régimen híbrido que tiene una constitución democrática con prácticas autoritarias y, en ese aspecto, posee puntos de contacto con México donde, al igual que en Venezuela, todas las fórmulas políticas tenían la convicción de que la única fuente legítima para ocupar cargos eran las elecciones. Eso construyó la posibilidad de convergencia”.
José  Woldemberg profundiza en este aspecto y explica:
“En México cinco grandes asuntos fueron colocados sobre la mesa de negociación: Primero, la necesidad de órganos y procedimientos electorales que garanticen la imparcialidad. Segundo, condiciones de competencia medianamente equitativas. ¿Cómo construirlos? Discutiendo el tema del dinero y el acceso a los grandes medios masivos de comunicación. Tercero, La justicia electoral, una fórmula institucional para resolver este tipo de conflictos. Cuarto, la Fórmula de traducción de votos a escaños, en Venezuela se diseñó una fórmula para sobrerepresentar y subrepresentar a las fuerzas Y, finalmente, el régimen de registros de partidos políticos, bajo la idea de que no hay que excluir a ninguna fuerza”.
Debilidad y demonización del diálogo
Abraham Lowenthal cree que ni el gobierno ni la oposición pueden ser catalogados de fuertes:
“Al pensar en Venezuela, por un tiempo largo, se habló de un gobierno fuerte y una oposición débil. Tras las elecciones de diciembre comenzó la imagen de un gobierno fuerte y una oposición fuerte, tras una victoria muy impresionante en las urnas. No confío tanto en mis impresiones de tres días, pero cuando mi esposa me pregunte de mis impresiones de este viaje le diré que el gobierno de Venezuela no es tan fuerte como se piensa desde el exterior porque hay una serie de cosas que resolver donde no tiene éxito. Pero la oposición organizada en la MUD tampoco es poderosa en el sentido de que todavía no tiene capacidad de hacer e incluso, veo que no es tanto una mesa de unidad sino una mesa con un gran potencial en la búsqueda de unidad”.
Abraham Lowenthal también menciona su percepción sobre la idea de diálogo:
“He visto que el concepto de diálogo se maneja de distintas maneras, no siempre con un sentido positivo. Hay quienes dicen que una negociación no sirve para nada. En economía todos manejamos el concepto de mercado, se sabe que el mercado no sabe la identidad de los actores que van a responder a sus señales. Debemos inventar un concepto semejante en la política: emitiendo señales claras, consistentes, de que realmente se quiere llegar a una solución que garantice derechos a todos y que no habrá una venganza de un lado sobre otro, van a aparecer personas, como aparecen en la economía, que capten la señal y busquen la manera de utilizar esta información”.
Como una posible vía a explorar Abraham Lowenthal menciona el caso de Sudáfrica:
“Ustedes hablan de polarización pero piensen en el caso de Sudáfrica, una polarización total, dos países viviendo bajo el mismo territorio. Ellos enviaron personas fuera del gobierno, pero con conocimiento del gabinete, a dialogar con representantes de Mandela. Comenzaron a hablar sobre cómo superar una etapa destructiva, que no podía durar, para dar paso a otro tipo de país. Comenzaron a hablar de cuál es la base mínima para tener una Sudáfrica diferente”.
Sergio Bitar menciona la agresividad en el discurso:
“La cultura del entendimiento es fundamental y se tiende a perder porque es mucho más fácil rechazar e insultar. Me gustaría que la próxima vez que me inviten a Venezuela escuche menos insultos y que a quien dialogue se le transforme en algo valioso, no en algo pecaminoso, hoy quien dialoga es un traidor”.
Abraham Lowenthal concluyó el conversatorio con recomendaciones para los ciudadanos:
Escucha, practica el ejercicio de escuchar. También practica el arte de la empatía. Entiende que va a haber sacrificios, cualquier cambio o transición no va a ocurrir rápidamente, no va a resolver todo, pero esto no quiere decir que no vale la pena porque el camino hacia un futuro mejor es preferible a no tener ninguno. Entiende que los que no piensan como uno no necesariamente son estúpidos o vendepatrias, sino que tienen otras experiencias y otras perspectivas. Y participa porque esto es extremadamente importante”.

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