Fernando Ochoa Antich
Los gobiernos de Carlos Andrés Pérez y su polémica son presentados, con gran objetividad y justicia, en el extraordinario documental, titulado CAP dos intentos, realizado por el reconocido cineasta venezolano Carlos Oteyza. En apenas cien minutos de filmación logró resumir, de una manera sorprendente, los diez años de gobierno, resaltando sus grandes aciertos y señalando, al mismo tiempo, los errores que, sin lugar a dudas, cometió, pero que con el pasar de los años han empezado a valorarse, de una manera diferente, por una importante mayoría de venezolanos que han rechazado, por falsa y calumniosa, la campaña que en su contra desarrollaron sus adversarios políticos y en particular el chavismo, que ha buscado, sin lograrlo, destruir su figura histórica. Muchos de sus ministros, principalmente aquellos que en su tiempo llamaron los “Chicago boys”, analizaron las distintas medidas económicas que tomó, primero, en el disfrute de un gran esplendor y después, en medio de una importante recesión económica. Lo que más resalta el documental es su trascendente obra de gobierno y los firmes valores democráticos que rodearon su recia y, a la vez, cordial y bondadosa personalidad.
En el documental se exponen algunos de los acontecimientos militares de esos complicados años, pero sin profundizar, por razones de tiempo, en sus causas y consecuencias. Por ello, interesado como estoy, en que se conozca lo que, en mi criterio, es necesario conocer, dedicaré mis próximos artículos, de este tiempo de vacaciones, a analizar el problema militar que tuvo que enfrentar Carlos Andrés Pérez durante sus dos gobiernos. El ambiente que existía en las Fuerzas Armadas Nacionales al iniciarse su primer período presidencial era de orgullo y optimismo. La derrota de la izquierda radical en sus aventuras guerrilleras y la alternancia republicana entre partidos políticos de distinto signo ideológico mostraban un importante fortalecimiento de la institucionalidad democrática. Nuestra organización empezó un retorno progresivo al entrenamiento para la guerra convencional, con miras a dar una adecuada respuesta disuasiva a las diferentes amenazas, en medio del surgimiento del diferendo limítrofe con Colombia, la reclamación territorial del Esequibo y la penetración de nuestras fronteras por la guerrilla colombiana. Con la adquisición de los nuevos sistemas de armas: tanques AMX30 y AMX MK F3l, aviones F-16 y Mirage y las fragatas misilísticas, entre otros, se fortaleció en alto grado nuestra capacidad de disuasión. Ese moderno material exigió a su vez un gran incremento cualitativo del nivel académico de nuestros institutos militares de formación profesional.
Durante la campaña electoral de 1973 se acusó a Carlos Andrés Pérez, de manera insistente, de tener la nacionalidad colombiana. La veraz respuesta a ese señalamiento, que ya había producido inquietud en los cuadros militares, dejó en claro la falsedad de la acusación. Sin embargo, esa inquietud se reactivó al hacerse pública la tesis sostenida por el presidente López de Colombia y el presidente Pérez de una posible explotación conjunta de los recursos naturales del golfo de Venezuela. Esa tesis fue criticada severamente por nuestra opinión pública. El rechazo militar a dicha tesis fue percibido por el presidente Pérez, lo cual influyó para que diera término a esas conversaciones. Otro aspecto que exigió especial atención del presidente Pérez fue el enfrentamiento entre sectores que eran percibidos como cercanos a Acción Democrática y a Copei. Tan absurda lucha surgió en el período de Rafael Caldera, pero se incrementó al iniciarse el nuevo gobierno. La presencia en el Ministerio de la Defensa del general Fernando Paredes Bello, durante los dos últimos años de gobierno y cuya aceptación por los dos partidos era importante, coadyuvó a que esas inconvenientes luchas internas tomaran un camino institucional.
A partir del año 1979, se mantuvo la práctica, con muy contadas excepciones, de continuar designando ministros de la Defensa a generales en servicio activo, nombrarlos por un año en sus funciones y principalmente provenientes del Ejército. Esta forma de selección, agravada aún más por ser escogidos oficiales en su último año de servicio, debilitó gravemente el ascendiente necesario que requería mantener el ministro de la Defensa para poder ejecutar una política militar coherente. Para colmo produjo, debido a las naturales ambiciones, una inconveniente lucha, con las negativas consecuencias institucionales, entre los aspirantes a ese cargo. Esta forma de escogencia no solo ocurría con el ministro de la Defensa, sino que también se realizaba en todos los cargos de la estructura organizativa. Esa permanente rotación impidió que muchas funciones vitales se realizaran eficaz y eficientemente. Un buen ejemplo de este problema fue la elevada rotación en la dirección de los organismos de inteligencia. Esta circunstancia afectó seriamente la continuidad en las actividades investigativas, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. La consecuencia de esa equivocada política militar, lo percibimos actualmente, fue la permanente penetración de las Fuerzas Armadas por agentes políticos de la izquierda radical, sin que se tomaran a tiempo los correctivos necesarios. Continuaremos…
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