Tuesday, January 24, 2017

Un 23 de luto estricto

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Editorial El Nacional

Día extraño el de ayer, una fecha democrática como lo es el 23 de Enero, terminó siendo, por arte de la manipulación y el oportunismo político, en todo lo contrario de aquello que, en principio, era ocasión para fortalecer las instituciones democráticas, profundizar nuestra fe en la voluntad popular y en la capacidad de vivir en paz y en estrecho respeto con la Constitución nacional.
Quienes han secuestrado el poder a través de decenas de artimañas políticas, de truculencias legales, de asaltos insensatos y perversos contra el Estado de Derecho, de llevar a la cárcel, a la tortura y a la muerte a decenas de venezolanos solo por contrariar el rumbo dictatorial que  un grupo de aventureros le ha impuesto a la República, pretenden ahora utilizar cualquier oportunidad que se les ponga a tiro para mancillar y destruir la memoria histórica de Venezuela, una memoria de la cual ya están expulsados de antemano por no obtener las calificaciones morales y civiles suficientes para ser respetados por los ciudadanos.
Ahora no solo se lanzan contra la Constitución nacional que ellos mismos contribuyeron a darle forma, a la vez que la pisotean de tal manera que hoy no existe parte de nuestra carta magna que no haya sido ensuciada, desvirtuada en sus esencia, deformada para que cuadre con las intenciones viles de quienes están mandando a pesar, y eso lo saben ellos, de que constituyen una minoría bastarda porque nunca jugaron limpio cada vez que se llamó a elecciones.
Al contrario, ahora que el pueblo los rechaza en las urnas tratan, de todas las formas y maneras, comprar la voluntad popular mediante maniobras de baja estofa, más propias de los lugartenientes de Trump o de Putin, que de líderes democráticos respetables.
Han ido erosionando la democracia con la misma tenacidad de unas incansables termitas que, por una extraña transmutación, se alimentan de petrodólares en cantidades tan inmensas que nuestra moneda nacional, el raquítico bolívar, no es digno de cotizarse en ninguna casa de cambio en el resto del mundo. Quienes tienen el privilegio de viajar notan esa ausencia con lástima y rabia, ya que en otros tiempos no militarizados ni cubanizados, el bolívar siempre estaba muy por encima de otras monedas que, hoy por desgracia, nos miran con desdén. 
De la misma manera han ido destruyendo toda la formalidad que impide el desmadre, y aparcan a un lado del camino lo funcional, lo que impide su dominio total, militar e imperial (según ellos), aunque salgan a la calle con los interiores rotos repitiendo como un coro militar ruso, ¡somos la patria! No son necios, no son tontos, son aprovechadores de un pueblo que pasa hambre, que sufre como si tuviéramos en guerra, pero no, se han quedado esperando la guerra como si la muerte de los venezolanos fuera una victoria militar.
El diciembre negro de hace dos años nadie lo podía pronosticar. Y digamos negro (aunque fue rojo) porque durante un mes un señor sin escrúpulos, “de escasa señoría y nobleza”, se montó en un tractor y se llevó por delante toda la Constitución Bolivariana. La carta magna de su jefe, ¿qué tal? ¿Imaginemos qué no le hará al tembleque de Maduro? 

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