Encuentro eurolatinoamericano en Sevilla
Un buen comienzo para identificar desencuentros y para avanzar hacia mejores esfuerzos
LUIS GERARDO GABALDÓN | EL UNIVERSAL
lunes 29 de noviembre de 2010 12:00 AM
El 28 y 29 de octubre, la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Real Instituto Elcano español convocaron a políticos, empresarios, profesores, periodistas y operadores judiciales de aquí y allá para debatir sobre relaciones eurolatinoamericanas y globalización, seguridad ciudadana y delincuencia organizada. Breve introducción de un comentarista por continente, abre un espacio de discusión donde ninguna opinión se atribuye a quien la expresa, para facilitar la más amplia libertad de expresión y el flujo de ideas. El evento procura el acercamiento interregional, ampliar conocimientos sobre realidades, políticas y estrategias, y promover la cooperación en áreas de interés común. Hay gran respeto y horizontalidad, y ambas instituciones aspiran enriquecer e informar sus visiones y programas mediante discusión orientada.
Respecto a las relaciones y la globalización, algunos son optimistas sobre la conectividad, la administración de la diversidad y la gobernabilidad global. Otros aluden al distanciamiento económico y social, con posibles repercusiones en lo cultural, entre dos continentes ahora disputados por nuevos actores, vecinos hasta hace poco incomunicados en Europa, y clientes y socios más distantes, en Latinoamérica, que están cambiando el panorama de los intercambios a todo nivel.
La seguridad ciudadana marca discrepancias. Los problemas de Latinoamérica se centran en la violencia interpersonal fragmentaria, letalidad, inseguridad objetiva, desconfianza en el sistema de justicia y corrupción, mientras que los de Europa gravitan en torno a la violencia despersonalizada de los motines y el terrorismo, destrucción de la propiedad, inseguridad subjetiva y maximización del aparato de justicia penal. No hay agenda común sobre la credibilidad en el sistema legal, percibida como difícil de abordar en Latinoamérica y como innecesaria en Europa, porque los espacios de control social formal no son mayormente disputados. La delincuencia organizada genera desencuentros.
Si bien el tráfico de drogas y de armas son de interés común, los latinoamericanos destacan que las convenciones internacionales son asimétricas, dictadas en interés de los países centrales, donde nosotros hemos hecho más de lo que razonablemente se podría esperar, como demuestran los denigrantes manoseos de la Guardia Nacional en Maiquetía; o no cuajan, como la de tráfico de armas ligeras con fuerte oposición de los países productores. Los europeos, si bien observan que las medidas de prevención no enfatizan suficientemente en el consumo, no acaban de reconocer el problema de la minimización de los daños, económicos y ambientales por la supresión de cultivos primarios, y los derivados de la criminalización de los eslabones más débiles de la cadena de distribución.
Este encuentro es un buen comienzo para identificar desencuentros y para avanzar hacia mejores esfuerzos. Europa, luego de décadas, parece volver su mirada a Latinoamérica, que siempre la tuvo puesta en Europa como una mujer enamorada.
Respecto a las relaciones y la globalización, algunos son optimistas sobre la conectividad, la administración de la diversidad y la gobernabilidad global. Otros aluden al distanciamiento económico y social, con posibles repercusiones en lo cultural, entre dos continentes ahora disputados por nuevos actores, vecinos hasta hace poco incomunicados en Europa, y clientes y socios más distantes, en Latinoamérica, que están cambiando el panorama de los intercambios a todo nivel.
La seguridad ciudadana marca discrepancias. Los problemas de Latinoamérica se centran en la violencia interpersonal fragmentaria, letalidad, inseguridad objetiva, desconfianza en el sistema de justicia y corrupción, mientras que los de Europa gravitan en torno a la violencia despersonalizada de los motines y el terrorismo, destrucción de la propiedad, inseguridad subjetiva y maximización del aparato de justicia penal. No hay agenda común sobre la credibilidad en el sistema legal, percibida como difícil de abordar en Latinoamérica y como innecesaria en Europa, porque los espacios de control social formal no son mayormente disputados. La delincuencia organizada genera desencuentros.
Si bien el tráfico de drogas y de armas son de interés común, los latinoamericanos destacan que las convenciones internacionales son asimétricas, dictadas en interés de los países centrales, donde nosotros hemos hecho más de lo que razonablemente se podría esperar, como demuestran los denigrantes manoseos de la Guardia Nacional en Maiquetía; o no cuajan, como la de tráfico de armas ligeras con fuerte oposición de los países productores. Los europeos, si bien observan que las medidas de prevención no enfatizan suficientemente en el consumo, no acaban de reconocer el problema de la minimización de los daños, económicos y ambientales por la supresión de cultivos primarios, y los derivados de la criminalización de los eslabones más débiles de la cadena de distribución.
Este encuentro es un buen comienzo para identificar desencuentros y para avanzar hacia mejores esfuerzos. Europa, luego de décadas, parece volver su mirada a Latinoamérica, que siempre la tuvo puesta en Europa como una mujer enamorada.
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