Pablo Aure
En Venezuela se están produciendo demasiado rápido acontecimientos que hacen imposible al más versado predecir qué pueda pasar a corto plazo en lo político, pero son, en todo caso, acontecimientos que vaticinan el final de esta absurda tragedia que nos ha tocado vivir de doce años para acá.
Si el slogan era que Chávez nos tenía locos (a los de oposición), ahora, con el sobrevenido estado de salud que lo aqueja, hay que decir que Chávez nos tiene más locos todavía, y no sólo a nosotros sino también a sus propios partidarios.
Por ejemplo, no hace mucho, dentro de la Mesa de la Unidad Democrática no querían la tarjeta unitaria; de pronto, sorpresivamente, se acogió unánimemente presentarla en las próximas elecciones.
En el lado chavista, la confusión no es poca. No hayan de qué color vestirse.
Es una agitación y un desconcierto casi permanente. Ahora el líder les dice que son sospechosos si se visten de rojo.
Los sempiternos aduladores, que para congraciarse se forraban de la cabeza a los pies de rojo rojito, ahora no saben qué hacer. Chávez también los tiene locos.
¿Qué sentirán quienes solían visitar ministerios y cuarteles con esas horribles guayaberas rojas? Siempre me pregunto: ¿Cómo le verán la cara estos sujetos sin personalidad alguna a sus hijos y familiares más cercanos?
¿El cáncer lo transformó?
El presidente ha dicho que la enfermedad lo ha transformado. Es verdad, pero de pura fachada. Sus intenciones hegemónicas y autoritarias siguen siendo las mismas. Las expropiaciones no cesarán, ni las violaciones a los derechos humanos.
Eliminó de su vocabulario la palabra muerte, porque al parecer no le importaba invocarla cuando se trataba de la muerte ajena, pero al verla merodeando cerquita prefirió quitarla. La verdad es que nada sorprende.
Los militares y los civiles que lo idolatran, se dieron cuenta de repente que el hombre es mortal. Ahora están conscientes de que hay que buscar otros espacios.
En el PSUV tienen suficientemente claro que una “diáspora” se producirá cuando Chávez tenga mermadas sus facultades, o desaparezca físicamente. En el mundo militar ocurrirá lo mismo. ¡A correr se ha dicho!
¡La quinta pata de la MUD!
Desde luego, estamos a las puertas de un gran acuerdo nacional de reconstrucción democrática en torno a la MUD. Pero falta una pata a la mesa, que está pronto a conseguirse: la porción del chavismo democrático que ha comenzado inteligentemente a tender puentes hacia la MUD, y cuya subsistencia y readaptación es necesario garantizar. Tenemos que incorporarlos y emprender juntos la reconducción unitaria del país. Un gran acuerdo MUD y chavismo democrático hace falta. Ellos representan un porcentaje importante de la población que -por qué no decirlo- han sufrido la decepción de Chávez y tampoco comulgan con la traición en la que consiste habernos entregado Chávez en brazos de los cubanos.
Así que la cuestión está en acoger a ese sector y sumarlo a la mesa. Todos los días tocan a las puertas de la MUD sectores del chavismo que se sienten burlados. Chávez se quedará enfermo y solo.
Aislando a Chávez, e incorporando la quinta pata que hace falta a la mesa, es como se puede reconciliar al país y evitar que el castrocomunismo se termine de consolidar en Venezuela.
Hay luz al final del túnel
Hemos percibido con mucho alivio la información fidedigna de que sólo una minúscula porción de la Fuerza Armada apoya al castrocomunismo. La mayoría está obstinada y repudia la traición, la corrupción, y todo lo que significa la intromisión cubana en desmedro de nuestra soberanía.
En los cuarteles se respira un descontento abismal. Me consta.
Se habla entre ellos del “espíritu de Machurucuto”, para invocar la gesta gloriosa por la cual nuestro Ejército impidió una primera intentona de invasión cubana. Ahora que estamos invadidos, se habla de sacarlos. En eso concuerdan con la MUD. Rápidos cambios se avizoran. Me alegra que los cuadros jóvenes militares estén preocupados por su futuro y por la integridad de la nación. Ya son pocos los que se comen el cuento del desprendimiento presidencial. Saben que hay corrupción y están asqueados de sus superiores. No todos los militares son bandidos, ni rojo rojito, ni amarillitos. Nada que ver. Muchos son profesionales íntegros
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