Axel Capriles
De un siglo de guerras (el XIX) pasamos, de una, a un siglo de paz (el XX). De una pobreza aterradora pasamos de golpe al “¡ta’ barato dame dos!”. Sin guerras civiles ni conflagraciones mundiales atravesamos un túnel del tiempo y aterrizamos de lleno en la modernidad. Mientras los países de la Europa del oeste apenas levantaban cabeza después de la Segunda Guerra Mundial y los países latinoamericanos sufrían indigestiones recurrentes entre golpe de Estado y dictadura militar, los venezolanos tomamos una autopista expresa hacia el bienestar y la libertad. Repentinamente, llegando al siglo XXI, todo se desvaneció. El petróleo había comprado, ciertamente, comodidad, confort y actualidad, pero también había hecho posible saltarnos la transformación de la psicología colectiva y de las instituciones que podían afianzar la modernidad. Perduraron disposiciones y hábitos premodernos muy arraigados en la población, la visión de corto plazo, el personalismo político, la picardía, el locus de control externo.
El cambio que se inicia con las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015, independientemente de todas las trabas, impedimentos y complicaciones que habrá de superar, tal vez tenga, por primera vez, un carácter verdaderamente, profundamente, transformador. Primero, porque será un cambio en escasez, después de haber perdido la palanca fácil del petróleo, lo que obligará a potenciar los recursos humanos y los modos virtuosos de entendimiento, participación y cooperación social. Segundo, porque obligará a una visión de largo plazo. La transición va a ser un proceso embrollado, arduo y penoso, al que necesariamente seguirá una prolongada reconstrucción de las instituciones y el tejido social. Los que hemos escogido a Venezuela como hogar no podemos pensar en el corto plazo. La sociedad que renazca después de la devastación y desolación dejadas por la revolución bolivariana será, sin duda, una sociedad mucho más robusta, con más fuste, que la crecida en los tiempos de la Gran Venezuela. Con la mirada necesariamente puesta en un horizonte más lejano, será una Venezuela menos vulnerable a la provisionalidad, el inmediatismo y la superficialidad. En tercer lugar, los venezolanos que hemos sobrevivido a nuestra peculiar hecatombe de fin de siglo, el chavismo, ya no tenemos excusas. Ya no podremos seguir culpando a otros de todos nuestros equívocos y males. De aquí para adelante, nosotros somos los únicos responsables de nuestro destino. Ahora sí.
@axelcapriles
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