ANDRÉS CAÑIZÁLEZ / @INFOCRACIA
29 DE NOVIEMBRE 2016 - 12:05 AM
¿Cayó la oposición venezolana en una trampa? ¿Fueron engañados dirigentes políticos con piel curtida como Jesús Chúo Torrealba, Henry Ramos Allup o Julio Borges? No pocos analistas y opinadores, y muchos venezolanos de a pie, creen que efectivamente la dirigencia de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) cayó en un trampa al sentarse a dialogar y negociar políticamente con el gobierno de Nicolás Maduro.
No comparto la hipótesis de que han sido engañados los dirigentes de la MUD que apostaron por el diálogo. Creo que tomaron una decisión política: apostaron por una transición en cámara lenta. Decidieron a favor de pactar con el chavismo soluciones negociadas en diversos ámbitos en lugar de presionar al régimen y tratar de arrinconarlo.
Es muy pronto para saber si se equivocaron. Por lo pronto el chavismo, y en particular Maduro, ganó en esta primera etapa, está logrando concluir 2016 sin hacer elecciones. No preveo, personalmente, elecciones en 2017 ya que al igual que en 2016 el chavismo perdería cualquier consulta. Si son ciertas algunas versiones surgidas de la mesa de negociación todo parecería apuntar a elecciones en 2018.
¿Y qué hacer si se mantiene cerrada la vía electoral, y estando el gobierno de Maduro en medio de altísimos niveles de impopularidad? En mi opinión, cabe pensar en un cambio en la presidencia en 2017 bajo un pacto entre gobierno y oposición, con otra figura del chavismo en la presidencia interina (para concluir el mandato) permitiendo que la salida de Maduro ayude a bajar la presión, permita salir en búsqueda de financiamiento externo y el chavismo se recomponga para ir a elecciones en 2018.
Esto es solo un escenario. Pero son justamente el tipo de escenarios que pueden hacerse realidad en una mesa de negociación política. Aún es temprano para saber si será en esta dirección a la que nos conducirá este diálogo en Venezuela.
Otro escenario, fuera de la mesa de diálogo, es que sencillamente los sectores más radicales (verbalmente) del chavismo, que a su vez parecen ser los más vinculados con el narcotráfico, terminen imponiendo su posición de no abrir ningún espacio, con lo cual quedaríamos igual que ahora. No todo igual, porque bajo esa lógica el régimen aumentaría la represión para sostenerse en el poder.
Se llegó al diálogo luego de vivir en octubre una serie de acciones políticas, generadas por la MUD, que apuntaban a poner al presidente Nicolás Maduro contra las cuerdas, como se dice en el argot del boxeo. Era la respuesta opositora a la decisión oficial de cerrar la vía del referendo revocatorio del jefe del Estado, junto a la decisión del Poder Electoral de suspender la elección de gobernadores estatales que debía realizarse en diciembre.
En esos días finales de octubre se iniciaba un proceso para establecer la responsabilidad política de Maduro en la ruptura del hilo constitucional, la MUD denunció al gobierno de Maduro como una dictadura, convocaba acciones masivas de calle incluyendo una marcha hasta el Palacio de Miraflores.
Junto a esto –desde Washington–, el secretario de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, lucía dispuesto a llevar de nuevo a discusión en el organismo la aplicación de la Carta Democrática en Venezuela, por parte del gobierno de Maduro.
En general, en esos días, el discurso de las varias corrientes opositoras que hacen vida en la MUD parecían remar en la misma dirección: presionar a Maduro, en todos los frentes. En privado, sin embargo, la dirigencia opositora reconocía la imposibilidad de remover democráticamente en el corto plazo a Maduro (que sigue teniendo –y no lo pongo en duda– un férreo apoyo militar).
Sin embargo, la apuesta durante la mayor parte de octubre consistía en aumentarle el costo político al régimen. Aunque Maduro siguiera en el poder, con esa estrategia se buscaba denunciar, en lo interno y en el exterior, que se trataba de una dictadura.
Hubo un cambio de timón en la estrategia opositora. Las decisiones políticas tienen consecuencias.
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