FERNANDO OCHOA ANTICH / FOCHOAANTICH@GMAIL.COM
27 DE NOVIEMBRE 2016 - 12:05 AM
El título de este artículo lo tomé del extraordinario documental realizado por Carlos Oteiza para caracterizar el régimen del general Marcos Pérez Jiménez: una dictadura eficiente en la construcción de grandes obras de infraestructura, pero inclemente violador de los derechos humanos y de las libertades ciudadanas. Su gobierno se inició en 1952, después del fraude electoral realizado en los comicios para elegir la Asamblea Nacional Constituyente, ante el amplísimo triunfo del partido URD, liderado por Jóvito Villalba, y el golpe de Estado perpetrado por las Fuerzas Armadas Nacionales, cuyo Alto Mando designó a Marcos Pérez Jiménez presidente provisional de Venezuela. Los desafueros continuaron y al año siguiente fue aprobada de manera ilegítima la Constitución de 1953 y se hizo designar presidente constitucional. Su obra de gobierno, en relación con la infraestructura creada ha sido reconocida por importantes historiadores. Sin embargo, el desarrollo vertiginoso de la construcción generó dos grandes crisis económicas debido al exceso de gastos, en los cuales incurrió: la de 1956, superada por la entrega de concesiones petroleras y la de 1958, que además de económica fue también política y condujo a su derrocamiento, después de la insurrección militar del 1° de enero de 1958 y la rebelión civil en los días posteriores.
Uno de los temas más bizantinos que los venezolanos hemos sostenido en nuestras discusiones, durante estos dieciocho años de régimen chavista, ha sido determinar su verdadera esencia como régimen político. Las opiniones varían entre una dictadura militar tradicional, un régimen totalitario, una neodictadura y una seudodemocracia. En verdad, en mi criterio, estamos en presencia de una dictadura, independientemente de la denominación que se le quiera dar. Obviamente, en la actualidad se hace mucho más difícil implementar un régimen de este tipo bajo los mismos parámetros utilizados en los siglos XIX y XX, en virtud de la globalización de los derechos humanos y tantas otras restricciones impuestas por la comunidad internacional. De allí la denominación de neodictadura, pero que en esencia no deja de ser lo mismo. Con respecto a lo militar, no existe dictadura sin el apoyo de una fuerza armada. Sin embargo, para aclarar la situación creo conveniente comparar en sus similitudes y diferencias los gobiernos de la dictadura perezjimenista y de la autodenominada revolución bolivariana. Un aspecto que, hasta este momento, los diferenciaba claramente era la realización de procesos electorales. Marcos Pérez Jiménez, atemorizado después de la derrota electoral en las elecciones para Asamblea Constituyente de 1953, nunca más aceptó convocar a elecciones. Durante el gobierno de Hugo Chávez parecía que la manera natural de legitimarse era vivir en un permanente proceso electoral. Esa característica ha sido modificada totalmente al Nicolás Maduro reconocer la acelerada caída de su popularidad y la consecuente imposibilidad de ganar una elección, lo cual lo ha llevado a cercenar el derecho constitucional de los ciudadanos a expresar su voluntad política mediante el voto. En consecuencia, en este sentido existe una total similitud entre la dictadura perezjimenista y su régimen.
Un factor muy importante a considerar para definir la esencia de un régimen político es verificar la existencia o ausencia de una plena libertad de expresión. Durante el perezjimenismo fue restringida totalmente la libertad de prensa a través de una Junta de Censura que revisaba el contenido de todos los periódicos antes de publicarse. Lo mismo ocurría con la radio y la televisión, donde se imponía la autocensura. Desde el principio del régimen chavista se mostró un marcado interés en controlar todos los medios de comunicación. Su primer paso fue transformar de manera inescrupulosa y descarada el canal del Estado en un medio de propaganda del gobierno. Después del 11 de abril se inició una verdadera campaña militar para imponer una severa censura a la libertad de opinión. Se utilizaron distintos medios tanto legales como fácticos: se reformó la Ley de Comunicaciones y se le dio carácter orgánico, ampliando el poder del Estado para limitar ampliamente la libertad de opinión y se le denominó Ley de Comunicación del Poder Popular señalándole responsabilidades al Estado para garantizar la sostenibilidad de los medios alternativos y comunitarios, los cuales fueron inmediatamente controlados por el PSUV; se aprobó la ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, aplicándose de inmediato en contra de Radio Caracas Televisión mediante la negativa a renovarle la concesión y la confiscación arbitraria de todos sus equipos de transmisión; se crearon o compraron 5 nuevos canales de televisión y un gran número de emisoras de radio y medios escritos orientados a difundir la ideología marxista y defender la gestión del gobierno. En definitiva una dictadura comunicacional, o lo que ellos llaman “la hegemonía comunicacional”. He aquí, que en cuanto a la restricción de la libertad de expresión, la revolución bolivariana se equipara también con la dictadura perezjimenista. Son muchas las similitudes que podemos encontrar entre ambos regímenes, como por ejemplo su carácter represivo, la existencia de presos políticos y pare usted de contar, que por razones de espacio no es posible ampliarlos en este artículo. Sin embargo, podemos mencionar como una diferencia lo relativo a la inversión en obras de infraestructura. La dictadura de Pérez Jiménez fue capaz de modernizar al país significativamente. Hugo Chávez y Nicolás Maduro, con el mayor ingreso que Venezuela ha tenido en su historia, lo han dilapidado en populismo y corrupción, sin dejar nada tangible que permita a los venezolanos sentirse orgullosos. Sencillamente destruyeron a Venezuela
Un aspecto curioso de analizar es la similitud de la crisis que enfrenta actualmente el régimen neodictatorial de Nicolás Maduro con la que provocó el derrocamiento de la dictadura perezjimenista; con las naturales diferencias por ser tiempos históricos distintos. Al acercarse el final del período presidencial, en medio de una creciente crisis económica y de opinión pública, la oposición democrática representada por el partido Copei, ya que Acción Democrática, el PCV y URD se encontraban ilegalizados, planteó la posibilidad de lanzar la candidatura de Rafael Caldera para competir con la del general Marcos Pérez Jiménez en unas elecciones a realizarse en el mes de diciembre de 1957. La respuesta fue su detención, asilo en la Nunciatura y posterior viaje al exterior. A los pocos días, el régimen militar planteó al Congreso Nacional la convocatoria de un plebiscito, el cual ganó fraudulentamente. El 1° de enero de 1958 se produjo una insurrección militar de un número muy importante de cuadros medios, siendo atacado el Palacio de Miraflores por pilotos de la aviación militar. Dominada la insurrección, el general Pérez trato de hacer importantes cambios en su gabinete, aceptando una presión militar del general Rómulo Fernández, recién nombrado ministro de la Defensa, quien solicitó fueran exiliados Laureano Vallenilla y Pedro Estrada. Al día siguiente, el general Fernández fue detenido y enviado a Santo Domingo. La crisis continuó de una manera indetenible hasta que fue derrocado por las Fuerzas Armadas ante el estallido de una incontrolable rebelión popular, en medio de una huelga general.
No hay duda de que las dos crisis son parecidas. La situación económica no tiene solución mientras Nicolás Maduro permanezca en la Presidencia de la República y no haya un cambio de régimen político. Sin embargo, la respuesta ha sido la de impedir el derecho de los venezolanos a expresarse libremente en un referendo revocatorio, mediante una grosera utilización de tribunales penales comprometidos con el PSUV. Posteriormente, se nos ha querido engañar con una convocatoria a un falso diálogo, que solo permitirá ganar tiempo para que se consolide la permanencia de Nicolás Maduro en el poder. En esas condiciones no hay manera de que nadie se atreva a invertir en nuestro país, ni siquiera en petróleo, ante las graves y escandalosas noticias que surgen sobre la estabilidad financiera de Pdvsa. Imaginarse que es posible conseguir un préstamo a bajo interés para fortalecer nuestras reservas, que apenas alcanzan a 10.000 millones de dólares, es una quimera, mientras el precio del dólar crece de manera incontrolable. La caída de la popularidad de Nicolás Maduro, que señalan todas las encuestas, empieza a transformarse en un sentimiento de rechazo que compromete, cada día más, la paz social y la estabilidad de su gobierno. Otro aspecto a evaluar es la situación militar, pilar de sostén de un régimen tan impopular. No puedo opinar sobre su actual realidad ya que no tengo suficiente información. De todas maneras, estoy convencido de que tiene que haber un fuerte descontento en los cuadros activos de la Fuerza Armada Nacional en medio de una tan inmanejable crisis de opinión como la que enfrenta Nicolás Maduro. No soy partidario de la participación militar en la solución de las crisis políticas, pero nos encontramos en una circunstancia que demanda el concurso de todos. Deseo confiar en la inteligencia de los mandos, para asesorar, leal y responsablemente, al presidente Maduro sobre el camino más conveniente para superar la grave tragedia nacional. Pienso que ese camino es la renuncia o las elecciones generales La tragedia que enfrentan los venezolanos así lo exige.
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