Simón Bocanegra
Mucho se habla de los errores comunicacionales de la MUD. Los hay, pero el problema va más allá. No hay una estrategia común.
El "asesinato" al RR dejó a la oposición sin claridad, sin método común porque el objetivo está claro. Por eso algunos factores acuden a la mesa del diálogo con mediación de Unasur y El Vaticano que, a pesar de haber conseguido cuestiones importantes, generó suspicacias por el lenguaje usado. El comunicado leído por monseñor Celli, el que habla de boicot y sabotaje a la economía, fue redactado por los facilitadores sin posibilidad de ser modificado por las partes. No se aclaró y además se dejó un encabezado que lo hace "conjunto".
No está claro el rol de Henri Falcón, que llegó autoinvitado. El gobernador de Lara es un importante actor de la Unidad. Sería bueno que lo asuma porque las sillas del medio ya tienen quien las ocupe. Por ahora, no ha hablado en las reuniones. El punto del apoyo al Esequibo pareció innecesario, pero se acordó incluirlo porque Delcy Rodríguez afirmó que en la ONU se cocinaba una resolución beneficiosa para Guyana. Menos mal que pudieron pararla a tiempo en sus intenciones de incluir un rechazo conjunto al "Decreto Obama".
El punto peliagudo será la decisión de quiénes serán los dos nuevos rectores del CNE. Uno de ellos se busca sea por consenso. No será un identificado opositor, tampoco un cura como se pensó en un momento pero el PSUV lo vetó porque "los curas son escuálidos"- ni un académico. Será, nos dicen, alguien que se haya retratado con unos y otros.
Hay que aclarar: nadie pidió una tregua. Se dio. Y es importante que el asunto sea tratado con los mediadores y testigos, porque el chavismo no deja de golpear a la Asamblea a través del TSJ. El Parlamento debe resolver el tema Amazonas, sí, salir del supuesto "desacato", sí, pero de nada valdrá si la cayapa de poderes no se detiene.
Y el Gobierno debe entender que el Legislativo es opositor.
Sobre los presos políticos, esperamos que sigan saliendo. El gran secreto es que no hay un solo carcelero sino varios. Están los presos de tal gobernador, de tal diputado, del tal funcionario; y soltarlos pasa por convencer al verdugo en cuestión, que no siempre es el mismo y no necesariamente está representado en ese diálogo.
Esa mesa puede ser la peor pesadilla del Gobierno, pero solo si la oposición es astuta y logra retomar la iniciativa política que mostró hace un mes cuando lucía que el Gobierno estaba contra las cuerdas. Esperemos que tengan con qué.
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