Humberto González
El colapso del régimen arrastra irremediablemente consigo a su brazo armado, las FANB. Es el resultado de un proceso que inició Hugo Chávez al relajar todos los códigos, normas y símbolos de la institución militar, para ponerla al servicio de sus propósitos proselitistas.
El control político, derivado de elecciones de dudosa calidad y la abundancia de petrodólares, le permitió al gobierno ocultar la degradación de las Fuerzas Armadas en su interior. Afuera solo se veía la socorrida unión cívico-militar, que no fue otra cosa que llevar militares a cargos de administración pública para que manejaran recursos públicos sin control ni rendición de cuentas.
Mientras estos militares en cargos públicos —muchos de ellos batallones de generales sin tropa— actuaban a discreción y se procuraban todas las prebendas clientelares que ofrece el poder desmedido, en el seno de las Fuerzas Armadas se daba un proceso de deterioro moral y orgánico.
Es una tragedia para la institución armada que sus cabezas sean cuestionadas por sus implicaciones con delitos de corrupción y narcotráfico. Y es muy importante dejar claro que no son todos los altos oficiales militares los involucrados en estos actos. Quizás son solo una minoría que cuenta con la solidaridad automática de una mayoría que no dice ni hace nada.
Así las Fuerzas Armadas hoy se hunden en el pantano de la corrupción y la inmoralidad, acosada por todos los costados. Desde arriba, generales inmorales usan su poder y acceso a posiciones administrativas para sus negocios particulares. Abajo, en la base de la pirámide, soldados y oficiales, alentados por el ejemplo de sus superiores, se involucran en actos criminales de robo, ajusticiamientos y contrabando.
Lo que estoy indicando no es nada nuevo. Hay altos operadores militares como el ministro Néstor Reverol que ha sido acusado en los Estados Unidos de ser parte de una red de narcotráfico. Al igual que el entonces Coronel Manuel Barroso, botado de CADIVI por Giordani por corrupción administrativa. Y así hay miles de casos que han sido ventilados en la prensa nacional que implican a altos militares en actos de corrupción. El Ministerio Público, controlado por el gobierno, no investiga y, por supuesto, menos aún la contraloría interna de las Fuerzas Armadas.
Al deterioro moral de los de arriba se suma el deterioro moral de los de abajo. Son innumerables los casos de soldados y efectivos de las diferentes fuerzas militares capturados in fraganti cometiendo crímenes: robos, secuestros, extorsión, etc. Los ve uno todos los días en los periódicos deshonrando su uniforme militar. Para estos militares seguramente si habrá investigaciones y juicios. Pero lo importante es examinar qué está pasando dentro de las fuerzas armadas que permiten este patrón de conductas en forma sistemática y ver cómo se pueden evitar.
Lamentablemente para los oficiales superiores y generales honestos, que seguramente los hay, la solución frente a la acelerada descomposición de las FANB pasa por un cambio de régimen de gobierno. Mientras se mantenga el chavismo oficialista en el poder no habrá forma de restituir el honor y el prestigio de las FANB. Cualquier investigación o cualquier intento de profilaxis en el mundo militar siempre chocará contra los intereses de las facciones chavistas que controlan el poder y que también dividen a las fuerzas armadas.
El pragmatismo de muchos oficiales militares ha venido posponiendo un debate que hoy parece inevitable y esencial para la supervivencia de las FANB. Es la confrontación irreversible entre militares honestos y militares corruptos. Donde los honestos deben dejar a un lado su indiferencia, imponerse, y desplazar a los inmorales independiente de su rango y ubicación. En esa batalla por el alma y el honor de las fuerzas armadas hay que apoyar a los honestos, aunque estos sean chavistas.
@humbertotweets
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