ADOLFO P. SALGUEIRO / @APSALGUEIRO1
26 DE NOVIEMBRE 2016 - 12:05 AM
En artículos anteriores hemos expresado, con vergüenza, los sentimientos primitivos que nos embargan al comprobar una tras otra las tropelías que se perpetran desde el poder. Por tal razón hemos encomendado directamente a Dios que conceda el perdón a los transgresores toda vez que a este simple y pedestre ciudadano se le hace cada vez más difícil siquiera considerar tal posibilidad. A esto hemos llegado en la Venezuela de hoy.
El comentario anterior viene a cuenta ante la noticia reseñada por la prensa nacional e internacional señalando que el Seniat –a través de la aduana– se hizo cargo (por no decir robó) de un importante cargamento de medicinas juntadas en el exterior por Cáritas –organización de la Iglesia Católica universal– y enviada al puerto de La Guaira. Tal despojo se llevó a cabo con el pretexto –seguramente válido en lo formal– de que la mercancía había caído en “abandono legal”. ¡Bonito les quedó!
Cáritas Internacional no es cualquier cosa ni fue fundada ayer para molestar al gobierno de Venezuela. Se trata de una institución de la Iglesia Católica cuyo origen se remonta a Alemania en el año 1897, ahora con sede en Roma, que a la fecha opera en casi todos los países del mundo prestando ayuda a quienes están grandemente necesitados por razones de catástrofe natural, hambruna, sequía, fallas de distribución, etc. Naturalmente, Venezuela ha sido escenario de sus actividades desde siempre, para gratitud de los millones de personas que a lo largo de los años se han beneficiado de su acción y que a la sola mención de su nombre genera la más favorable actitud no solo de católicos sino universalmente.
Pues bien, este gobierno que ha decretado y recontrarrenovado el decreto de emergencia económica para proveerse de la suma del poder público a cuenta de una supuesta guerra que el mundo libra en su contra, ha rehusado una y otra vez reconocer que en el país hay una emergencia por la falta de medicinas cuyos efectos se reseñan en la prensa diaria. Lo que está a la vista no necesita comprobación.
El lote de medicinas que ha sido declarado “en abandono” dicen que está constituido por aquellas que más falta hacen a la población. Otros envíos similares han llegado a nuestras costas como resultado del esfuerzo de compatriotas radicados en el exterior que se sensibilizan con la dramática situación que se vive en nuestro territorio. De estos esfuerzos tenemos constancia por haber sido testigos de cómo en el último cumpleaños de nuestra hija domiciliada en el exterior ella solicitó a sus amigas que en lugar de regalos llevaran pañales, fórmula infantil y demás artículos que se requieren en el Hospital de Niños J. M. de los Ríos de Caracas. La respuesta de las jóvenes damas concurrentes fue espectacular y lo obtenido se arrimó a un centro de acopio donde una empresa de transportes trasladó el material a Venezuela donde hubo que sortear mil dificultades para lograr que llegue a los niños cuyo drama no necesita explicarse aquí.
Sin tener a la mano los detalles del expediente aduanal relacionado con el caso Cáritas sí podemos imaginarnos y reconstruir el bloqueo burocrático que llevó al canallesco resultado. Seguramente las autoridades intervinientes habrán solicitado mil y un recaudos especialmente de aquellos que son difíciles, demoran mucho, dependen de la discreción de alguien y demás triquiñuelas de las que los venezolanos somos ya doctores especialistas. Resultado: algo faltó, o no lo quisieron aceptar o tenía el sello poco claro y “tal como lo manda la ley” la mercancía quedó en abandono exactamente a los treinta días para ser destinada al Seguro Social, al que por lo menos rogamos la distribuya con criterio social y no ideológico.
Se nos ha informado que existen otros envíos similares ya en puerto o en camino y sabemos que una calificada delegación de ciudadanos ha tenido una o dos entrevistas con el vicepresidente de la República, quien en privado manifestó su buena disposición hacia el operativo pero manifestó que el nombre de “ayuda humanitaria” hacía imposible concretar la aceptación. Como es natural, la delegación visitante no tuvo inconveniente en ofrecer los cambios de nombre que fueran requeridos pero… nada se logró.
Así pues, volviendo a la confiscación del envío de medicinas de Cáritas uno se pregunta si todos los despachos aduaneros tienen un trámite igual de complicado o si los plazos administrativos se cumplimentan con igual severidad. Se pregunta uno cómo por la rampa 4 del aeropuerto de Maiquetía (desde donde sale y entra el avión presidencial) unos jóvenes parientes de la primera dama entran y salen a sus anchas (según propia confesión en juicio de Nueva York) desde donde se almacenan y/o embarcan importantes despachos de droga, se ejercerá la misma vigilancia y celo por el cumplimiento de la ley.
Por eso finalizamos estas líneas pidiendo a Dios que sea Él quien perdone este crimen. Este opinador no oculta su deseo de que sea la “justicia popular” y la institucional las que emitan su veredicto. ¡Vergüenza me da haber dicho todo esto!
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