La idea de progreso tan cara para la Ilustración del siglo XVIII junto a la marcha triunfal del colonialismo europeo y la globalización capitalista junto a las fallidas “utopías” socialistas del siglo XX son para Mutis, todas ellas, una completa estafa.
Ángel Lombardi Boscán
“Sigo convencido de que vivimos una época de infamia, pero es lo mismo que se ha vivido siempre”. A.M.
El que teje la mentira, teje su propia mortaja y pierde su alma, nos dice el siempre lucido Álvaro Mutis (1923-2013), tan buen escritor como su coterráneo más famoso: Gabriel García Márquez (1927-2014). De hecho, el mejor cuento sobre El Libertador Simón Bolívar (1783-1830), una auténtica toma de posición respecto a las independencias hispanoamericanas, se lo debemos a Mutis con: “El ultimo rostro” (1978). Que de paso, sirvió de punto de partida para “El general en su laberinto” (1989), una obra menor del nacido en Aracataca, porqué el Bolívar humanizado que quiso retratar no destruyó ningún cimiento del ya sólido, y aún vigente, súper mito.
En cambio Mutis es un completo escéptico de la historia al igual que el siempre festivo, culto e irónico Jorge Luis Borges (1899-1986). La historia real termina siendo un camino patético hasta la muerte; una travesía borrascosa con algunos destellos de aventura en donde la inmensa mayoría de las personas están excluidas y viven en el más completo desengaño. La vana gloria acompaña ésta desesperanzadora filosofía de la historia donde el epicentro recae en nuestros instintos cainíticos de una violencia absurda. Siguiendo a Jean Cocteau (1889-1963): “El Infierno existe, es la historia”. La idea de progreso tan cara para la Ilustración del siglo XVIII junto a la marcha triunfal del colonialismo europeo y la globalización capitalista junto a las fallidas “utopías” socialistas del siglo XX son para Mutis, todas ellas, una completa estafa. “La historia es muerte, desilusión y ruina” (Rodolfo de Roux).
Nuestra gloriosa Independencia (1810-1830) tampoco escapó a su rigor. La Independencia no dejó nada mejor porque lo que hubo fue un cambio de amos y un estancamiento prisionero del tiempo. Decir hoy que América Latina transita en el siglo XXI es un completo anacronismo. En ésta historia sin sentido su retrato del Libertador enfermo y ya derrotado, lo presenta desde una amargura culpable, agigantada por la noticia trágica del vil asesinato del General Sucre, con tan sólo 35 años de edad, su principal aliado político/militar y probable sucesor de esa ilusión ilustrada que se llamó la Gran Colombia (1819-1830).
Álvaro Mutis es lapidario en esto y pone en boca de Bolívar el siguiente dialogo con su interlocutor, el coronel Miecislaw Napierski, de origen polaco: “Aquí se frustra toda empresa humana. El desorden vertiginoso del paisaje, los ríos inmensos, el caos de los elementos, la vastedad de las selvas, el clima implacable, trabajan la voluntad y minan las razones profundas, esenciales, para vivir, que heredamos de ustedes. Esas razones nos impulsan todavía, pero en el camino nos perdemos en la hueca retórica y en la sanguinaria violencia que todo lo arrasa. Queda una conciencia de lo que debimos hacer y no hicimos y que sigue trabajando allá adentro, haciéndonos inconformes, astutos, frustrados, ruidosos, inconstantes. Los que hemos enterrado en estos montes lo mejor de nuestras vidas, conocemos demasiado bien los extremos a que conduce esta inconformidad estéril y retorcida”.
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ
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