Gustavo Coronel
Gracias
a Luis Almagro el mundo exterior está reaccionando frente a la
narco-dictadura de
Maduro con más decisión que la sociedad civil venezolana. Esta sociedad
civil ha dejado por demasiado tiempo en manos de la Mesa de la Unidad
Democrática la implantación de estrategias para la restauración de la
democracia en el país. Esta organización, a
la cual le hemos dado mucho apoyo en el pasado, está hoy sin brújula,
carcomida internamente por la mediocridad y los falsos liderazgos. Es
evidente que no responde a las necesidades de la hora en el país. En
Venezuela existe una dictadura corrupta e ineficiente,
la cual ha sumido al país en el caos. Ya no se trata solamente de la
victimización de minorías disidentes sino que se trata de toda una
nación humillada, golpeada, por un régimen de narcotraficantes y
ladrones. Una sociedad civil con sangre en las venas ya
hubiera tratado de sacar a empujones a estos delincuentes del poder. El
liderazgo que la oposición democrática ha tenido en los últimos meses
ha estado en silencio o, peor, ha llamado melosamente a un diálogo que
solo serviría para oxigenar a la narco-dictadura.
Los facilitadores de este diálogo, pagados por Maduro, han encontrado
aliados en la misma Mesa de Unidad Democrática: Timoteo Zambrano, Manuel
Rosales, Henri Falcón y otros, quienes – con buena o mala intención –
han estado efectivamente sosteniendo la dictadura.
La
oposición verdadera está hoy en manos de Leopoldo López, Antonio
Ledezma, María Corina
Machado, Enrique Aristeguieta Gramcko, Diego Arria y venezolanos
quienes están convencidos de que la resistencia civil a la narco-
dictadura, si bien no representa una garantía absoluta de victoria, al
menos si representa la única postura digna que debe tener
un pueblo acogotado por una pandilla de miserables.
Las
humillaciones y los asaltos a la dignidad venezolana por parte del
narco-régimen han
llegado a extremos que ningún venezolano digno debe seguir soportando.
La resignación tiene que dar paso a la resistencia activa. La sociedad
civil venezolana debe llamar a sus integrantes a resistir, a la calle, y
debe iniciar los intentos de lograr que
sus miembros: los colegios profesionales, los maestros, los
estudiantes, los empresarios, los sindicatos, los partidos políticos,
todas las organizaciones cívicas, con la Asamblea Nacional al frente,
vayan a una protesta sostenida en el tiempo, la cual incluya,
si es necesaria, una huelga general.
En
la región se están dando pasos cada vez más decididos para aislar y
sancionar a la narco-dictadura
venezolana pero estos pasos deben encontrar un eco interno en el país.
Somos nosotros los agraviados, no son los países de la región. Por mucho
tiempo nos hemos quejado del silencio de esos países y hemos alegado
que ese silencio nos dejaba indefensos ante
la narco-dictadura. Ahora que los países se están moviendo con decisión
en nuestro apoyo no podemos quedarnos de brazos cruzados internamente.
Las
fuerzas cívicas deben manifestarse en Venezuela. Los comunicados
grupales o individuales
deben dar paso a un comunicado de la Sociedad Civil, como un todo, en
el cual se manifieste la decisión del país de colocarse en rebeldía en
contra del narco-régimen. Si el prostituido ejército venezolano tratara
de reprimir al pueblo debería llegarse a una
intervención regional para evitarlo y para llevar a quienes traten de
usar la fuerza armada contra los venezolanos a prisión. La pretensión
del títere cubano, Nicolás Maduro, de que él representa al país y de que
las sanciones en su contra y en contra de sus
narco-colaboradores son sanciones contra el país, son un insulto a la
inteligencia de la comunidad internacional y de la sociedad civil
venezolana.
Es la hora de actuar conjuntamente, desde adentro y desde afuera, en contra del narco-régimen
chavista.
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