Tuesday, March 28, 2017

Moisés Naím: Los americanos blancos se están muriendo

EN: Recibido por email


Un estudio documenta por qué la mortalidad en EEUU es mayor entre blancos
de escasa formación

Moisés Naím El País Marzo 25, 2017
http://elpais.com/elpais/2017/03/25/opinion/1490464530_033332.html

En Estados Unidos, los hombres blancos de mediana edad y con menos educación se están muriendo a un ritmo inusitado. De hecho, su tasa de mortalidad es mayor que la de los hispanos o los negros de su misma edad y de su mismo nivel educativo. La mortalidad de los blancos menos educados es también mucho más alta ahora de lo que había sido hasta comienzos de este siglo. Este es un fenómeno exclusivamente estadounidense. En otros países desarrollados no sucede. Esta es una de las conclusiones de un importante estudio que acaban de presentar en Washington el Premio Nobel de Economía Angus Deaton y Anne Case, una destacada economista de la universidad de Princeton (y esposa de Deaton). Ya en 2015, estos dos economistas habían causado revuelo con un estudio que por primera vez documentaba el trágico aumento de las muertes entre los estadounidenses blancos sin estudios universitarios. Mientras que en 1999 su tasa de mortalidad era un 30% más baja que la de los negros de sus mismas características, para el año 2015 la mortalidad de los blancos era un 30% más alta que la de los afroamericanos. Estos cambios en EEUU revierten décadas de progreso.

Durante el siglo pasado, y aun hoy, la mortalidad a nivel mundial ha venido cayendo al 2% cada año, en todos los países y en todas las categorías demográficas. Pero los norteamericanos blancos sin mucha preparación académica son la excepción. ¿Qué pasó? Pues que, en este
grupo, los suicidios y las muertes por drogas y por alcoholismo
aumentaron drásticamente. El cáncer y las enfermedades cardiacas
también se agudizaron, así como la obesidad. Desde el 2000, las
muertes por estas causas entre los blancos no-hispanos, entre 50 y 54
años de edad, se han duplicado. Y para el 2015 morían a una tasa dos
veces mayor que la de las mujeres blancas con las mismas características
(y cuatro veces más que la de los hombres blancos que alcanzaron a ir a
la universidad).

Una explicación común para esta tragedia es el desempleo que afectó
duramente a este grupo de trabajadores, tanto a causa de la crisis como
por la globalización y la automatización de la producción, que están
haciendo desaparecer los puestos de trabajo de baja cualificación.
Deaton y Case no dudan de que el desempleo y la consecuente caída en
los ingresos son factores importantes. Pero según ellos no son suficiente
explicación y mantienen que la mayor mortalidad de los blancos en
EEUU tiene “causas más profundas”. ¿Cómo se explica, si no, que los
hispanos y negros que también perdieron sus empleos e ingresos
aumentaran su longevidad? ¿Y por qué entre los trabajadores europeos
que fueron víctimas de los embates de la gran recesión del 2008 y las
políticas de austeridad no se dan las letales tendencias que afectan a los
trabajadores blancos estadounidenses? Es más, en Europa la longevidad
de quienes tienen menos años de estudio (y menos ingresos) ha seguido
subiendo --y a más velocidad-- que la de los europeos con mayor nivel
educativo.

Según los dos economistas, las causas más profundas de este fenómeno
tienen que ver con lo que ellos llaman “desventajas acumulativas”. Estas
son condiciones debilitantes y hábitos disfuncionales que este grupo
humano ha ido acumulando durante toda su vida como reacción a
profundas transformaciones económicas y sociales. Con frecuencia
comenzó con el abandono de los estudios secundarios y la entrada
temprana en el mercado de trabajo en épocas de empleos abundantes y
salarios atractivos. Pero esta “bonanza laboral” se fue extinguiendo y
otros cambios en la sociedad –el papel de las mujeres, el aumento de los
divorcios y la fragmentación familiar, la movilidad geográfica–
dificultaron la vida a los hombres blancos, y los hicieron más
vulnerables a lo que Deaton y Case describen como “muertes por
desesperanza”. Son hombres que no ven un futuro mejor ni para ellos ni para su familia. Esta desesperanza causa gran sufrimiento.

En EEUU la mitad de los hombres desempleados toma medicinas contra el dolor y dos tercios consumen opioides. El abuso de estas drogas se ha convertido en una gravísima epidemia. En 2015, más estadounidenses fallecieron por sobredosis de drogas que por armas de fuego y accidentes de tránsito. ¿La abrumadora mayoría de las víctimas? Hombres blancos.

Dos preguntas finales: Primera: ¿Por qué los hombres blancos de origen hispano, poca educación formal y mala situación económica mueren menos? Porque tienen más esperanzas de lo que les depara el futuro. Ellos no están añorando una mejor situación económica que tuvieron en el pasado. Nunca los tuvieron. Para ellos el futuro solo puede ser mejor. Y para sus hijos aun más.

Segunda: ¿Cuál es la reacción política de los blancos estadounidenses con altas tasas de mortalidad? Votar por Donald Trump. Más del 60 por ciento de ellos así lo hizo.

Sígame en Twitter en @moisesnaim Moisés Naím (Caracas, 1952). Es licenciado en Ciencias Económicas, con máster y doctorado por el Instituto de Tecnología de Massachussets. Ha sido profesor en la Johns Hopkins School for Advanced and Internacional Estudies y en el Instituto de Estudios Superiores de Administración en Caracas. Entre otros cargos, ha sido director ejecutivo del Banco Mundial y ministro de Comercio e Industria de su país. Colabora en diversos periódicos como Washington Post, Los Ángeles Times, New York Times, Newsweek y con una columna semanal en El País. Fue director de la edición estadounidense de Foreign Policy, que circula en 160 países y se publica en siete idiomas, desde 1996 hasta 2010. Investigador del Carnegie Endowment for International Peace (Washington, D.C.). Su obra se compone de libros de economía y política internacional, entre los que destacan: Venezuela, una ilusión de armonía, con Ramón Piñango; Tigres de papel y minotauros: La política de reforma económica en Venezuela (1993); Lecciones de la experiencia venezolana, con Louis Goodman, Johanna Mendelson, Joseph Tulchin y Gary Bland (1994); La política de competencia, desregulación y la modernización en América Latina, con Joseph Tulchin (1999), Estados Alterados: Globalización, Soberanía y Gobierno (2000), Ilícitos (2006). En abril de 2011 recibió el Premio Ortega y Gasset por la más destacada trayectoria profesional y también “su enorme capacidad de análisis que lo convierten en una referencia imprescindible en lengua española". En 2014 publicó “El fin del poder”.

No comments:

Post a Comment